El 29 de abril falleció el químico Albert Hoffman, en su domicilio de Basilea (Suiza). Nacido en Baden hace 102 años, desarrolló varios medicamentos y escribió cientos de artículos científicos, pero será recordado como el inventor del LSD, sustancia que descubrió por casualidad.
El 16 de abril de 1943 Hoffman estaba investigando en su laboratorio los alcaloides del tizón del centeno, cuando una gota de uno de los compuestos, el 25, cayó en sus dedos. Intrigado por el efecto que había tenido esa sustancia en su percepción, Hoffman decidió seguir investigando y tres días más tarde ingirió 250 miligramos de LSD, embarcándose en el primer viaje de ácido de la historia.
A pesar de que posteriormente se popularizaría como droga contracultural de efectos alucinógenos, el LSD se utilizó al principio como sustancia médica. Los laboratorios Sandoz, para los que trabajaba Hoffman, la comercializaron en forma de comprimidos hasta 1966, después de que fuese ilegalizada en EE UU. Aun así, el químico suizo siempre defendió que el LSD podría ser útil para tratar ciertas enfermedades.
Hoffman, que también se dedicó a investigar otras plantas alucinógenas como el peyote o la ayahuasca, recibió hace dos años un homenaje en forma de simposio internacional sobre el LSD.