El agua potable no es accesible de forma segura en todos los países, aunque constituya un bien elemental para el ser humano. Un informe reciente ha comprobado que, en el caso de Kazajstán donde, según la ONU, se dispone de agua segura en un 90%, persiste el número de personas que sufren de hepatitis o gastroenteritis debido al mal estado del agua que consumen. Según el informe, el número de personas real que accede al agua potable segura desciende hasta el 30% en el país euroasiático.
Como respuesta al grave problema al que se enfrenta numerosos países en el mundo a causa de la contaminación del agua potable, las Naciones Unidas, a través de los organismos que promueven los Objetivos del Desarrollo del Mileno (MDG por sus siglas en inglés), decidieron reducir a la mitad el número de personas sin acceso a agua potable y saneamiento seguros antes de 2015. De este modo, se reduciría la pobreza y la mortandad infantil. Sin embargo, los científicos sostienen que queda mucho por hacer.
El nuevo estudio, elaborado en parte por investigadores de la Universidad de Nottingham, demuestra que la definición ofrecida por los MDG es limitada y puede inducir a error. Según la ONU, en Kazajstán, más del 90% de sus habitantes tendrían acceso al agua segura, cuando, en realidad, la definición no tiene en cuenta la distribución, el suministro, la calidad y la fiabilidad del suministro. Los investigadores han considerado estos factores en su estudio y han llegado a la conclusión que sólo el 30% de los kazajos tienen acceso al agua segura.
Sarah O’Hara, profesora de geografía de la Universidad de Nottingham, afirma que: “La definición internacional aceptada de suministro de agua mejorado se centra fundamentalmente en la distancia al suministro, y la cantidad de agua que puede suministrar. Por ejemplo, una conexión doméstica cumpliría la definición de suministro de agua segura. No obstante, nuestros estudios indican que el hecho de que una vivienda en Kazajstán disponga de agua corriente no quiere decir que el agua sea segura”.
Uno de los mayores problemas que revela el informe son los cortes en el suministro de agua. Más del 70% de quienes respondieron a la encuesta manifestaron que el suministro de agua se interrumpía habitualmente, porcentaje que aumenta hasta el 97% en ciertas áreas. Las interrupciones tienen una frecuencia de hasta 14 días al mes, y los cortes individuales tuvieron duraciones de hasta 12 horas.
Como núcleo de la preocupación sanitaria se plantean diversos problemas. “En primer lugar, existen los problemas sanitarios evidentes asociados a la incapacidad de tirar de la cadena del inodoro o lavarse las manos. Pero también es significativo el hecho de que cuando no fluye agua por las tuberías, la falta de presión facilita la entrada de contaminantes en los circuitos a través de grietas y juntas defectuosas, dando lugar al desarrollo de bacterias. También hemos descubierto que algunas tuberías de suministro de agua se han instalado en las mismas zanjas que las tuberías de aguas residuales, lo que puede dar lugar a contaminación cruzada si se interrumpe el suministro de agua”, explica O’Hara.
El informe muestra además que las preocupaciones por la salud son compartidas por los habitantes de este antiguo país soviético. Incluso en las viviendas que disponen de agua corriente, el 53% de las personas trata el agua hirviéndola. Ese porcentaje sube hasta el 56% en las zonas en las que el suministro es intermitente y se ha informado de gastroenteritis.
Otros casos como el de Kazajstán
La profesora O’Hara cree que hay muchas probabilidades de que el resto de los países de la antigua Unión Soviética se enfrenten a riesgos similares, con situaciones parecidas a las del país euroasiático.
Según los autores del informe, “resulta alentador que el gobierno de Kazajstán haya aceptado los resultados de la encuesta, y en la actualidad esté planificando una estrategia de inversiones para hacer frente al problema, utilizando la información aportada”.
No obstante, O’Hara manifiesta su inquietud: “Evidentemente, nos satisface mucho la respuesta del gobierno de Kazajstán, pero existen preocupaciones más profundas en este campo. Creemos que el estudio revela que la definición de la ONU sobre la seguridad del agua es excesivamente rígida, y es fácil para los gobiernos tomar las medidas mínimas para cumplir esta norma internacional, cuando en términos efectivos están ignorando el problema”. Concluye que “la ONU debe revisar este problema y examinar cuidadosamente cómo monitorizar el progreso”.