El barranco del Calabozo, un fenómeno geológico a escala humana

Una investigación ha descubierto un sorprendente fenómeno geológico que se produjo en las Islas Canarias en el siglo pasado y que, en contra de lo habitual en esta ciencia, tuvo lugar en un plazo de tiempo de no más de treinta años. El artículo en el que se describe ha sido elegido por la revista internacional Sedimentology para ilustrar la portada de su último número.

El barranco del Calabozo, un fenómeno geológico a escala humana
El barranco del Calabozo en Gran Canaria.

Durante la segunda mitad del siglo XX algunas de las plantaciones de plataneras de Gran Canaria se regaban con aguas procedentes de pozos y galerías. Estas aguas eran transportadas a las áreas de regadío por sistemas de tuberías o, en ocasiones, se dejaba salir el agua en las zonas altas y se recogía y distribuía en las zonas más bajas.

La composición química de estas aguas (ricas en bicarbonato, calcio, magnesio, sodio y sílice) junto con su alto contenido en CO2, condiciona que tanto dentro de las tuberías como a su salida se produzca una importante precipitación de minerales carbonáticos (esencialmente calcita).

En el caso del sistema de Calabozo, situado al Norte de la isla de Gran Canaria, está precipitación dio lugar a la formación de un sistema de piscinas y cascadas comparable en funcionamiento, aunque no en tamaño, a sistemas como Pammukale en Turquía o las más cercanas Laguna de Ruidera.

El sistema actualmente no es activo. Probablemente lo fue desde los años 50 a los 80 del siglo pasado, como sugieren los materiales de construcción de la tubería y el hecho de que se ha encontrado carbonato precipitado sobre un núcleo de poliestireno (EPS), que se patentó como Styroporâ en 1951.

El sistema actualmente no es activo. Probablemente lo fue desde los años 50 a los 80 del siglo pasado

El depósito carbonático de Calabozo es relativamente pequeño, unos 20 metros de altura y 10 de ancho, y se formó a partir del agua que salía por la tubería situada a media ladera (unos 215 m por encima del nivel del mar), la temperatura del agua podía alcanzar 31 ºC.

La circulación del agua por la ladera, relativamente vegetada, causó la formación de cascadas que formaron barreras rígidas como resultado de la precipitación del carbonato cálcico (calcita) sobre las estructuras vegetales (sobre todo tallos de planas superiores), este tipo de depósitos se denomina toba. Estas barreras o cascadas semicirculares generaron por detrás piscinas o estanques de 1 a 2 m de diámetro y que actualmente están secos.

Láminas de calcita

El rasgo más característico de estos depósitos son las calcificaciones (cubiertas carbonáticas) producidas alrededor de los tallos vegetales. Estas cubiertas son de dos tipos: las finas, de hasta algunos milímetros, están formadas por pequeños cristales de calcita de pocas micras y en ellas se preserva la microestructura de la planta, además contienen filamentos orgánicos y diatomeas; las cubiertas más gruesas dan lugar a estructuras cilíndricas (con diámetros de unos 4 cm y longitudes de 6 a 30 cm), que tienen un poro central que correspondía al tallo inicial que se ha descompuesto, sobre el que se observan numerosas láminas formadas tanto por cristales prismáticos como cónicos de calcita.

Estás láminas se agrupan de variadas formas y se pueden establecer cinco órdenes de laminación, en función del espesor y del número de láminas. Esta laminación refleja el crecimiento cristalino discontinuo y controlado por los periodos en los que el agua circulaba aguas abajo para regar las plataneras y por tanto es posible relacionar los distintos órdenes de la laminación con las pautas de regadío.

El sistema de tobas de Calabozo muestra cómo la actividad humana puede contribuir a generar depósitos sedimentarios únicos

Así, las laminación más fina (láminas de 0,002 y 0,008 mm) refleja el regadío diario, mientras que las más gruesas (1,3 a 2,5 mm) representan los periodos de regadío discontinuo de unos tres años seguidos de largos periodos de no funcionamiento del sistema.

Además, el estudio muestra que en los periodos con menor cantidad de agua y mayor evaporación (interrupción del regadío) aumentan tanto el contenido en magnesio de los minerales formados y en ellos se observan numerosos rasgos producidos por microbios. La tasa media de precipitación mineral (crecimiento) es de 0,7 mm/año, pero hay que tener en cuenta que en los periodos sin regadío no había agua y por tanto no se formaban los minerales. Por lo que tasa de precipitación si descontásemos los periodos sin agua sería mucho más alta (3- 5 mm/año).

En resumen, el sistema de tobas de Calabozo muestra cómo la actividad humana puede contribuir a generar depósitos sedimentarios únicos, cuyas características, entre ellas la laminación y la distribución de los distintos elementos químicos en los minerales, es el resultado de los distintos ciclos de regadío. Pero quizás lo más llamativo es que en este sistema antrópico (su formación está inducida por la actividad humana) la tasa de precipitación mineral es relativamente alta, y nos permite contemplar procesos geológicos (la formación mineral) a una escala de tiempo humana.

Ana María Alonso Zarza es catedrática de la Universidad Complutense, presidenta de la Sociedad Geológica de España y coautora del artículo publicado en Sedimentology junto a Álvaro Rodríguez Berriguete, Rebeca Martín García y María del Carmen Cabrera.

Fuente: SINC
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