Los expertos aseguran que el sistema de siembra directa, por el que se deposita el grano a pocos milímetros de la superficie en vez de utilizar un arado, proporciona una serie de beneficios al terreno que no aporta el sistema convencional. “Al no remover el suelo, no se cambia su estructura, por lo que se matiene, por ejemplo, la composición de limos”, describe Pedro Manuel Díaz, profesor de la Universidad Católica de Ávila (UCAV).
No es el único beneficio que reporta la siembra directa, según estos especialistas: en líneas generales aumenta la fertilidad el suelo, favorece la mayor recarga de los acuíferos y fija CO2 atmosférico. Un proyecto de investigación de la UCAV pretende comprobar sobre el terreno, en dos comarcas abulenses, las bondades de este sistema y compararlas con el método convencional.
El proyecto de los profesores Pedro Manuel Díaz Fernández y Fátima Carrera comenzó a partir de una petición de Javier Martín, presidente de la Asociación Abulense de Agricultura de Conservación (AAAC), que quería comprobar las ventajas de la siembra directa que su organización defiende. El proyecto pretende estudiar cómo la siembra directa influye sobre los suelos de parcelas las comarcas de La Moraña y Tierra de Arévalo, donde se concentra la actividad de estos agricultores. Para su desarrollo ha obtenido una beca de la Asociación de Amigos de la Universidad Católica de Ávila, financiada por Caja Madrid.
Díaz explica que, además la siembra directa “mejora la fertilidad a largo plazo de los terrenos” respecto a la roturación, yaque no oxida el material orgánico del suelo como lo hace el arado. A largo plazo, el suelo sembrado con métodos convencionales “pierde material fino como el limo”, mientras que la siembra directa evita esta erosión. Este sistema, empleado ya en campos cerealistas de Ávila, Valladolid, Burgos o Córdoba, consigue “retener el CO2 atmosférico, lo que sirve para combatir el cambio climático”, mantiene “el complejo arcillohumídico del suelo (como el sodio, potasio o fósforo)”, lo que ahorra costes en abonos, y su comportamiento hídrico “es diferente”. “El suelo labrado se suele saturar de agua, mientras que aquí se tarda menos en colmatar, por lo que a largo plazo ayuda a recuperar acuíferos”. El mayor inconveniente que observa el experto está “en el rendimiento agrícola”.
La investigación trata de verificar estas premisas comparando siembras directas con análogos convencionales y midiendo parámetros edáficos como el pH, la conductividad, la estructura del suelo (arcillas, limo y arenas), el contenido de fósforo y nitrógeno y de materia orgánica. La investigación empezará en junio, tres meses antes de la siembra.
Aunque en estos momentos los miembros del proyecto de investigación se encuentran diseñando el muestreo y contactando con agricultores para el desarrollo del análisis de los parámetros edáficos de suelos sometidos a siembra directa, también piensan en la continuación de la iniciativa. El camino trazado pasa por la creación de una parcela de ensayo, para lo que requieren financiación.El campo de ensayo pretende, según explica Pedro Manuel Díaz, “comparar con mayor efectividad las diferencias entre la siembra directa y la tradicional”. El diseño experimental pretende separar por sectores contiguos tres tipos de espacios en la parcela: una de siembra directa, otra de convencional y una tercera sin nada, donde crezca el pasto.