Investigadores del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Yale (EE UU) y una empresa ubicada en el Parque Tecnológico de Boecillo han desarrollado una nariz electrónica que detecta explosivos y localiza enfermedades en seres humanos. Las conclusiones de esta investigaación aparecen en el Journal of the American Society for Mass Spectometry.
Según explica Juan Fernández de la Mora, miembro del equipo de la Universidad de Yale y coautor de este artículo, el olfato tiene “un importante valor biológico” y es un sentido “poco desarrollado en el hombre”, por lo que es necesario implementar instrumentos “con mayor capacidad”.
La colaboración entre la universidad estadoundense y la empresa vallisoletana para la realización de este proyecto surge poco después del 11-M, fecha en que un atentado terrorista se cobró la vida de casi 200 personas en Madrid. El hermano de Juan Fernández de la Mora, Gonzalo, es especialista en desarrollos tecnológicos en materia de seguridad. “Hablamos de realizar una operación interesante, unir su experiencia en tecnología para la seguridad con la mía académica y científica”, recuerda el investigador de la Universidad de Yale, quien señala que al interés de la compañía en defensa antiterrorista se unió el de la institución académica en temas médicos.
La nariz electrónica tiene su fundamento en la medición de la carga de los vapores que se encuentran en la atmósfera. Cuando las moléculas que lo componen están cargadas eléctricamente su masa se mide “con gran precisión” y pueden detectarse sus compuestos, incluso cuando se trata de partículas “con un peso pequeñísimo”. Por ello, el sistema implementado “ioniza mediante electrospry” los vapores a analizar, una técnica por la que se “bombardean” gotas cargadas eléctricamente.
El dispositivo es capaz de detectar los vapores emitidos por la piel humana y que están compuestos en su mayoría por ácidos grasos, que son sustancias “muy poco volátiles”. De esta forma se podrían distinguir “anomalías” en humanos, o lo que es lo mismo, patologías que componen unos determinados vapores. Además, los vapores humanos “son marcadores con una riqueza enorme”, es decir, cada persona tiene el suyo característico, lo que abre las posibilidades de estos dispositivos a la detección de individuos. “Se han comprobado muchísimas cosas interesantes, hemos visto sustancias como acetona o hidrocarburos, de gran complejidad química, y ácidos grasos como oleico”, apunta.
Pese a que ya se han desarrollado “narices” similares en el mundo, Juan Fernández de la Mora señala que la principal baza de su dispositivo radica en la potencia, ya que es capaz de detectar, por ejemplo, cantidades de explosivos “mil veces más pequeñas que en el pasado y de una forma más rápida”.
Tras tres años de trabajo, se ha logrado también “una capacidad de medida casi instantánea”, frente a otros sistemas parecidos que tardan “dos o tres horas” en ofrecer resultados. En cuanto al proceso de comercialización del proyecto, en estos momentos “uno de los prototipos se está sometiendo a pruebas en organismos europeos” y se iniciará cuando éstas se superen.