No es de las más grandes, ni de las más pequeñas. Su temperatura no es excesivamente elevada ni tampoco fría. Ni siquiera se puede decir que sea joven o vieja pues está, más o menos, en el ecuador de su vida. El Sol es una estrella de las más normales que se pueden encontrar en el Universo. Aunque para los mortales pueda ser una fuente inagotable de energía, el responsable de la vida en la Tierra, o incluso un Dios, la gigante bola de gas que nos despierta cada mañana es una de tantas en medio del Universo.
“Tiene unos 4.600 millones de años y le quedan aproximadamente otros tantos”, comenta Manolo Vázquez, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). Su formación fue igual a la de cualquier otra estrella. Comenzó siendo tan sólo una nube de gas y polvo que por alguna razón comenzó a contraerse y todo ese material se fue concentrando en el centro de la nebulosa. Esto hizo que la temperatura comenzara a subir hasta que aquel aparente desorden ‘dio luz’ y nació el que hoy se conoce como el Astro Rey.
Las antiguas civilizaciones veneraban al Sol, gran poseedor de la furia y todopoderoso. Quizás este mito se les hubiese caído si por aquel entonces hubieran sabido que, como casi todas, es una estrella ‘de segunda mano’, es decir, que tiene material reciclado de otras estrellas. Los planetas surgieron alrededor suyo de la misma forma y son, de alguna manera, los pequeños pedacitos nunca utilizados que quedaron de la formación del Sol.
Un cariño especial
“Si hubiese que decir qué tiene de especial con respecto al resto de estrellas, la característica determinante de nuestro Sol sería simplemente esa, que está a nuestro lado”, explica Inés Rodríguez Hidalgo, astrofísica del IAC y profesora de la Universidad de la Laguna (Tenerife). Y es que ni su tamaño ni su masa la hacen especialmente singular, y eso que pesa 300.000 veces más que nuestro planeta.
Con su edad, cualquiera diría que es normal que le salgan manchas en la cara. Pero lo cierto es que “sólo son regiones más frías que los alrededores y por lo tanto se ven más oscuras”, explica Vázquez. Y es que el Sol posee campos magnéticos generados por corrientes eléctricas en su interior. Para entender este fenómeno resulta útil imaginarse un gigantesco imán cuya potencia aumenta y disminuye. La manifestación de este magnetismo en la superficie de la estrella son las manchas solares.
¿Y cómo produce el Sol tanta energía? La respuesta está en el interior del Astro Rey, a unos 15 millones de grados. Estas temperaturas tan elevadas junto a una alta densidad producen reacciones de fusión nuclear. “Se produce una transformación de los núcleos de hidrógeno a núcleos de helio”, explica Manolo Vázquez. Éste es el combustible que mantiene viva a la estrella. En el proceso se pierde un poco de masa y se libera bastante energía, que calienta al Sol y se propaga desde su núcleo hacia el exterior.
En este sentido, su maquinaria también funciona igual al resto de las estrellas. Incluso su muerte no tendrá, según los científicos, nada significativo que la diferencie a la de las demás. Y es que, como todo en esta vida, llegará el día en que el hidrógeno que existe en el núcleo del Sol se consuma completamente y entonces las reacciones de fusión nuclear ya no podrán continuar. Esto significará que el motor de la estrella se ha quedado sin carburante. Por ello, “empezará a contraerse para producir de nuevo más energía”, comenta Manolo Vázquez.
Cambio de carburante
Sólo de esta forma la estrella hará que aumente de nuevo su temperatura. Lo suficiente como para que empiece un nuevo ciclo. “Si antes se consumía el hidrógeno ahora, en su lugar, lo hará el helio”, explica Inés Rodríguez. Esta nueva combustión, más violenta, vencerá el efecto gravitatorio que anteriormente le hizo contraerse y hará que el Astro Rey se infle como una pelota llegando a engullir a Mercurio, Venus e incluso al planeta Tierra.
Esta fase convertirá al Sol en una gigante roja, una estrella altamente luminosa, de enormes dimensiones y cuyo color se debe a las bajas temperaturas superficiales. De esta manera, la bola de gas sufrirá una gran inestabilidad, las capas más externas serán expulsadas y sólo quedará el núcleo, formado por oxígeno y carbono resultante de haberse consumido también el helio. Sería una especie de ‘striptease solar’ en el Astro Rey se desprende de todo lo que lleva encima y queda desnudo en un acto de liberación en el que pierde gran parte de su masa. “El resultado será una enana blanca que con el tiempo se enfriará tanto que se oscurecerá y ya no será ni siquiera visible”, concluye Inés Rodríguez.
Por el momento, no hay por qué preocuparse pues todavía falta mucho para que todo esto ocurra. Eso sí, el día que el Sol muera, lo hará en la más estricta soledad porque, si tiene alguna particularidad es que es un astro solitario. “Es decir, no forma parte de un sistema binario o múltiple como un 60 ó 70 por ciento de las estrellas”, comenta Manolo Vázquez. Y es que, normalmente, éstas se organizan en pequeños grupos ligadas por una atracción gravitacional mutua.
A pesar de que el Universo este lleno de estrellas, y aunque existan centenares de soles esparcidos por el Cosmos iluminando otras tantos planetas Tierra que esperan con impaciencia ser descubiertos, el Astro Rey siempre tendrá para los humanos un significado especial y será, por muchas similitudes que guarde con el resto, una gran bola de gas única e irrepetible, a la que le debemos la vida. Como ya dijo Galileo Galilei “el Sol a cuyo alrededor giran tantos planetas... no se olvida de madurar un racimo de uvas”.