Estudiaban su papel como indicador de pronóstico en ciertos tumores de mama y la siguieron hasta el envejecimiento y el Alzheimer. Y es que, del cáncer a la muerte neuronal, la misma proteína juega un papel fundamental y poco conocido. Investigadores del Grupo de Neurobiología y Envejecimiento de la Universidad de Oviedo estudian cómo actúa sobre el sistema nervioso la apolipoproteína D (apo D).
“Se ha constatado que los ratones modificados genéticamente para que su organismo produjera mayor cantidad de apo D tenían una vida más larga y estaban más protegidos frente al estrés oxidativo [una de las causas del envejecimiento] que aquéllos en los que se suprime genéticamente la producción de esta proteína”, explica Ana Navarro Incio, codirectora del grupo de investigación junto a Jorge Tolivia Fernández.
Pero éste no es el único resultado de un proyecto en que el equipo de la Universidad de Oviedo colabora con investigadores del Instituto de Biología y Genética Molecular (UVA-CSIC) y de la Universidad de Québec (Canadá): “Hemos estudiado la velocidad de regeneración del nervio ciático en ratones a los que se les ha lesionado. Y los ratones con expresión normal para apo D muestran una regeneración mas rápida que los que tienen dicha expresión inhibida”, afirma Jorge Tolivia.
Línea de futuro
Una vez que han observado la capacidad regeneradora de la apo D sobre el sistema nervioso periférico, los investigadores continúan estudiando sus efectos sobre el sistema nervioso central (médula espinal y encéfalo). De hecho, actualmente están desarrollando un Proyecto de I+D para estudiar la presencia y el papel de la apo D en cultivos celulares y en diversas neuropatologías humanas. Además, y como adelanta Jorge Tolivia, “Para conocer si la proteína tiene efectos positivos sobre la regeneración del daño neuronal en el cerebro, hemos solicitado un proyecto dentro del Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación del Principado, que consistiría en bloquear la arteria carótida en ratas para simular un accidente vascular o ictus en su cerebro y, posteriormente, tratarlas con apo D exógena [de origen externo]”.
No obstante, matizan que en caso de que la apo D tuviera capacidad regeneradora del sistema nervioso central, aún queda mucho trabajo por hacer antes de una posible aplicación terapéutica.
En España, existen muy pocos investigadores que trabajen en este campo. De hecho, señala Tolivia, a escala nacional sólo tiene noticia de un grupo de Valladolid que también estudia los efectos de la apo D sobre el sistema nervioso.
Efectos sobre el Alzheimer
Aunque forma parte del metabolismo normal de diversas especies, el verdadero “reino” de la apo D son las patologías del sistema nervioso, en las que se concentra en mayores cantidades. A principios de la década actual, el Grupo de Neurobiología fue el primero a escala internacional que localizó apo D en las placas seniles (los depósitos de Beta–amiloide que producen la degeneración y muerte neuronal características del Alzheimer).
Y, aunque en un primer momento los investigadores creyeron que contribuía al deterioro del cerebro, observaron que la cantidad de apo D era mayor en los vasos sanguíneos y áreas cerebrales que estaban en mejor estado. Paralelamente, en las zonas más deterioradas y que además presentaban niveles muy bajos o ausencia de apo D detectaron mayores cantidades de otra proteína similar (apo E), lo que les llevó a concluir que esta última contribuye a la degeneración neuronal mientras que la apo D desempeña un efecto neuroprotector.
“Es posible que la presencia de apo D en las placas seniles del Alzheimer, y en las paredes de los vasos afectados, se deba a un intento de proteger los vasos y las neuronas evitando la creación de depósitos de beta-amiloide y la consiguiente formación de los ovillos característicos de la enfermedad, que llevan a la muerte neuronal”, afirma Ana Navarro.
El cáncer dio la pista
La apo D es una proteína que aparece en elevadas concentraciones en determinados tipos de cáncer de mama. Desde los 90 se conoce esta relación, como resultado del trabajo conjunto desarrollado en Asturias entre el Grupo de Neurobiología y Envejecimiento y el Grupo de Bioquímica y Biología Molecular que dirige Carlos López Otín.
Ya entonces, la proteína mostró su “afición” por la ambigüedad: “en función del tipo de células y del tipo de tumor, la apo D juega un papel positivo o negativo, algo que nos recuerda que la biología no se rige siempre por reglas sistemáticas y generales”, explica Jorge Tolivia.