Durante las dos primeras legislaturas del Gobierno de González (1982-1989) la televisión era el medio más consumido por los españoles. El público juvenil, que debía construir el futuro de la ciudadanía, fue un objetivo prioritario. Pero TVE trazó un plan fallido para aproximarse a la juventud española.
Tras su llegada al poder en 1982, el nuevo Gobierno socialista fue muy consciente de la influencia de la televisión en la sociedad. Aprovechando su potencial valor en el proceso de democratización del país, Televisión Española (TVE) diseñó un plan para atraer a la audiencia juvenil, que por entonces, superaba el 40% de la población (menores de 25 años). Sin embargo, los nuevos programas que se suponía debían de ser el pilar de esa nueva generación no fueron recibidos con entusiasmo por la misma.
Como explican María Antonia Paz, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid, y Julio Montero, vicerrector de Investigación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) en un estudio publicado en el Journal of Spanish Cultural Studies, TVE no fue capaz de ofrecer una programación para jóvenes que respondiera a sus necesidades.
“Ser joven no era un rasgo tan contundente para definir este tipo de audiencia como lo era el sexo, el nivel educativo, la clase social o vivir en núcleos rurales o urbanos”, señala Paz.
A pesar de que el contexto social había cambiado y la llamada movida fue un símbolo de ruptura con lo anterior, se mantuvieron normas y hábitos heredados de la transición e incluso del franquismo.
La televisión pública produjo programas específicos para necesidades políticas concretas, según la investigación. Desde dar cabida a “visiones alternativas de la Guerra Civil” hasta crear una serie de ficción para apoyar la ley general de educación aprobada en la época, pero no consiguieron enganchar a los más jóvenes.
Esta dificultad de atender las necesidades de una audiencia poco cuidada hasta entonces se tradujo en cierto desinterés por mejorar los contenidos de la programación juvenil. Pese a ello, la incipiente llegada de las televisiones privadas en España (Ley de Televisión Privada de 1988), como ya ocurría en países de nuestro entorno, obligó al ente a ser más dinámico y dar mejor respuesta a este colectivo.
Música y documentales
Los programadores supieron captar la importancia que la música tenía para este colectivo (hasta 12 programas en siete años). No obstante los telefilmes norteamericanos y documentales sobre naturaleza como El Hombre y la Tierra eran lo más valorado por los jóvenes.
Dada la complicada relación entre la televisión y el público joven, aún en proceso de definición, hubo muchas contradicciones. Por ejemplo, resulta sorprendente que la televisión fuera una de sus opciones de ocio favoritas, pero no por la programación pensada para ellos.
Además, la situación del país no facilitó las cosas. “La gente joven podía votar desde los 18 años pero estaba sin trabajo y vivía bajo el techo de sus padres”, comenta Montero. Cuestiones que se les escaparon a los directores de programación, que tampoco fueron capaces de entender que los jóvenes consumían otros espacios televisivos más allá de la franja diseñada para ellos. La juventud se siguió percibiendo como un ente pasivo, errando así en sus verdaderas preferencias.
Los acercamientos quedaron casi siempre reducidos a un lenguaje coloquial, a unas formas desenfadadas y a presentadores jóvenes. La música se percibió como la manifestación más destacada de la cultura juvenil, debido en parte a la movida (cuyas formas de expresión fueron más allá de la música). “Aunque se hubiera acertado, se hubieran desperdigado en ese manto verde que fue la programación generalista”, concluyen los investigadores.
Referencia bibliográfica:
Paz Rebollo, María Antonia, y Montero Díaz, Julio. "La programación juvenil de Televisión Española (1982–1989): una oportunidad perdida". Journal of Spanish Cultural Studies, 18 (1), 21-36 (2017).
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