Dicrocoelium dentriticum es un parásito trematodo hepático que produce la dicroceliosis, una de las enfermedades parasitarias con mayor incidencia en ovejas que afecta a la salud y la producción del ganado. Investigadores de la Estación Agrícola Experimental (CSIC) de León analizan el ARN de las formas adultas del parásito para discernir qué proteínas son los antígenos característicos de la infección y, así, conseguir vacunas que actúen contra ellos.
Este trabajo es continuación de otras investigaciones realizadas por el Grupo de Parasitología del centro leonés (diagnóstico de la dicroceliosis, epidemiología, control estratégico, alteraciones provocadas por Dicrocoelium en sus hospedadores y respuesta inmune de los mismos). En este proyecto, financiado por la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (CICYT), los investigadores tratan de obtener antígenos recombinantes que puedan servir como vacunas frente al parásito y también para el diagnóstico.
Para ello, “se realiza una extracción del ARN del parásito adulto, recolectado de ovejas infectadas”, comenta a DICYT Yolanda Manga González, responsable del grupo de investigación. A partir de este material genético, se construyen librerías de cADN, una técnica que, “en lugar de trabajar con el ADN genómico, donde está toda la información genética, utiliza el ARN, que contiene la información de las proteínas que, en ese momento y situación fisiológica, se están expresando”, explica Baltasar Miñambres Rodríguez, investigador del grupo.
Librerías de cADN
“Las librerías de cADN son una especie de foto fija de la situación fisiológica de la célula”, explica el científico, que trabaja en el centro del CSIC leonés a través del programa Ramón y Cajal. “Con organismos eucariotas (que tienen su material genético contenido en el núcleo celular) se trabaja con librerías de cADN porque hacerlo con las totales es muy complicado, ya que un gen tiene partes que no contienen información, lo que no es práctico”, continúa Miñambres. Al copiarse a ARN, el llamado ‘ARN mensajero’, queda sólo la información genética que codifica la proteína, que en última instancia es quien genera una función.
Esta técnica “permite ver situaciones fisiológicas diferentes del parásito”, argumenta el investigador. “En vez de trabajar en estadios donde no infecta, podemos estudiarlo justo cuando produce la infección hepática”. “Queremos discernir qué moléculas son específicas de la infección porque, además de para el diagnóstico, se pueden utilizar como vacunas”, resume.
Vacuna única
La dificultad del proceso estriba en identificar proteínas de calidad para, utilizando una bacteria modificada genéticamente, conseguir que produzca esa molécula en grandes cantidades, ya que, por métodos tradicionales, “se consiguen cantidades mínimas”. “Si para el diagnóstico es importante tener antígenos específicos”, comenta Yolanda Manga, “para obtener vacunas tal vez no lo es tanto. Si varios parásitos comparten el mismo antígeno y éste induce protección frente a todos ellos la vacuna podría ser única”, confía la investigadora.