Salud reproductiva: una brecha que aún divide Europa

Según una investigación de Civio sobre 43 países europeos, 24 de ellos impiden que las parejas de lesbianas accedan a las técnicas de reproducción asistida. Además, en 16 países, las mujeres solteras tienen prohibido acceder a la inseminación artificial y en 12, a la fecundación in vitro.

Salud reproductiva: una brecha que aún divide Europa
Dos mujeres pasean con su bebé. / Adobe Stock

La discriminación contra las personas LGTBI persiste. Según una encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, publicada en 2020, un 37 % de las personas entrevistadas denuncia haber padecido discriminación en cuestiones de la vida diaria, como la vivienda, los estudios o el acceso a la salud. La situación es todavía peor para las personas trans (55 %) e intersex (59 %). Por desgracia, las banderas de la igualdad de trato y no discriminación por orientación sexual e identidad de género lucen hoy en Europa con demasiados agujeros por zurcir.

Podemos encontrar un ejemplo práctico de esta discriminación en relación con los derechos sexuales y reproductivos. Según una investigación elaborada por Civio, 24 países europeos impiden que las parejas de mujeres puedan acceder a las técnicas de reproducción asistida. Italia, Chipre, Eslovenia y Croacia prohíben que las mujeres lesbianas y bisexuales puedan utilizar la inseminación artificial o la fecundación in vitro. Las personas trans e intersex lo tienen incluso más difícil: muchas veces se ven obligadas a elegir entre el reconocimiento legal de su género o tener descendencia. 

24 países europeos impiden que las parejas de mujeres puedan acceder a las técnicas de reproducción asistida

Para el colectivo LGTBI, tener hijos mediante reproducción asistida no resulta un camino fácil en Europa. Tampoco lo es para las mujeres solteras: en 16 de los 43 países europeos analizados por Civio tienen prohibido acceder a la inseminación artificial y en 12, a la fecundación in vitro. A raíz del Día Internacional de la Cobertura Sanitaria Universal, merece la pena recordar que todavía hay miles de personas que no pueden utilizar técnicas seguras y eficaces por el simple hecho de ser quienes son o de contar con un determinado estatus personal.

La situación va cambiando poco a poco, aunque la desigualdad todavía perdure en muchas regiones europeas. Hace solo unos meses, Francia cambió la legislación para que todas las mujeres, con independencia de su orientación sexual o de su estado civil, pudieran acceder a la reproducción asistida.

En España, donde sí lo tenían permitido por ley, en algunas regiones las personas LGTBI y las mujeres solteras no podían utilizar los tratamientos costeados por la sanidad pública. Esto cambió a principios de noviembre, cuando se les dio acceso a la reproducción asistida través del sistema nacional de salud, aunque esa decisión llegó tres años más tarde de lo anunciado. Y todavía hoy, existen importantes diferencias por autonomías en función de la edad, el número de intentos financiados y otras barreras, como el copago del semen. 

Discriminación y exclusión en reproducción asistida

Los problemas de discriminación tienen consecuencias duras. A veces, las personas LGTBI se ven obligadas a mentir acerca de su identidad o de su orientación para esquivar las discriminaciones de la vida diaria.

En ocasiones, se recurre a prácticas peligrosas, como la autoinseminación artificial, que entraña riesgos para las mujeres y los bebés

En salud reproductiva, por ejemplo, muchas mujeres en Hungría ocultan su relación con otra mujer para poder acceder a la inseminación artificial o a la fecundación in vitro, técnicas que sí se permiten en el caso de las mujeres solteras. En otras ocasiones, se recurre a mantener relaciones con amigos o personas de confianza, pese a la falta de atracción, o a prácticas peligrosas, como la autoinseminación artificial, que entraña riesgos para las mujeres y los bebés.

Quienes pueden permitírselo, pagándolo de su bolsillo, viajan a otros países europeos para sortear las barreras de sus lugares de origen. España, República Checa, Dinamarca o Bélgica son algunos de los destinos preferidos del llamado turismo reproductivo. Solo en 2019, en España se realizaron más de 18.000 tratamientos de reproducción asistida a pacientes del extranjero, según datos del Registro de la Sociedad Española de Fertilidad. Estos ciclos, que se ofrecieron en la sanidad privada, se destinaron en buena parte a personas procedentes de Francia (39,7 %) y de Italia (21,7 %). 

España, República Checa, Dinamarca y Bélgica son algunos de los destinos preferidos del turismo reproductivo

También hay personas que recurren al extranjero por otros motivos. En Reino Unido, por ejemplo, es habitual buscar donantes de esperma de otros países debido a las largas listas de espera. En otras ocasiones, la razón para cruzar la frontera es acceder a una atención sanitaria mejor o más económica. Pero la falta de una cobertura universal en salud reproductiva sigue siendo una importante brecha que divide Europa. Y ello pese a que instrumentos como la Carta Europea de Derechos Fundamentales o el Convenio Europeo de Derechos Humanos prohíbe la discriminación que todavía hoy expulsa a miles de personas de acceder a la reproducción asistida.  

Ángela Bernardo es redactora en sanidad y políticas públicas en la Fundación Ciudadana Civio.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons.
Artículos relacionados