Las mujeres representan una cuarta parte del colectivo de astrónomos profesionales, una situación que las investigadoras denuncian y tratan de cambiar. Cinco reputadas científicas dan a conocer de primera mano su trabajo y sus historias personales.
La contribución de las mujeres a proyectos relacionados con la astronomía profesional en España representa en la actualidad tan solo un 25%, y ese porcentaje se reduce al 10% en el mundo aficionado. Los datos del Plan Nacional de Astronomía y Astrofísica de 2007, por ejemplo, reflejan una escasa participación del 26% de mujeres, y sólo un 20% consiguieron liderar un proyecto de investigación.
La Sociedad Española de Astronomía cuenta en la actualidad con un 30% de científicas o profesoras de universidad con estabilidad laboral. Pero en el ámbito de la astronomía “junior” la proporción de mujeres alcanza el 50% en el desarrollo de tesis y doctorados. Esta paridad se rompe según evoluciona la edad de las astrónomas, que sobre los treinta años se ven obligadas a priorizar entre su vida familiar y su carrera científica.
Josefina F. Ling, de la Universidad de Santiago de Compostela
Los apellidos de Josefina Faen-Faen Ling Ling y sus rasgos orientales revelan los orígenes chinos de esta astrónoma, aunque la investigadora nació y creció en Madrid, la ciudad a la que emigró su familia hace ya medio siglo. En la Universidad Autónoma de Madrid realizó el primer ciclo de la licenciatura de Matemáticas, pero conoció a un grupo de astrónomos aficionados de la Agrupación Astronómica de Madrid y le entró el gusanillo por esta ciencia. Ling decidió entonces trasladarse a la Universidad Complutense de Madrid para estudiar la especialidad de Astronomía, Mecánica y Geodesia.
Desde entonces no ha dejado de observar las estrellas, dobles en su caso. Hoy es profesora de Astronomía en la Universidad de Santiago de Compostela, y compagina esta tarea con el estudio, en el Observatorio Astronómico Ramón María Aller, de los sistemas estelares dobles y múltiples, es decir, aquellos que están formados por dos o más estrellas unidas por su gravedad desde. “Aquí descubrí el fascinante mundo de las estrellas dobles; quedé maravillada de cómo la mente humana ha sido capaz de idear métodos que permiten conocer, a partir de la danza orbital de un par de estrellas, la masa de objetos que están a años-luz de distancia de nosotros”, comenta.
La astrónoma es miembro de la comisión “Estrellas Dobles y Múltiples” de la Unión Astronómica Internacional. El estudio del movimiento de este tipo de estrellas es la única forma de conocer las masas estelares y seguir su evolución. Para medir las posiciones relativas de una estrella respecto a la otra los científicos emplean una técnica puntera denominada ‘interferometría speckle’, que combina el uso de grandes telescopios con sofisticadas cámaras electrónicas y un software especifico de reducción y tratamiento de imágenes.
Para realizar las observaciones Ling, como todos los astrónomos, ha tenido que dedicar horas y horas de trabajo. En algunos momentos de su vida esta tarea ha sido más difícil, como cuando estando embarazada de cinco meses, y además de gemelos, tuvo que desplazarse al Observatorio de Calar Alto (Almería). Esto sucedió hace 20 años y en aquella época no era algo habitual ver a una mujer embarazada, haciendo observaciones directas bajo cúpula. Los investigadores la miraban con recelo, pero nadie se atrevió a comentar nada. Nadie salvo el simpático cocinero del centro: “Pero chiquilla, ¿cómo te dejan subir así al Calar Alto?”.
Ling sostiene que hoy en España, la discriminación formal por género ha desaparecido en gran medida. “Pero a nivel mundial este tipo de discriminación depende de la situación económica, social, política y cultural del país donde se desarrolle la Astronomía”. La científica recuerda que en países como Argentina o Rumania hay hasta un 40% de astrónomas y sin embargo en otros con una gran tradición astronómica, como Irán o Irak, no aparece ni una sola mujer en este campo. Estos países formaron parte del antiguo imperio babilónico en Asia, al que perteneció Heduanna, paradójicamente una de las primeras astrónomas de la historia, que ya firmaba sus escritos hace unos 4.300 años.
Lo que sigue reclamando la astrónoma es la paridad a la hora de ejercer la profesión, sobre todo en puestos de trabajo estable, donde las mujeres solo representan un 20%, y en puestos de responsabilidad o dirección, apenas ocupados por científicas. “Hemos tenido que esperar casi 90 años (el tiempo transcurrido desde su fundación) para que la Unión Astronómica Internacional cuente con su primera presidenta”. Ling señala los problemas de conciliación laboral y familiar, la baja autoestima intelectual y la falta de modelos como algunas de las causas de la baja presencia de las mujeres.
La científica considera que la comunidad astronómica es cada vez más consciente de esta situación y va reconociendo las aportaciones de las mujeres tanto en investigación como en divulgación científica. Ling está implicada en proyectos como “Ella es una astrónoma”, además de participar en trabajos de extensión cultural para dar a conocer la astronomía a la población gallega.
“La Astronomía se puede disfrutar desde muchas vertientes: desde el simple placer de contemplar una maravillosa noche estrellada, o los anillos de Saturno con un pequeño telescopio, hasta sentir la emoción de participar en un proyecto científico, o la satisfacción de transmitir tus conocimientos astronómicos a los demás”, concluye.
Alicia M. Sintes Olives, de la Universidad de las Islas Baleares
Alicia Magdalena Sintes Olives nació en la capital de Menorca, Mahon, hace 40 años. Siempre le ha gustado caminar por la isla, contemplando el mar y las estrellas. Tras licenciarse en la Universidad de las Islas Baleares realizó un postdoctorado durante seis años en el Albert Einstein Institut, dentro del Instituto Max Planck de Alemania. Precisamente es una de las predicciones de la Teoría de la Relatividad de Einstein la que centra hoy la línea de investigación de la astrónoma: las ondas gravitacionales.
Estas ondas todavía no se han detectado, pero Sintes, que volvió a la isla balear y a su universidad para ejercer como profesora de Física Teórica, confía en que se pueda lograr dentro de poco y confirmar las predicciones. La investigadora trabaja en el único grupo español que está involucrado en una red internacional de detectores interferométricos de ondas gravitacionales, constituido por el detector germano-británico GEO600, el detector franco-italiano VIRGO y la “colaboración” LIGO, en la que participan más de 700 científicos de todo el mundo.
“Con estos detectores tenemos la esperanza de observar sobre el año 2015, o incluso antes, las ondas gravitacionales que nos permitirían obtener información de un tiempo incluso anterior a la luz en la evolución del Universo, y descubrir fenómenos astrofísicos hasta ahora inimaginables”, comenta la astrónoma. Este tipo de ondas son fluctuaciones del espacio-tiempo producidas cuando grandes masas se ven sometidas a una fuerte aceleración, como sucede en fenómenos tan violentos del Universo como los primeros instantes del Big Bang.
Las investigaciones de Sintes son variadas: desde la caracterización del ruido de los detectores, hasta el estudio y aplicación de modelos teóricos de fuentes de radiación, pasando por el desarrollo de técnicas de análisis de datos y de software. La astrónoma participa también en la futura misión espacial LISA (Laser Interferometer Space Antenna), un proyecto conjunto de la NASA y la ESA para situar tres naves en formación triangular y detectar las fuentes de las ondas gravitacionales.
“Formar parte de estas grandes colaboraciones internacionales implica participar en múltiples teleconferencias, a cualquier hora del día o de la noche, hacer turnos en las salas de control de los detectores, y estar sujeta a una férrea disciplina y control interno”, explica Sintes, que hasta hace unos meses ha compatibilizado bien ser mujer y astrónoma.
“En mi trabajo suelo estar rodeada sobre todo de compañeros varones, pero siempre me he sentido muy cómoda y se me ha tratado como un igual, y esto a pesar de que durante muchos años mi marido y yo hemos estado trabajando en países diferentes (gracias a las aerolíneas de bajo coste), ya que decidimos que ninguno de los dos abandonaría la carrera científica para seguir al otro”, comenta la investigadora, “pero los problemas han surgido ahora, cuando a los 39 años no he querido posponer más la maternidad”.
La astrónoma se sincera: “Después de un embarazo de riesgo, ahora disfrutamos de nuestra pequeña, que aún no ha cumplido el año. Es en estos momentos cuando una se da cuenta de que ni las colaboraciones, ni el ministerio, ni la universidad entienden que una persona pueda estar de baja, y menos aún, si se tiene alguna responsabilidad. Una no se puede parar sin temor a que peligre el prestigio, la financiación, la propia carrera científica, o a que el alumnado quede desatendido. Durante el próximo curso académico se multiplicarán mis tareas y sacrificios personales, y el problema en la universidad española es que se prima la docencia a la investigación. La universidad tendría que ser más flexible y potenciar más la investigación”.
María Rosa Zapatero Osorio, del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA)
María Rosa Zapatero Osorio, del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA).
María Rosa Zapatero Osorio se ha trasladado este año del Instituto de Astrofísica de Canarias, en Tenerife, al Centro de Astrobiología, cerca de Madrid. La investigadora nació en esta ciudad hace 40 años, y desde niña le apasiona la Astronomía. Todavía recuerda con cariño las imágenes de los planetas y las galaxias que aparecían en los libros que le traían los Reyes Magos o en sus cumpleaños.
Otra de las pasiones de Zapatero Osorio es conocer la historia de los castillos y descubrir paisajes naturales. Siempre ha mostrado interés por la naturaleza, pero más allá de las fronteras de nuestro planeta, le gusta “comprender y conocer el mundo, identificando el contexto en el que vivimos y tratando de averiguar qué nos depara el futuro: hacia dónde vamos”.
Zapatero Osorio se licenció en Ciencias Físicas y se doctoró en Astrofísica. Tardó un tiempo en decidir el tema de su tesis, pero al final se inclinó por unos cuerpos que hasta entonces sólo se conocían teóricamente: las enanas marrones. Su interés por estos extraños objetos, a medio camino entre los planetas gigantes gaseosos y las estrellas, le llevó a participar en el equipo del Instituto Astrofísico de Canarias, que en 1995 descubrió la primera enana marrón. La llamaron Teide 1 en honor al Observatorio que alberga el telescopio IAC-80 que permitió verificar su existencia.
Desde entonces su investigación se ha centrado en buscar y caracterizar los objetos subestelares, cuerpos celestes en cuyo interior no se producen reacciones nucleares (a diferencia de las estrellas) y que incluyen a las enanas marrones y a los planetas. “Gracias a equipos como el del IAC hoy sabemos que tanto las enanas marrones como los planetas gigantes gaseosos se presentan en la Vía Láctea de manera aislada, y como compañeros de estrellas y otras enanas marrones”, comenta. Hoy uno de los grandes objetivos de la astrofísica es comprender cómo se forman y evolucionan estos objetos.
“Para atacar este problema se necesitan observaciones de las regiones jóvenes de formación estelar de nuestra galaxia, y de las enanas marrones y planetas más maduros de la vecindad del sol”, explica la astrónoma, que trabaja constantemente con los datos que facilitan los telescopios terrestres y los observatorios espaciales.
Uno de los últimos trabajos en los que ha participado se publicó este año en Nature y recoge una novedosa técnica para analizar la atmósfera terrestre a través de un eclipse lunar. El estudio determina por primera vez qué rasgos del espectro electromagnético se relacionan con la existencia de vida en la Tierra, lo que puede ser de gran ayuda para buscar en otros planetas los mismos marcadores biológicos de la Tierra (como el oxígeno, el dióxido de carbono, el agua o el metano).
Zapatero Osorio tiene puestas sus esperanzas en la próxima generación de grandes telescopios de superficie y misiones espaciales, “esenciales para el estudio de los objetos subestelares más pequeños, concretamente los planetas con tamaños y masas similares a la Tierra”. La científica continuará descubriendo los secretos de estos cuerpos celestes, ahora desde Madrid.
Ya ha pasado por diversos centros de investigación pero, al contrario que lo que sienten muchas de sus colegas, siempre se ha sentido un miembro más de los equipos en los que ha participado, “sin ninguna diferencia por el hecho de ser mujer”. El apoyo familiar y de los amigos lo han hecho posible. “Con alegría puedo decir que en mi caso particular ser mujer no ha representado ningún inconveniente en mi carrera profesional, tampoco ninguna ventaja, más bien ha sido una situación neutra: como debe ser”, comenta.
Amparo Marco Tobarra, de la Universidad de Alicante
Amparo Marco, de la Universidad de Alicante.
No hace mucho que ha regresado del Observatorio del Roque de los Muchachos de La Palma (Canarias). Allí Amparo Marco ha estado recogiendo imágenes y espectros luminosos de multitud de estrellas con el Telescopio Óptico Nórdico y con el Telescopio William Herschel, uno de los más productivos en la historia de la ciencia. Las estrellas son la gran pasión de esta astrónoma.
Amparo Marco Tobarra nació en Alicante en 1968. Fue su abuelo quien a los tres años le enseñó a diferenciar los astros del cielo y despertó en ella su interés por esta disciplina científica. “En aquella época todavía se podía ver desde los pueblos un número considerable de estrellas, y aún se podía sentir fascinación al contemplar el firmamento”, comenta.
La astrónoma recuerda que cuando tenía 16 años pasó el cometa Halley cerca de la Tierra y aquel acontecimiento, junto a la inauguración de los observatorios astronómicos de Canarias, le hizo plantearse seriamente la posibilidad de ser astrofísica. Así lo hizo. Tras licenciarse en Ciencias Físicas en la Universidad de La Laguna, en Canarias, volvió a su comunidad para doctorarse en el Departamento de Astronomía y Astrofísica de la Universidad de Valencia. Hoy compatibiliza su labor como profesora de Física en la Escuela Politécnica Superior de Alicante con sus trabajos de investigación dentro del grupo de Astrofísica del centro.
“Dedicarte a ambas cosas es como tener dos trabajos y, en mi caso, como destino a la enseñanza el máximo tiempo legal permitido, tengo que realizar buena parte de la investigación en mi tiempo libre”, se lamenta la astrónoma, que anhela poder reducir su labor docente para realizar mejor las dos tareas.
Como investigadora sus estudios se centran en las poblaciones estelares jóvenes, un tema del que habla con pasión. “Las estrellas se forman a partir de los finos granos de gas y polvo que pueblan el espacio interestelar. Durante millones de años estas diminutas partículas se van concentrando por la acción de la gravedad y terminan por formar grandes conglomerados, nubes moleculares que se extienden por distancias tan grandes que los kilómetros no significan nada y sólo se pueden medir en años luz (casi diez billones de kilómetros). Las nubes moleculares son tan tenues que podríamos atravesarlas sin darnos cuenta siquiera de que hemos entrado en una de ellas”, cuenta con misterio.
“Pero, al ser tan inmensos -la astrónoma prosigue su relato- estas nubes almacenan gigantescas cantidades de materia, y por una razón u otra, en algún rincón comienza a amontonarse material y, al final, un gran volumen de gas y polvo se desploma sobre sí mismo y se contrae hasta formar pequeños grumos. En pocos cientos de miles de años estos grumos alcanzan masas, presiones y temperaturas tan altas que ponen en marcha los grandes hornos nucleares que dan vida a las estrellas”.
Marco estudia los cúmulos estelares, agrupaciones de estrellas que acaban de nacer, “unos excelentes laboratorios donde se pueden estudiar los procesos de formación y evolución estelar”. Para realizar esta tarea la investigadora tiene que “competir” con otros científicos para obtener tiempo de observación en los grandes telescopios, como el Óptico Nórdico y el William Herschel de Canarias. La otra parte del trabajo consiste en el análisis de los datos y la preparación de las publicaciones, que ya realiza en su centro de trabajo habitual en la Universidad de Alicante.
Marco ha detectado que cuando se es estudiante en la Universidad no se aprecia ninguna diferencia entre el trato a hombres y a mujeres, “pero cuando te incorporas como profesional y empiezas a trabajar en un ambiente en que la mayor parte de los compañeros son hombres, comienzas a percibir una actitud bastante diferente”.
“En un mundo dominado por hombres, se da preferencia a los hombres para asumir tareas de representación y toma de decisiones, por lo que es más fácil su promoción”, denuncia Marco, “mientras que las mujeres tienen que demostrar mucha más valía para llegar al mismo nivel”. A pesar de ello la astrónoma es optimista y espera que la situación cambie gracias, entre otros factores, a las políticas que en la actualidad se están desarrollando en la universidad pública española para favorecer la presencia de la mujer en el ámbito académico.
Francesca Figueras, de la Universidad de Barcelona
Francesca Figueras, de la Universidad de Barcelona.
Este año Francesca Figueras, profesora de Astronomía y Astrofísica de la Universidad de Barcelona (UB), tiene que compatibilizar sus labores docentes con su cargo como coordinadora de “Ella es un astrónoma”, uno de los proyectos pilares impulsados por la Unión Astronómica Internacional y la UNESCO dentro del Año Internacional de la Astronomía 2009.
Según Figueras para lograr la igualdad de género en Astronomía hay que mejorar en muchos aspectos “porque los números cantan”: en España sólo el 26% de los investigadores en proyectos financiados son mujeres, un porcentaje que se reduce al 10% en el mundo amateur, y las estudiantes de ciencias en el Bachillerato siguen siendo muy pocas. En el mundo sólo una cuarta parte de los astrónomos profesionales son mujeres, y existen además grandes diferencias geográficas, con unos países donde las profesionales alcanzan más del 50% y en otros donde apenas hay representación femenina.
“Las mujeres astrónomas debemos mostrar a los colectivos jóvenes que ejercer de investigadora profesional merece la pena, y debemos intentar que nuestro trabajo diario, nuestros logros en la vida familiar y profesional, les sirvan de ejemplo”, dice Figueras. La científica insiste en que es fácil ser mujer en este entorno “si tienes a tu alrededor, en casa, en el trabajo, en los amigos, un colectivo paritario, un colectivo que no distingue por sexos ni géneros, sino por vocaciones, ilusiones y responsabilidades”
A la astrónoma, que nació en Barcelona en 1958, le encanta charlar horas y horas con sus amigos, pero también dar largos paseos sola por las montañas. Figueras recuerda que su interés por la física nació en el instituto. “Me apasionaba el reto de razonar, deducir, interpretar, aunque no fue hasta el penúltimo año de carrera cuando me decidí por la Astronomía”, comenta, “aunque muchas veces he pensado que hubiera disfrutado igual profundizando en campos tan diversos como la física teórica o la geofísica”.
En cualquier caso ahora se siente afortunada por haber conseguido ser astrónoma. Su línea de investigación es el estudio de la estructura y la dinámica de la componente estelar del disco de la Vía Láctea. “El movimiento de las estrellas del entorno solar nos aporta mucha información sobre el origen, la composición y evolución de nuestra galaxia”, explica Figueras.
El equipo del que forma parte en la Universidad de Barcelona, donde ejerce desde 1991, está integrado por más de 30 científicos e ingenieros que participan en la preparación de la misión Gaia de la Agencia Europea del Espacio (ESA).
El satélite de esta misión, que se lanzará en 2012 a un millón y medio de kilómetros de la Tierra, observará de forma continuada el movimiento y la luz de mil millones de estrellas de la Vía Láctea, un 1% de su contenido estelar. Figueras está convencida de que en tres años habrá una revolución en los conocimientos de la galaxia espiral en la que vivimos.
“Me apasiona ver cómo nuestro conocimiento avanza a pasos de gigante, y cómo el desarrollo tecnológico camina de la mano de la física mas teórica. Me impresiona ver cómo somos capaces de llevar a cabo quimeras que tan sólo 20 años atrás parecían imposibles, aunque seguro que llegaremos mucho más allá”, confiesa la astrónoma.