Estos días han llegado dos informaciones preocupantes desde el gigante asiático. La primera se refiere al cambio radical en la gestión de la pandemia de la covid y sus consecuencias en plena ola de contagios en el país. La segunda es la salida de la cárcel de He Jiankui, el creador de los primeros bebés modificados genéticamente mediante CRISPR. Ambas noticias son ejemplos de una “mala praxis” que afecta a la investigación científica y a la sociedad en general.
Recientemente, hemos recibido con preocupación dos noticias relacionadas con la ciencia desde China. La primera se refiere al cambio radical en la gestión de la pandemia del coronavirus y sus consecuencias. Después de que el gigante asiático hubiera mantenido durante tres años la política de covid cero en el país, el 7 de diciembre se produjo un cambio radical de su política sanitaria, lo que ha provocado la peor ola de contagios en el país.
Los medios de comunicación del partido en China han presentado el cambio como una salida estresante pero bien considerada, que abre el camino de regreso a buenos tiempos económicos. Las advertencias sobre los peligros del coronavirus han desaparecido rápidamente, reemplazadas por afirmaciones oficiales de que la variante ómicron es generalmente leve.
La semana pasada, las autoridades chinas reconocieron casi 60.000 muertes en el país en poco más de un mes. Sin embargo, las cifras son confusas. En página oficial de la OMS se informan de casi 11 millones de contagios totales y 34.000 muertes acumuladas, desde el inicio de la pandemia, mientras que en la web de la Universidad John Hopkins se habla de 4.8 millones de casos confirmados y 18.000 muertes totales.
El gobierno chino aprueba ahora vacunas y obtiene medicamentos occidentales después de rechazarlos. Los funcionarios, centrados antes en rehacer las cifras de casos, luchan por reunir recursos para hacer frente a una explosión de infecciones sin precedentes
El gobierno chino se apresura a aprobar vacunas y obtener medicamentos occidentales después de rechazarlos. Los funcionarios, centrados durante mucho tiempo en rehacer las cifras de casos, están luchando por reunir recursos para hacer frente a una explosión de infecciones sin precedentes.
Incluso al Partido Comunista chino, un virtuoso en el control de la narrativa, le resulta difícil vender la sacudida política que este escenario supone para la población. Los expertos en salud y funcionarios chinos que habían sido defensores de la política de covid cero han cambiado el tono. “Nuestra lucha contra la pandemia se encuentra en una nueva etapa y viene con nuevas tareas”, se dijo en la reunión del Consejo Nacional de Salud.
Los propios responsables del panel de expertos de covid-19 en la Comisión Nacional de la Salud de China, aseguraron que “de algún modo es imposible” determinar con exactitud cada fallecimiento en estos momentos, y concedieron que la forma más precisa de calcular la cifra sería comparando el exceso de muertes actual con el de años previos. Los canales periodísticos nos siguen mostrando hospitales colapsados, personal sanitario desbordado y enfermos graves en las puertas de hospitales abarrotados en China.
Sin embargo, es importante resaltar que, si nos centramos en las cifras ofrecidas por el gobierno chino, el 90,1 % de los pacientes fallecidos con covid reconocido tenían 65 años o más. Todavía suenan los ecos de las críticas recibidas por la estrategia de vacunación por edades en muchos países. Cabe destacar que los países que aplicaron esta estrategia de vacunación por edades, han sido capaces de contener las sucesivas olas de variantes de preocupación de forma más eficiente que los países que no lo han implantado. Este control se ha reflejado en menos infecciones y por supuesto menos fallecimientos. Otro ejemplo de país sin estrategia de vacunación por edades ha sido EE UU.
Cabe destacar que los países que aplicaron esta estrategia de vacunación por edades, han sido capaces de contener las sucesivas olas de variantes de preocupación de forma más eficiente que los países que no lo han implantado
La segunda noticia que hemos recibido de China es la salida de prisión de He Jiankui, el científico chino creador de los primeros bebés modificados genéticamente mediante la novedosa técnica de CRISPR.
Antes de que saltara el escándalo desde la comunidad científica mundial, Jiankui pensaba que había creado una nueva forma de controlar la epidemia del virus del sida, lo que podría proporcionarle el Premio Nobel. El científico fue sentenciado en 2019 a tres años de cárcel y a pagar una multa de tres millones de yuanes (380.000 euros). En un juicio celebrado por sorpresa y a puerta cerrada, un tribunal de Shenzhen declaró culpable de “llevar a cabo, de manera ilegal, la edición genética de varios embriones humanos con fines reproductivos”.
No obstante, todavía quedan muchas dudas sobre cómo pudo hacer lo que hizo y sobre quién le ayudó, tanto en China como en otros países. La supervisión médica de las tres niñas modificadas genéticamente sigue siendo la preocupación fundamental y poco o nada sabemos de ellas. Tampoco sabemos de los planes que tiene este científico para seguir su trabajo una vez libre y la financiación que pueda obtener.
El avance del conocimiento científico es un trabajo comunitario como hay pocos, ya que hablamos de una colaboración a nivel mundial. Cada paso adelante se debe a muchos otros tropiezos y pasos adelante de predecesores.
Necesitamos datos e información transparente y contrastada para poder seguir investigando y tomar decisiones sanitarias que afectan a millones de personas
La ciencia es una aventura colectiva donde los científicos andamos a hombros de gigantes. Esta expresión se utiliza para hacer un reconocimiento a las personas que han marcado unas pautas o han abierto caminos que no se habían transitado todavía y que han facilitado descubrimientos nuevos.
Los científicos nos basamos en datos publicados y contrastados con nuestros colegas profesionales para continuar con nuestra investigación. Las especulaciones y rumores son la peor de las influencias sobre la investigación científica. Las dos noticias anteriores son ejemplos perfectos sobre una “mala praxis” que afecta directamente a la investigación científica y la sociedad en general. Necesitamos datos e información transparente y contrastada para poder seguir investigando y para tomar decisiones sanitarias que afectan a millones de personas. Con estos ejemplos solo vamos saltando en el barro en vez de caminar a hombros de gigantes.
María Montoya es jefa del grupo de Inmunología Viral en el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CSIC) PTI Salud Global.