Las concentraciones de mercurio encontradas en agua dulce son mayores que las del agua marina, pero son los peces de mar, como el atún, la caballa y el tiburón, los que terminan representando una amenaza más grave para la salud de los humanos que los comen. El motivo se encuentra en la propia naturaleza del agua del mar, según un estudio de investigadores de la Universidad Duke (EEUU).
La forma potencialmente más dañina del mercurio, el metilmercurio, en el agua dulce se une a la materia orgánica disuelta, pero tiende a pegarse al cloruro -a la sal- en el agua marina, según un nuevo estudio realizado por Heileen Hsu-Kim, catedrática adjunta de ingeniería civil y medioambiental en la Facultad Pratt de Ingeniería de la Universidad Duke (EE UU).
“El modo más común mediante el que la naturaleza convierte el metilmercurio en una forma menos tóxica es la luz solar”, explica Hsu-Kim. “Cuando está unido a la materia orgánica disuelta, como plantas o materia animal podridas, la luz solar descompone el metilmercurio con más facilidad. Sin embargo, en el agua marina, el metilmercurio permanece estrechamente unido al cloruro, donde la luz solar no puede degradarlo tan fácilmente. En esta forma, el metilmercurio puede ser ingerido por los animales marinos”.
El metilmercurio es una potente neurotoxina que puede provocar disfunciones renales, trastornos neurológicos e incluso la muerte. Los fetos expuestos a metilmercurio pueden sufrir tras el nacimiento estos mismos trastornos, así como dificultades de aprendizaje. Dado que los peces, moluscos y crustáceos tienen una tendencia natural a almacenar metilmercurio en sus órganos, son la principal fuente de mercurio ingerido para los humanos
“La tasa de exposición al mercurio en Estados Unidos es bastante alta”, afirma Hsu-Kim. “Un estudio epidemiológico reciente ha encontrado que hasta el 8% de las mujeres tenían niveles de mercurio superiores a los recomendados por las instituciones nacionales. Como los humanos se encuentran en la parte superior de la cadena trófica, todo el mercurio que haya en los alimentos se acumula en nuestro cuerpo”.
Los resultados de los experimentos de Hsu-Kim, que se han publicado primero en Internet en la revista Nature Geoscience, indican que los científicos y los responsables políticos deberían centrar sus esfuerzos en los efectos del mercurio en los océanos, más que en los que tiene en el agua dulce. Esta investigación está respaldada por el Instituto Nacional de Ciencias Medioambientales de la Salud.
Hasta ahora, la mayoría de los estudios científicos sobre los efectos del mercurio en el medio ambiente se han centrado en el agua dulce, porque la tecnología no había avanzado lo suficiente para que los científicos pudiesen medir con precisión las concentraciones de mercurio presentes en el agua marina, que son más pequeñas. Aunque las concentraciones puedan ser menores en el agua marina, el mercurio se acumula con más facilidad en los tejidos de los organismos que lo consumen.
El metilmercurio vive más en el mar
“Como en el agua marina la luz del sol no lo descompone, el tiempo de vida del metilmercurio es mucho mayor en el medio marino”, dice Hsu-Kim. “Sin embargo, el Organismo para el Control de Alimentos y Medicamentos y el Organismo de Protección Medioambiental no hacen distinciones entre el agua dulce y el agua de mar”.
El mercurio llega al medio ambiente a través de muchas rutas, pero las fuentes principales son la combustión del carbón, el refinado del oro y otros metales no ferrosos, y las erupciones volcánicas. El mercurio transportado por el aire procedente de estas fuentes termina depositándose en lagos u océanos y puede quedarse en el agua o los sedimentos.
La clave de la capacidad del sol para descomponer el metilmercurio se encuentra en un tipo de sustancias químicas conocidas como formas reactivas del oxígeno. Estas formas del oxígeno son el equivalente bioquímico de “un elefante en una cacharrería” por el modo en que rompen los enlaces químicos. La actuación de la luz solar sobre las moléculas de oxígeno del agua es una de las maneras en que se puede formar este oxígeno reactivo.
“Estas formas reactivas del oxígeno son mucho más eficaces a la hora de romper los enlaces del interior de la molécula de metilmercurio”, afirma Hsu-Kim. “Y si el metilmercurio está unido a materia orgánica en lugar de estarlo a cloruro, la reacción de descomposición es mucho más rápida”, añade la investigadora.
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Referencia bibliográfica:
Tong Zhang y Heileen Hsu-Kim. “Photolytic degradation of methylmercury enhanced by binding to natural organic ligands”. Nature Geoscience (online), 27 de junio de 2010. Doi:10.1038/ngeo892.
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