Una de las grandes preocupaciones ante los efectos de la crisis es que los jóvenes ingenieros formados en España se vayan al extranjero para no volver. Testigos directos hablan con SINC sobre el futuro de la profesión y de su experiencia en proyectos de empresas que trabajan fuera y dentro para conocer sus inquietudes.
Ingenieros que viajan fuera de España para conseguir mejores condiciones, un primer empleo o nuevas oportunidades acordes con su experiencia y formación. Así es el perfil de muchos de los profesionales que cruzan la frontera para trabajar en otro país.
Según los expertos, las empresas con actividad en tecnologías de la información y comunicaciones, ingeniería aeroespacial, transporte ferroviario, biociencia y bioingeniería, y en muy escasos nichos, de energías renovables, son las más adaptadas para superar esta crisis.
Laura Domínguez, 28 años, ingeniera superior industrial por la Universidad Carlos III de Madrid
Laura Domínguez trabaja en un proyecto puntero de señalización y control ferroviario, el ETCS, en Bruselas. Este sistema interoperable a nivel europeo realiza un control automático del tren para evitar accidentes, y aumentar la velocidad y densidad de tráfico.
“Estoy empleada en la empresa pública encargada de la infraestructura ferroviaria en Bélgica. Antes trabajaba también en un proyecto ETCS en España, que es actualmente el país con mayor número de kilómetros equipados con este sistema. La primera puesta en servicio fue en 2006 con la línea Madrid-Lleida”, explica.
Gracias a esta experiencia Domínguez tiene su puesto actual, ya que en Bélgica faltan ingenieros en este campo, al tratarse de un proyecto totalmente nuevo en el país.
“Siempre he querido tener una experiencia en el extranjero. Mis tareas en el proyecto en el que estaba en España empezaban a ser repetitivas, y a nadie le gusta perder el tiempo. Decidí que ese era un buen momento para llevar a cabo mi escapada”, explica Domínguez.
Barcos decidió trabajar en Reino Unido como responsable de calidad del sistema mecánico y de propulsión de la misión porque, en Madrid, aunque estaba en la misma empresa y en un puesto similar, su situación era peor, con un contrato laboral como subcontratada por diez meses que le iban renovando según la carga de trabajo.
“Hacía las mismas tareas que cualquier persona de plantilla, pero tenía una situación inestable. Esto me provocaba mucha incertidumbre e hizo que en muchas ocasiones no me sintiera valorada. Finalmente decidí buscar otras oportunidades fuera”, expone. Desde que llegó en febrero de 2013 a Londres han empezado a trabajar en su misma empresa seis ingenieros españoles más.
Barcos echa en falta para volver a su ciudad natal, Madrid, una mayor financiación en el sector espacial español. “España era el quinto país europeo en desarrollo espacial y ha pasado a ocupar puestos muy inferiores. Me gustaría poder volver y aplicar mis conocimientos adquiridos, y que se valoren”, argumenta.
Miguel Rodríguez trabaja en proyectos de consultoría en el sector aeroportuario y heliportuario: planificación, operaciones y transacciones.
“Se dice que el sector aeronáutico no sufre tanto la crisis, pero la única fortaleza que veo en estos momentos es ser un miembro del consorcio Airbus y de contar con EADS. Muchas empresas del sector aeronáutico tienen como único cliente a estos dos fabricantes, por lo que en el momento que cancelen contratos o los reduzcan, desaparecerán. Muy pocas, algunas que trabajan en materiales compuestos, son verdaderamente competitivas a escala mundial”.
Los aspectos positivos de su trabajo, a caballo entre Barcelona –su lugar actual de residencia– y Perú, Colombia, Brasil y Marruecos, donde desempeña gran parte de su actividad laboral, van ligados al hecho de viajar, conocer otras culturas y los diferentes puntos de vista y experiencia que se adquieren para el desarrollo profesional.
“Sin embargo, desde que el 100% de mi trabajo se desarrolla fuera de España, el coste personal es grande en desarraigo y afecta a cuerpo y mente, deteriora más que trabajar en un lugar fijo, sobre todo si se viaja mucho y distancias largas como es el caso”.
“Me fui por un cúmulo de circunstancias. Al principio, cada día es una aventura, aprendes otro idioma y ves de cerca las costumbres de tus vecinos europeos. Es algo que da respeto y curiosidad a la vez”.
Con esa idea en la cabeza, Gambarte decidió cambiar de trabajo porque vio que tras tres años la evolución de su carrera profesional se estancaba. “Miras un poco más lejos, empiezas a hacer entrevistas y de golpe te ves cogiendo un avión”.
Para volver le gustaría que le ofrecieran las mismas condiciones laborales, o al menos parecidas. “Aquí trabajas menos horas a la semana, tienes más días de vacaciones, y en caso de despido te avisan con tres meses de antelación –eso da una tranquilidad–. La gente no esta tan preocupada por perder su puesto, y así se centran más en hacer su trabajo”, apunta.
Miguel Fernández trabaja en México en el área de energía, en el diseño y construcción de centrales de generación eléctrica.
“Ya había trabajado en otras ocasiones en el extranjero por unos meses. Cuando me propusieron una estancia por más tiempo no lo dude ya que las condiciones de expatriación en mi empresa son muy buenas”, asegura Fernandez.
Para el ingeniero, estar empleado fuera le enriquece mucho a nivel personal y laboral, además de que las condiciones económicas le resultan ventajosas.
“La experiencia y el buen rendimiento de los ingenieros españoles en el extranjero favorece a que nuestras empresas se abran camino en el mercado mundial. Como contra, uno echa de menos a la familia y seres queridos”.
“Mi decisión de irme fuera de España fue un largo proceso. Después de recibir numerosas llamadas para puestos similares al que desarrollaba en Madrid, decidí cambiar de tipo de trabajo. Realmente, el motivo principal porque el que acepté este puesto es porque la perspectiva de futuro en la empresa en la que estaba era nula”, explica.
Feijoo, que habla perfecto inglés y alemán, reconoce que el idioma francés fue un problema al principio, ya que el 80% de su trabajo se desarrolla en esa lengua y también le supone una dificultad añadida en su vida cotidiana.
“Para volver, requeriría mayor inversión por parte de las empresas españolas en el desarrollo profesional de los trabajadores. Siendo joven no puedes aceptar que una empresa no tenga ningún plan de desarrollo personal y profesional para ti”.
Plantearse si la I+D y la ingeniería ayudarán a salir de la crisis es, cuando menos, una pregunta retórica. El aumento de la actividad empresarial, el incremento de las exportaciones y el flujo de crédito a pymes, son, entre otros, factores que señalarán la recuperación del empleo.
De esto está seguro César Dopazo, miembro de la Real Academia de Ingeniería (RAI) y catedrático en el Centro Politécnico Superior de la Universidad de Zaragoza, que cree que a medio y largo plazo España, como cualquier país medianamente desarrollado, solo podrá competir en el mundo con más conocimiento y tecnología media y alta.
“Si no se incrementa el peso actual de la ingeniería en las empresas y es la ‘ingeniería financiera’, dirigida por economistas y abogados, la dominante, el sesgo hacia los temas comerciales en detrimento de los tecnológicos irá en aumento”, enfatiza el miembro de la RAI.
Elías Fereres, presidente de la RAI, es de la misma opinión. “Creo que una vez que se supere ese espejismo de la ‘ingeniería financiera’, España debería depender más que nunca de los avances del conocimiento y de sus aplicaciones en la ingeniería”.
Fereres cree además que la enseñanza de estas disciplinas debería concentrarse en determinadas escuelas, ya que producir ingenieros de alta calidad es muy costoso y está fuera del alcance de muchas universidades.
“En el momento actual y, quizá y por desgracia, a corto plazo, es evidente que tenemos un exceso de ingenieros egresados de las universidades españolas”, lamenta Dopazo.
Opciones para volver
El presidente del Instituto de Ingenieros de España, Manuel Moreu, afirma que en estas instituciones son conscientes de que están saliendo muchos ingenieros del país, aunque no tengan los datos objetivos.
“Como ingeniero, la experiencia de estar fuera es fabulosa, entre otras cosas, porque cuando terminas la carrera piensas que no te han enseñado todo lo que debieran. Sin embargo, se demuestra después que tenemos una base sólida y que podemos desarrollar nuestro trabajo en cualquier entorno internacional de manera muy notable. El problema está en que no puedas volver a trabajar en tu país si quieres. Hay que tener esas opciones”, señala Moreu.
Fereres enfatiza a ese respecto: “La sociedad debe tomar conciencia de que, sin un cambio en el modelo económico, no podremos retener ni atraer a los mejores talentos y que, sin ellos, el futuro no puede ser optimista”.
Para Dopazo, los sectores mejor posicionados para competir “continúan exportando y creando empleo, eso sí, con un altísimo porcentaje de sus beneficios en el extranjero”, apunta .