Mientras lee estas líneas, miles de personas están escribiendo páginas de nuestra historia o retratando nuestra era a través de fotos, de blogs o micro-blogs, de páginas personales o de enlaces a cualquiera de las opciones anteriores. Incluso estas mismas líneas han entrado a formar parte de la masa de un inmenso contenedor de información de origen digital que sólo existe en la red, pero ¿qué sucederá en el futuro con todos estos datos? ¿Dónde se quedan las palabras que volcamos a un blog una vez lo abandonamos?
Incluso asumiendo que la gran mayoría de la información lanzada en este vertedero no es universalmente relevante, lo cierto es que no hay posibilidad de decir cuáles de estos bienes deberían ser conservados o cuáles representan mejor este momento de la humanidad. La UNESCO propuso en 2003 una serie de principios para garantizar la conservación del llamado Patrimonio Digital, y preservar de algún modo esta memoria.
En todo este debate siempre se cuestiona la manera en que la red debería organizar la información. Ahora estudios centrados en la llamada ‘arquitectura de la información’ intentan buscar la respuesta para preservar este patrimonio sin distorsionar o perjudicar el inevitable crecimiento exponencial de la información en red. A pesar de parecer como un inmenso mar de contenidos para el internauta, la arquitectura básica de la red, como su nombre indica, está formada por nodos (de entrada y salida) conectados entre ordenadores. Estas conexiones físicas se conocen como enlaces y es donde la información fluye, codificada en paquetes de caracteres y con datos de enrutamiento asociados. Por tanto, la información de internet no se encuentra en un puñado de discos duros, sino que está dispersa.
Javier Echeverría, sociólogo de la Universidad del País Vasco, ha concretado estas ideas en el estudio Cultura digital y memoria en red que ha publicado la revista Arbor Ciencia, Pensamiento y Cultura en junio de este año: “el patrimonio cultural de los diversos países, sea artístico, musical, archivístico, biográfico o de otro tipo, está siendo digitalizado por doquier, y no con la idea de conservarlo de forma duradera, sino para hacerlo accesible, o, si se prefiere, para incrementar su valor social”.
El mayor problema al que se enfrenta la información volcada a la red es la posibilidad de que en un tiempo no esté accesible: los dominios son cancelados, los enlaces se rompen o los contenidos se modifican y sustituyen sin guardar sus versiones previas. Además, la propia evolución de las tecnologías de la información y la comunicación hace que la forma de llegar a determinados contenidos quede obsoleta, aunque éstos sigan teniendo vigencia informativa, educativa y cultural.
Para Echeverría, la memoria es “un componente fundamental de cualquier cultura”, por lo que una de las tareas de los gestores de esta cultura digital debería ser preservar la memoria de estas primeras décadas de internet.
Hacia una biblioteca digital mundial
La UNESCO puso también en marcha, el pasado mes de abril, su biblioteca digital mundial para promover el entendimiento, ampliar los contenidos culturales digitales (en calidad y variedad), facilitar recursos didácticos o reducir la llamada brecha digital, para muchos expertos, el reto más importante al que nos enfrentamos en los próximos años.
El periodista mexicano Raúl Trejo Delarbre ha analizado los laberintos de la información en su blog Viviendo en el Aleph. Para este investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la UNAM, incluso los correos electrónicos pertenecen al llamado Patrimonio Digital: “Debería hacerse un esfuerzo serio para conservar registros de esas expresiones culturales, debería tomarlas en cuenta a todas, sin distinciones de calidad, originalidad, temporalidad o de cualquier otra índole”.
El principal problema para todas las iniciativas de recogida de datos digitales es elegir el criterio para clasificar la información. Se plantean muchas teorías sobre cuál es la estructura de la información en red más apropiada: horizontal, piramidal… Lo cierto es que muchos intelectuales, encabezados por el mediático Noam Chomsky han hecho ruido por la defensa de la net neutrality, un concepto que no depende tanto de qué contenidos se vierten sino de quién y cómo los clasifica.
Trejo afirma que “no tenemos la distancia y quizá tampoco el criterio suficiente para evaluar, hoy mismo, qué es importante y qué no lo es tanto entre las toneladas de bytes que circulan cotidianamente por la Red”. De ahí el esfuerzo de iniciativas como el Internet Archive, una web que pretende reunir todas las páginas que son subidas, incluso aquellas que luego son retiradas por sus autores o por los responsables de los servidores en donde han quedado alojadas. Para Trejo, “hoy en día resulta imposible saber qué será obsoleto, o qué resultará irrelevante para entender dentro de varias décadas el mundo que tenemos al comenzar el siglo XXI”.