Al margen de la especie Onchocerca volvulus, causante de la oncocercosis humana o ceguera de los ríos, se han descrito en todo el mundo alrededor de 40 casos de infección por otras especies de gusanos nematodos Onchocerca que típicamente afectan a animales, según un equipo de científicos españoles que ha evaluado las probabilidades de transmisión desde un hospedador animal a otro humano a través de un vector.
En un momento como el actual, en el que la pandemia de covid-19 ha puesto sobre la mesa la imperante necesidad de controlar a los agentes infecciosos que, en cualquier momento, pueden dar el salto de animales a humanos, un equipo de investigadores del Instituto de Ganadería de Montaña (IGM), centro mixto del CSIC y la Universidad de León y el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), ha puesto el foco sobre el gusano nematodo Onchocerca y todas sus especies.
Hasta hace unos años, solo la especie Onchocerca volvulus –causante de la oncocercosis humana o “ceguera de los ríos”– se había descrito en humanos. Pero en los últimos tiempos, se han registrado en todo el mundo alrededor de 40 casos de infección en humanos por otras especies de Onchocerca que típicamente solo afectan a animales. Esta situación llama a la necesidad de tomar las medidas oportunas para que estos casos, aparentemente aislados, no se conviertan en habituales, como advierte este equipo de investigadores.
“Los principales hospedadores de Onchocerca son los ungulados –el grupo de animales cuyas patas terminan en pezuña–, aunque algunas especies también se encuentran en cánidos como lobos o perros, en felinos como gatos y en humanos, como es el caso de la especie O. volvulus”, explica la investigadora del IGM Maria Cambra Pellejà, primera autora del estudio publicado en la revista Pathogens.
Así, este género de nematodos se extiende prácticamente a lo largo y ancho del mundo. No obstante, su presencia es más acuciante cerca de ríos rápidos y arroyos ya que sus vectores, los animales que los propagan, como son las moscas negras, se crían en estas zonas.
“En animales, los parásitos se encuentran fundamentalmente formando nódulos subcutáneos en la piel, que se originan por la presencia del parásito y por la reacción inmune que activa el cuerpo. Las larvas se suelen localizar libres en la piel e incluso llegar a los tejidos oculares”, recuerda Cambra Pellejà, quien detalla que es más frecuente encontrar estas infecciones en animales adultos.
En concreto, la oncocercosis humana está clasificada como enfermedad tropical desatendida o ETD, un grupo de enfermedades infecciosas que afectan a millones de personas en las zonas más pobres del mundo. Según la OMS, en 2017 había cerca de 20 millones de personas afectadas por esta enfermedad, la mayoría en países del África subsahariana aunque también en Yemen, Brasil y Venezuela.
O. volvulus, transmitido por la mosca negra, origina picor intenso, erupciones cutáneas que pueden llegar a ser desfigurantes en los casos más graves e incluso trastornos visuales que pueden dar lugar a ceguera permanente, por eso también se le conoce como “ceguera de los ríos”. Su incidencia es tal que constituye la segunda causa infecciosa de ceguera a nivel mundial. Incluso, advierte la investigadora del IGM, “estudios recientes asocian además a la oncocercosis con epilepsia, sobre todo en niños y adolescentes, con brotes muy característicos, lo que da lugar a una morbilidad muy alta”.
En este contexto, el equipo de investigadores ha realizado una amplia revisión de literatura científica sobre las infecciones causadas por las especies de Onchocerca en animales y ha situado en conjunto cada especie con los distintos hospedadores, para evaluar qué posibilidades hay de que cada una de ellas pueda transmitirse de un hospedador animal a uno humano a través de un vector.
Asimismo, han analizado la capacidad de que las especies de Onchocerca que a priori no afectan humanos produzcan síntomas clínicos y han reflexionado sobre si estas infecciones pueden ser consideradas como enfermedades zoonóticas emergentes o si, por el contrario, solo se han producido casos esporádicos. Y estos son sus resultados.
“Vimos que se habían descrito 40 casos en todo el mundo de infecciones en humanos por algunas especies de Onchocerca que se encuentran típicamente en animales, todos ellos recogidos en la región norte del globo”, apunta la científica.
“La mayoría involucra parásitos adultos inmaduros de los que no hay evidencia que sean fértiles, aunque recientemente sí se han registrado casos de algunos parásitos adultos que sí lo son, o bien porque se ha observado que sí es posible que se reproduzcan en humanos, o bien porque se han encontrado nematodos en adultos con espermatozoides en su interior en el caso de los machos o con el útero lleno de larvas en el caso de las hembras, lo que indicaría que su ciclo biológico sí se ha podido completar dentro de los humanos”, recalca. Esta situación marcaría “un precedente” respecto a la posibilidad de que estas especies propias de animales “se pudieran establecer en humanos”, asegura.
Las especies de Onchocerca que podrían ser fértiles en humanos se encuentran comúnmente en ciervos, perros o jabalíes, animales muy cercanos a los humanos, sobre todo en el caso de los cánidos. “Hay diferentes factores que podrían favorecer el salto a los humanos”, continúa la investigadora del IGM.
“Que la prevalencia de Onchocerca en los animales sea elevada; que el efecto del ser humano sobre los ecosistemas afectara a estos animales, como está ocurriendo con el cambio climático, la deforestación o la urbanización, lo que hace que su hábitat se expanda y se favorezca el contacto entre ellos y humanos más frecuentemente; o que la distribución de los vectores afectados por estas mismas alteraciones se amplíe”, subraya, poniéndolos en contacto “con nuevos hospedadores”.
La investigadora narra un caso muy relevante descrito en la literatura, en el que una especie de Onchocerca propia de animales se ha encontrado invadiendo la medula espinal humana, es decir, el Sistema Nervioso Central, algo que no se había observado nunca antes. No obstante, estas especies encontradas esporádicamente en humanos no han dado lugar, según lo descrito en la literatura, ni a ceguera ni a episodios de epilepsia. Pero los investigadores dejan esa posibilidad abierta.
Por todo ello, insisten en que la incidencia de las enfermedades potencialmente zoonóticas aumenta cuando humanos y animales viven en contacto, es decir, cuando ocupan una misma región geográfica.
“Creemos que las estrategias que se deben adoptar para intentar disminuir la frecuencia de estos casos se deben centrar en reducir la frecuencia de los contactos, lo que se puede conseguir con diversas medidas como la identificación de larvas de Onchocerca que sean infectivas dentro de las moscas para evaluar la tasa de infección en una zona; la evaluación de otros posibles vectores que pueden transmitir el parásito; o conocer la prevalencia de las distintas especies de Onchocerca tanto en los hospedadores silvestres como en los animales domésticos (perros, ganado, etc.), sobre todo cuando comparten hábitat con humanos”, indican los autores.
También inciden en las medidas de planificación, por ejemplo, definiendo las áreas que compartimos humanos y hospedadores animales y cómo las estamos alterando como consecuencia del cambio climático o la deforestación; así como la adopción de estrategias de salud pública.
“Creemos en el enfoque ‘Una salud’ que tiene en cuenta a humanos, animales y medio ambiente como un conjunto. No es efectivo realizar una intervención solo dirigida a humanos si tienes un reservorio animal que está manteniendo la infección”, concluye la primera autora de este trabajo. Este enfoque también debería contemplarse en la actual pandemia.
Referencia:
Cambra-Pellejà, M. et al. “Zoonotic Implications of Onchocerca Species on Human Health”. Pathogens