Gonzalo Calvo Pérez

El ejemplo de Google aún está lejos de ser modélico, dado que se basa, a fin de cuentas, en un concepto de la ciencia museístico poco o nada interactivo, por mucha realidad virtual que vendan (no olvidemos que Google no sólo vende los datos de nuestras búsquedas, sino que vende terminales telefónicos). Visitar un museo anticuado en su filosofía, ya sea en persona o mediante realidad virtual, es siempre una pobre experiencia. La gran mayoría de los museos, especialmente en nuestro país, aún se dedican a la sistemática, a la ciencia catalogo, ya sea mostrando especies fósiles, animales disecados o modelos estáticos, con paneles de lectura, y algún video, dentro de edificios más o menos amplios o majestuosos. Nada de esto supone en sí una actividad pedagógicamente o didácticamente adecuadas ni motivantes, por mucho que nos lo pongan bonito. La ciencia es otra cosa, y sin gastar en terminales, ni en visitas organizadas, se pueden realizar actividades de aprendizaje y trabajo mental infinitamente más fértiles. Pero claro, ahí las empresas meten poca mano.