Hacia una agricultura sostenible

La dependencia al petróleo que sufren los agricultores aumenta cada día por el uso de maquinaría pesada y la propia composición de ciertos fertilizantes. Pero existen prácticas agrícolas más rentables y sostenibles. Todavía desconocida para mucha gente, la agricultura de conservación podría ser una solución que diversifica las técnicas para un mejor uso del suelo.

Hacia una agricultura sostenible
Maíz en siembra directa. Foto: AEAC/SV.

Desde hace 22 años, a temprana hora de cada mañana Félix Ballarín se ocupa de planificar la plantación de su explotación familiar en la comarca aragonesa de Los Monegros. Este año ha plantado avena y alfalfa, y se preocupa por el seguimiento de la cosecha y los riegos.

La bucólica imagen del agricultor ecológico contrasta con los “tiempos difíciles” que se están viviendo con la subida de precios y la distorsión del mercado. Ballarín sigue siendo “optimista” frente el futuro, la agricultura ecológica ya tiene su reconocimiento y no tiene que buscar su “valor añadido” porque cada vez más personas solicitan sus productos.

No obstante, aunque todavía hay agricultores que, por convicción, educación o edad no aceptan la agricultura ecológica, existen labores intermediarias, como la agricultura de conservación, que protege la estructura del suelo e impide la erosión. Toda la agricultura está afectada por el aumento del precio del combustible, pero la de conservación “no es tan dependiente como la tradicional y se ve menos afectada”, puntualiza el agricultor.

Cuando hablamos de agricultura de conservación nos referimos a la acumulación de técnicas que permiten un mejor uso del suelo y que están “más pensadas en beneficio del agricultor y el medio ambiente que en el propio consumidor”, según el director ejecutivo de la Asociación Española de Agricultura de Conservación (AEAC) e ingeniero agrónomo, Emilio González. Estas técnicas tratan de paliar los efectos perniciosos que las técnicas agrarias convencionales tienen sobre el medio ambiente.

Una manera de luchar contra el cambio climático

La agricultura de conservación se presenta como una opción viable para frenar los efectos del calentamiento global gracias a nuevas técnicas como la siembra directa, el laboreo de cubierta y las cubiertas vegetales. Estas técnicas se utilizan en España desde hace 25 años y permiten a los agricultores aprovechar más sus recursos naturales.

Otro factor: la agricultura de conservación reduce el consumo de energía y el trabajo que conllevan las operaciones propias del laboreo entre un 15-50%, y el rendimiento energético se incrementa entre el 25% -100%. “Se reduce drásticamente la erosión del suelo y los riesgos de contaminación de los ríos por sedimentos y fertilizantes, se emite menos CO2, se fija carbono atmosférico del suelo con lo que se contribuye a frenar el cambio climático”, explican en la AEAC. Especialmente útil en las zonas áridas, las técnicas de la agricultura de conservación evitan la quema de rastrojos y los grandes arados.

Falta información para los agricultores

En España, sólo en el 10% de la superficie cultivable, es decir en 2.500.000 hectáreas, se trabaja con agricultura de conservación; una cifra muy baja si se tienen en cuenta los beneficios que ésta aporta al bolsillo de los agricultores y, sobre todo, a la conservación del entorno. Según los expertos, el principal problema de los agricultores para impulsar estas técnicas es el desconocimiento y la falta de información.

“Casi el 96% de los agricultores que participaron en un programa de difusión de la agricultura de conservación está implantando la siembra directa para sus cultivos”, indica González. Además, en los últimos años se han impulsado medidas europeas de fomento y algunas están ya en la nueva Política Agrícola Común (PAC). En el futuro Europa tendrá una directiva para la protección del suelo, como la que existe ya para la protección del aire y del agua.

Estas nuevas técnicas aplicadas en cultivos herbáceos, fundamentalmente con siembra directa y laboreo de conservación con cubierta, y en cultivos leñosos, con cubiertas vegetales, son promovidas por la Comisión Europea y el Estado español dentro de las medidas agroambientales. Andalucía es, por ejemplo, la comunidad autónoma donde más se están implantando las cubiertas vegetales y, acogidas a un plan de ayudas agroambientales, representan más de 150.000 hectáreas. Se estima además que más de 300.000 hectáreas de olivares que existen en Andalucía son cubiertas. En siembra directa es Castilla y León la comunidad donde más se aplica por encima de 250.000 hectáreas.

Aunque en los diez últimos años se haya pasado de no practicar la agricultura de conservación a tratarla en un 10% de la superficie, la agricultura tradicional sigue predominando en el panorama rural español especialmente impulsado por la concesión de subvenciones.

Según explica Gregorio Blanco, profesor titular de ingeniería agrónoma de la Universidad de Córdoba, “el agricultor puede enquistarse sabiendo que dispondrá de ese dinero y seguirá empleando técnicas más corrosivas, mientras que donde no hay subvenciones es necesario reducir al máximo los costes con técnicas conservacionistas”.

Argentina y Brasil, la referencia

Es el caso de Argentina, un país muy avanzado en estas técnicas ya que no tiene casi subvenciones. “El agricultor tiene que vivir con lo mínimo por lo que su ingenio está muy desarrollado, así como las técnicas conservacionistas”, detalla Blanco.

El magíster en Ingeniería Agrónoma de la Universidad de Buenos Aires, Santiago Lorenzatti, citando al teórico Otto Solbrig en un estudio, afirma que “Argentina posee una agricultura bien desarrollada ya que nunca ha habido una población campesina minifundista clásica”. La agricultura pampeana se fue volcando a una “revolución verde” con técnicas conservacionistas como respuesta a los problemas ecológicos producidos por la intensificación.

Argentina y Brasil son los países que más desarrollan la siembra directa, con casi 16 millones de hectáreas bajo siembra directa en Argentina, según el estudio de Lorenzatti. No obstante, para los próximos años se espera una tasa de adopción de las técnicas muy baja “debido a la comodidad ofrecida por los subsidios por parte de la Unión Europea”, explica el investigador argentino, y añade que las ayudas son “como un freno al cambio”.

A pesar de los numerosos ejemplos argentinos, en España Emilio González insiste en que “las técnicas tienen que adaptarse a las condiciones locales”. Sin duda, para que haya un uso sostenible de los agrosistemas, es imprescindible resolver la disyuntiva entre productividad y medio ambiente.

Fuente: SINC
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