En febrero de 1909, un grupo de estudiantes de Medicina liderados por el catedrático de Anatomía Peregrin Casanova y Ciurana (Universidad de Valencia) ya organizó un homenaje a Darwin, que este año duplica los años. El autor recuerda la importancia del científico, pero no olvida otros nombres como el del naturalista inglés Alfred R. Wallace, o el del catedrático de Anatomía en la Universitat de València Peregrin Casanova y Ciurana.
En la historia de la ciencia hay nombres que han brillado tanto que, en su fulgor, han dejado en la penumbra otros que, a pesar de ser importantes, no han conseguido la fama y el reconocimiento general.
Se dice que, a diferencia del arte, en la ciencia, si la teoría explicativa de un fenómeno no la descubre un científico, tarde o temprano la sacará a la luz otro. Más aún: a veces los descubrimientos científicos no tienen repercusión en ese momento, pero es después, cuando cambian las circunstancias políticas, culturales y científicas, que logran el eco merecido.
Sin Picasso no existiría el Gernika ni sin Beethoven el Himno a la Alegría. Pero sin Einstein existiría igualmente una teoría de la relatividad. Todo el mundo relaciona el nombre de Charles R. Darwin con la teoría evolutiva de la selección natural. Lo que es menos frecuente es recordar que otro naturalista inglés, Alfred R. Wallace, tuvo la misma idea. El próximo 1 de julio se cumplirán 150 años de esta teoría que Darwin y Wallace comunicaron conjuntamente a la Sociedad Linneana de Londres. Y la Universitat de València lo conmemorará presentando un nuevo volumen de la colección Breviarios, pulcramente editado por Publicaciones de la Universitat, donde se reúnen varios textos de ambos autores.
Por una parte, se trata de rescatar del olvido a quien es considerado como el iniciador de la biogeografía y un excelente científico por méritos propios. Wallace siempre ha estado a la sombra de Darwin, desde el momento en el que, aún bien joven, envió un manuscrito desde Indonesia, pensado y escrito en una semana, explicando a Darwin su idea sobre la selección natural. Un hecho insignificante que aceleraría los planes de publicación de un trabajo madurado pacientemente por Darwin a lo largo de 20 años: su libro El origen de las especies. Con todo, en la comunicación a la Sociedad Linneana ambos compartieron la firma, en un ejemplo de noble colaboración científica.
Sin embargo, esta presentación también será un prólogo para las diferentes actividades programadas para 2009 en el bicentenario del nacimiento de Darwin y el 150 aniversario de la publicación del libro ya citado, que trastocó la historia de la ciencia: El origen de las especies.
Darwin entró por la Universidad de Valencia
Hace 100 años, en febrero de 1909, un grupo de estudiantes de medicina, liderados por nuestro catedrático de Anatomía Peregrin Casanova y Ciurana, organizaron un homenaje a Darwin en su centenario. De aquellos actos nos han quedado una placa conmemorativa (que se conserva en el Instituto López Piñero de Historia de la Medicina y de la Ciencia), la información y documentación de un acto académico presidido por Unamuno, los textos publicados en la revista Tribuna Medica y una jugosa polémica en los diarios de la época, como muy bien nos han explicado los historiadores Thomas Glick y José María López Piñero. Una polémica pública, por cierto, con una dosis exagerada de política y una falta casi total de ciencia.
No fue ninguna casualidad que aquel fuera el único homenaje público a Darwin en la España de principios del siglo XX: los historiadores han convenido que el darwinismo entró en España por la Universitat de València difundido por varios profesores, como el mencionado Casanova, amigo y discípulo de Haeckel, e impregnó el trabajo de científicos como Santiago Ramón y Cajal a su paso por nuestra universidad.
Un siglo después, la Universitat de València tiene un protagonismo remarcable con su docencia, investigación y divulgación científica sobre evolución, especialmente a través del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva, un centro de investigación singular en el panorama europeo. Y, por ello, le corresponde liderar unas actividades con la máxima incidencia social e internacional, alejadas de las polémicas estériles y edificadas sobre la base más sólida: una investigación científica notable y contrastada.
Manuel Costa (Carcaixent, 1938) es catedrático de Botánica de la Universitat de València y ex−vicerrector de Política Científica y de Relaciones Internacionales. Sus trabajos revitalizaron con nuevas ideas el estudio de la Botánica. Es autor de La vegetació al País Valencià, uno de los mejores ensayos de divulgación de la botánica del territorio ibérico. En 2001 recibió la medalla de la Universitat en reconocimiento a su labor docente e investigadora y por su trabajo en la recuperación del Jardín Botánico de Valencia.