Conocimiento que hace cambiar el mundo

El mundo del siglo XXI es asimétrico y lleno de dicotomías. Norte, sur. Riqueza, pobreza. Progreso, subdesarrollo. Crecimiento, sostenibilidad. Conscientes de las diferencias sociales y económicas, estudiantado, profesorado, investigadores e investigadoras, y personal de la UPC hace tiempo que han decidido mejorar este contexto. ¿Cómo? A través de proyectos de cooperación y desarrollo. A lo largo de este año se han llevado a cabo 90 proyectos.

Proyecto Tengo una pregunta
Proyecto Tengo una pregunta

Creen que no es una utopía. Entienden que un mundo más justo y solidario es posible y que con su pequeña pero valiosa aportación pueden conseguirlo. La clave: transmitir conocimiento.

"Quería saber cuál podía ser nuestra aportación a este mundo y nada mejor, para hacerse una idea, que verlo desde dentro." Jordi Bonet es profesor de telecomunicaciones en la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Manresa (EPSEM) y coordina un proyecto de creación de una emisora de radio comunitaria en Koudougou, Burkina Faso.

La escolarización es un grave problema: la tasa es baja y, además, hay pocos centros educativos y existe masificación en las aulas. La radio, con una programación con contenidos sociales y educativos, suple esta carencia y, a la vez, da voz a organizaciones y colectivos que trabajan para la comunidad. "Me ha servido para ver con qué facilidad unos pocos conocimientos pueden ser útiles en países en vías de desarrollo", asegura Bonet.

Pero la experiencia de viajar a Koudougou con un grupo de estudiantado y de poner en marcha el proyecto con la denominada contraparte, una asociación local que conoce bien la realidad y las necesidades de la comunidad, les ha permitido darse cuenta de la complejidad de la cooperación. "Es fácil caer en la frustración al ver cómo cualquier acción requiere mucho tiempo para hablar, para decidir, para avanzar, para reunirse, para planificar. A veces es necesario cambiar el concepto inicial del proyecto, adaptarse a las posibilidades del país y desarrollar una vertiente de ingeniero de fortuna desconocida hasta aquel momento", explica Bonet.

"Para el estudiantado que llega con muchas ganas de actuar inmediatamente, esta moderación de las acciones comporta frustración en un primer momento —asegura Jordi Bonet—, pero después se dan cuenta de que la problemática de estos países acostumbra a ser muy compleja." En este marco, es esencial reflexionar sobre cuál será el impacto de la actuación que se quiere desarrollar: "Hasta que no se conoce el país y su gente, uno no es consciente de que los problemas van más allá de los puramente tecnológicos", afirma.

Alícia Tarado y Andoni González han superado estos problemas en su primera experiencia como cooperantes de la UPC. Estudian en la Escuela Superior de Agricultura de Barcelona (ESAB) y recientemente han vuelto de Nepal, donde han continuado un proyecto ya iniciado por otros voluntarios: un huerto ecológico en un orfanato en la localidad de Bhimphedi. Aseguran que la experiencia ha sido "increíble", a pesar de los tropiezos.

"Ya sabíamos que no sería llegar y besar el santo, aquí lo intentas milimetrar todo, pero asumes que allí será diferente", explica Alícia Tarado. El huerto ecológico sirve para que la cuarentena de niños y niñas del orfanato sean autosuficientes y mejoren su alimentación con verduras frescas y biológicas. "Sólo comen arroz y lentejas, y lo que buscábamos eran implicar a los niños en el huerto para que entendieran que cuidarlo es sinónimo de tener una alimentación más variada y equilibrada", explica.

Han trabajado duro y a pesar de las dificultades iniciales han plantado rábanos, pimientos, coliflores, espinacas nepalesas... "Al principio la implicación era poca, pero conseguimos motivar a un grupo de niños y niñas; de hecho, inventamos un juego para captar su interés. Algunos vieron que el trabajo del huerto es duro, pero después tomaron la iniciativa de plantar ellos solos, de utilizar las herramientas y de cuidarlo diariamente", explica Andoni González.

Sin salvar a nadie

Cuba, Venezuela, Brasil y ahora Madagascar. El profesor Josep Rafecas y el grupo de ingenieros eléctricos del Centro de Innovación Tecnológica en Convertidores Estáticos y Accionamientos (CITCEA) están acostumbrados a participar en proyectos de cooperación. "Lo único que les pedimos es que se impliquen. Nosotros no vamos a salvar a nadie. Vamos a transmitirles conocimiento y, si ellos reaccionan y se implican, continuamos."

Rafecas ha viajado este verano a Madagascar porque una ONG pidió ayuda a la UPC para constatar la viabilidad técnica de instalar placas fotovoltaicas en una cooperativa agrícola y artesanal de mujeres y niños y niñas en la localidad de Vontovorona. Ahora, el investigador redacta un informe que confirma la viabilidad porque las condiciones de la isla son favorables a las energías renovables y porque se dispone del material y del personal necesarios.

"Hice unas sesiones de formación a un par de personas. Una es el responsable de mantenimiento de la cooperativa y la otra se encargará de las placas, un joven capaz de hacerlo porque tiene conocimientos mínimos sobre el tema, aunque es una tecnología nueva para él. Puede aprenderlos porque estudia formación profesional de lampista y técnicamente está capacitado", afirma Rafecas, que añade que ha comprobado en otros proyectos en América Latina que lo que falta son recursos materiales y práctica.

"Necesitan reciclaje", concluye Xavi Marco al hacer la elaboración de un catálogo de edificios en los campamentos de refugiados saharauis. Marco es estudiante de la Escuela Politécnica Superior de Edificación de Barcelona (EPSEB) y con otro compañero ha realizado levantamientos de edificios y ha recopilado información del archivo del Ministerio de la Construcción de la República Árabe Saharaui Democrática.

"Será una herramienta de registro y de control de los edificios existentes, así como un primer marco de reflexión de cómo construyen para que puedan desarrollar la primera normativa constructiva. Desde los inicios de los campamentos, todos autoconstruían como podían y como querían. No les damos soluciones, ni les decimos qué deben hacer, sino que les damos unas pautas mínimas", puntualiza Marco.

En los campamentos saharauis también han formado a técnicos locales. Muchos de ellos se han titulado y formado en Cuba, pero hasta hace poco no han desarrollado su actividad profesional. "Si quieren construir desde cero deben tener una base. Les ayudamos porque les falta criterio profesional y esto afecta a la calidad de las viviendas", añade Xavi Marco.

No es una aventura pasajera
Kevin Penalva, licenciado en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB), quería vivir una realidad muy diferente. "Fui a Mozambique para hacer un curso que me servía para el proyecto de fin de carrera. Tenía claro que debía ser útil." Pasó cuatro meses en Maputo para hacer un estudio sociourbano exhaustivo de los barrios periféricos de la capital mozambiqueña.

A partir de los resultados, el gobierno local ha establecido un plan urbano integral de la capital y el arquitecto ha diseñado un centro de actividades comunitarias para el barrio de Magoanine, que incluye un espacio de formación profesional. "Es una prioridad del Ministerio de Educación formar técnicos cualificados en la construcción para reducir la tasa de desempleo y mejorar la calidad de las construcciones. La propuesta del centro permitirá la implicación más activa de la comunidad en la gestión del barrio. Lo he hecho con el máximo rigor y asegurándome que participen todos los agentes posibles."

Penalva tiene claro que es una iniciativa estimulante y aclara que "no es una aventura pasajera". Ahora, ha vuelto a Mozambique para estudiar la viabilidad real del proyecto y conseguir el compromiso firme de las administraciones.

Fuente: UPC
Derechos: Creative Commons

Solo para medios:

Si eres periodista y quieres el contacto con los investigadores, regístrate en SINC como periodista.

Artículos relacionados