Al terminar 2015, la revista Nature incluyó a Joan Schmelz en su lista de las diez personalidades del año por haber denunciado el acoso sexual en el mundo académico de EE UU. Esta física solar, codirectora del Observatorio de Arecibo en Puerto Rico, relató en un blog el infierno al que un mentor la sometió al inicio de su carrera. Muchas mujeres se reconocieron en su historia y se liberó una reacción en cadena que cristalizó en la renuncia de otro prestigioso astrónomo, acusado por cuatro investigadoras.
La astrofísica Joan Schmelz trabaja para mejorar la situación de las investigadoras en el masculinizado sistema científico. Su trabajo durante seis años al frente del Comité sobre la Posición de la Mujer en la Ciencia de la Sociedad Astronómica Estadounidense han contribuido a que términos como “sesgos de género”, “acoso sexual” o “patriarcado” se hagan visibles en el mundo de la ciencia y lleguen a la opinión pública.
En 2011, esta científica publicó una entrada en el blog Women In Astronomy en la que narraba el acoso que había sufrido al inicio de su carrera por parte de un supervisor, cuando todavía era una joven estudiante de doctorado.
Esta experiencia le ocasionó una depresión y supuso una gran traba en su desarrollo profesional. Sin embargo, Schmelz acabó forjando una brillante carrera como física solar. También se comprometió con la lucha contra los abusos.
Por teléfono, desde el Observatorio de Arecibo en Puerto Rico, la investigadora explica a Sinc que una joven estudiante muy persuasiva fue quien la convenció para que lo hiciera público: “Yo estaba intentando ayudarla a atravesar una situación de acoso sexual y ella me convenció de que publicara mi historia porque podría ayudar a otras jóvenes. Cuando finalmente decidí hacerlo y escribí el primer borrador, me convencí a mí misma de que era necesario que pusiera mi nombre. Los abogados lo revisaron y ajustaron y, finalmente, aprobaron la versión que publicamos”.
En el texto del blog el único nombre reconocible es el de la astrónoma. Nunca ha revelado el nombre de su acosador y tampoco se identifica el centro en el que ambos coincidieron o la institución a la que ella se trasladó. La experiencia fue tan dura que se vio obligada a cambiar de especialidad.
La reacción a su testimonio
“Después de que publicara mi historia varias mujeres contactaron conmigo de forma privada para pedirme consejo sobre cómo afrontar sus propias situaciones de acoso. En ese momento descubrí que varias eran víctimas del mismo investigador, Geoffrey Marcy, pero no se conocían entre ellas ni sabían que otras estaban en la misma situación”, relata durante la conversación. Se toma su tiempo para explicarse y habla de forma pausada, con una pronunciación muy clara.
Schmelz les preguntó si en el caso de que hubiera otras mujeres que hubieran sido acosadas por Geoffrey Marcy les gustaría saberlo y poder estar en contacto. Algunas de ellas respondieron afirmativamente y la científica las ayudó a reunirse para que pudieran compartir sus historias.
Fruto de este contacto, cuatro mujeres elevaron sus denuncias, que provocaron una investigación de la Universidad de Berkeley (EE UU). Tras las pesquisas, el centro consideró que el científico había violado su código de conducta desde 2001 a 2010, pero Marcy, un brillante cazador de exoplanetas que ha sonado varias veces como candidato al Premio Nobel, permaneció en su puesto.
En este punto, Schmelz elige con cuidado las palabras y se corrige para usar exactamente las que considera adecuadas: “No creo que Berkeley hiciera un buen trabajo en absoluto. De hecho, creo que la forma de proceder de la universidad es lo que convenció a las jóvenes de acudir a la prensa”.
En cambio, la investigadora describe la respuesta de la comunidad científica como “impresionante”: “Fue mucho mejor de lo que habíamos previsto. Dieron un paso adelante para apoyar a estas mujeres. Creo que fue ese apoyo público lo que forzó a Marcy a dimitir”.
En octubre de 2015, Marcy abandonaba su cargo en la universidad, después de la publicación de una carta de los miembros del departamento de Astronomía reprochando su conducta y exigiendo su retirada. Esta dimisión fue uno de los logros que citaba Nature en su reconocimiento al trabajo de la científica.
Hasta 2015, Geoffrey Marcy era conocido como el científico que más objetos planetarios había descubierto. Ese año, tuvo que dimitir de su puesto en la Universidad de Berkeley cuando varias investigadoras lo denunciaron por acoso sexual. El testimonio de Schmelz fue clave para que estas mujeres se atrevieran a contar sus casos. / Imagen: NASA
Otros casos salen a la luz
El caso no ha sido el último en hacerse público en Estados Unidos. En enero de 2016, el Instituto de Tecnología de California en Pasadena (EE UU) confirmaba en un comunicado que había expulsado sin sueldo durante un año a un miembro de la facultad, tras determinar que había cometido acoso por razón de sexo sobre dos estudiantes graduadas.
Según las publicaciones Science y Nature, y aunque la institución no ha revelado oficialmente la identidad del profesor, el catedrático sancionado sería el astrofísico Christian Ott, algo que ambas estudiantes han confirmado a distintos medios estadounidenses.
En un artículo de Buzzfeed, la periodista Azeen Ghorayshi explica que ambas estudiantes de doctorado eran parte del equipo de este astrofísico. Según la redactora, el investigador se había enamorado de una de ellas, y tras cuestionar sus posibilidades como científica, la despidió. Tras esto la alumna se replanteó durante un tiempo su carrera y sufrió depresión.
Ott tomó como confidente a otra estudiante a la que acosó con mensajes y llamadas y cuya valía también puso en tela de juicio. En una conversación por Skype le confesó que era incapaz de lidiar con sus sentimientos por la primera alumna y que esa había sido en realidad la razón del despido.
Al preguntarle por este caso, Schmelz afirma que Ott no debería seguir al frente de un equipo de investigación con jóvenes doctorandos: “En mi opinión su trabajo va más allá de hacer ciencia. Su trabajo consiste en guiar y aconsejar a estudiantes y a posdoctorados de manera eficaz, y su comportamiento ha demostrado que no es capaz de hacerlo adecuamente. Ha infligido un daño tremendo, no solo a las dos estudiantes que lo denunciaron, sino también a otros”.
Ante la publicación de estos incidentes, la investigadora explica por qué este acoso parece suceder más en el campo de la ciencia que en otras disciplinas: “Muchos campos científicos están dominados por hombres, especialmente en los niveles más elevados. Además, expulsar a un catedrático de la universidad es muy complicado”.
“Para convertirte en científica necesitas escribir una tesis doctoral, lo que quiere decir que tendrás un director de tesis, que si es un buen mentor te presentara a colegas y te ayudará a introducirte en el campo de estudio. Pero si no lo es, se pueden producir situaciones de bullying, acoso sexual o intimidación”, explica Schmelz.
La respuesta desde el Congreso
El 12 de enero de este año la congresista estadounidense Jackie Speier revelaba el caso de Timothy F. Slater, un profesor de astronomía que fue declarado responsable en 2004 de crear un ambiente de trabajo hostil para los estudiantes y empleados de la Universidad de Arizona (EE UU), haciendo comentarios sobre los cuerpos de las mujeres e invitando a estudiantes a ir a clubs de striptease. Cuatro años después Slater dejó la institución para obtener un puesto prestigioso en la Universidad de Wyoming, donde es ahora profesor. El caso no se había hecho público y no había afectado en lo más mínimo al trabajo del catedrático.
La política del Partido Demócrata anunció que introduciría nueva legislación para requerir que las universidades informaran a otras instituciones de los resultados de un procedimiento disciplinario. “Es hora de dejar de fingir que el acoso sexual en la ciencia es algo que sucedió hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana”, afirmó en su discurso.
Schmelz apoya el planteamiento de esta congresista: “Para eliminar el acoso en la ciencia es muy importante que estas situaciones se reflejen en el expediente y que ese expediente ‘siga’ al profesor a la nueva universidad”, sentencia al otro lado de la línea telefónica.
La reacción ante el acoso
La investigadora puntualiza que la palabra a la que recurre una y otra vez para hablar sobre límites es “profesionalidad” y que un concepto tan simple como “actuar de una manera profesional” debería servir a cualquiera para saber cuándo se cruza la línea.
¿Pero, y una vez que se cruza la línea? ¿Qué hay que hacer cuando se produce el acoso?
“Hay muchos pequeños pasos que se pueden dar. Los jefes de departamento deberían informarse, saber cómo tratar estas situaciones y asegurarse de que su propio departamento está libre de acoso. Y no únicamente sexual, sino cualquier tipo de comportamiento no profesional”, concreta.
Schmelz también reclama que cada universidad tenga un departamento donde pueda acudir una víctima que sufra acoso, sexual o por razón de género, para que le puedan aconsejar y guiar, lo que no implicaría necesariamente formalizar una denuncia, sino tener un lugar en el que poder hablar de forma confidencial y en el que se le informe de cuáles son las opciones que le ofrece el centro.
“Ha habido muchas declaraciones en la prensa de organizaciones, incluso de algunas tan importantes como la NASA, explicando que están revisando su políticas de acoso y afirmando que no lo tolerarán en sus departamentos. Pero el problema es qué ocurre una vez que el acoso sexual ha sucedido: ¿cómo se apoya a las víctimas?, ¿cómo se castiga al acosador?, ¿cómo se crea un ambiente en el que no vuelva a suceder?”.
La investigadora explica que todos los casos que se están haciendo públicos, algunos en la prensa, otros en sitios como en el blog en el ella narró su historia, tendrían que haber podido evitarse. “Deberíamos ser capaces de parar esto mucho antes”, concluye.