Las especies sufren una evolución que está condicionada por los cambios en su comportamiento. La revista Proceedings of the Royal Society B publica un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que ha analizado cómo las palomas que pasan de estar en el suelo a estar en los árboles, evolucionan en busca de morfologías afines a ese medio.
Los cambios en las pautas de comportamiento de una especie pueden dirigir y acelerar su carrera evolutiva, según sugiere una investigación en la que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El trabajo, publicado en el último número de la revista Proceedings of the Royal Society B, revela que las palomas (orden Columbiformes) que cambian su hábitat natural del suelo a los árboles evolucionan hacia morfologías más afines a dicho medio.
El estudio ha analizado rasgos de 156 especies de palomas, cifra que representa a más de la mitad de este orden de las que existen en el mundo. Según sus resultados, aquellas aves especializadas en la vida arbórea presentan colas más largas y patas más cortas que las que habitan mayoritariamente en el suelo.
El investigador del CSIC en el CREAF Daniel Sol, que ha participado en la investigación, explica: “Hasta ahora, la evolución ha sido principalmente entendida como una consecuencia de los factores ambientales que configuran la forma y la función de los organismos”.
No obstante, el trabajo sugiere que “los cambios evolutivos también dependen de factores intrínsecos que determinan cómo los animales interactúan con su medio ambiente”, añade el investigador del CSIC.
Con la información recopilada de dichas 156 especies de paloma, el equipo ha reconstruido su árbol filogenético. De él se desprende que todas las especies arborícolas descienden de especies forrajeras terrestres y que, por tanto, su morfología ha surgido más recientemente dentro de su historia evolutiva.
Según el investigador del CREAF Oriol Lapiedra, que ha liderado el estudio, “las extremidades más cortas y la cola más larga son rasgos más adecuados para moverse entre los árboles, ya que les confieren mayor estabilidad”. Por el contrario, las patas largas y la cola corta favorecen el desplazamiento terrestre.
El cambio de hábitat experimentado por dichas especies puede estar motivado por competencia con otras especies y por colonización de nuevos territorios, entre otras causas. La investigación también ha descubierto que la tasa de cambio morfológico asociada a esta variación del comportamiento es mucho más rápida que la que exhiben especies similares que han mantenido su vida en el suelo de forma exclusiva.
Camino sin retorno
Los cambios en el comportamiento no sólo afectan al proceso evolutivo, sino que pueden dirigirlo hacia un callejón sin salida. Según la investigación, existe muy poca variabilidad morfológica entre aquellas aves especializadas en la vida arbórea, lo que supone un riesgo desde el punto de vista evolutivo.
Sol considera que “si las condiciones cambiaran de forma que estas aves debieran volver a alimentarse en el suelo, tendrían muy poco margen del que partir hacia una morfología diferente”.
El artículo apoya la idea de que los cambios de comportamiento pueden conducir a nuevas formas y nuevas especies, pero también pone de relieve que sus consecuencias evolutivas dependen en gran medida de los límites impuestos por las exigencias del medio.
El investigador del CSIC concluye: “Aquellos grupos de especies con una mayor capacidad de modificar su comportamiento para hacer frente a nuevas presiones selectivas podrían tener más posibilidades de hacer frente con éxito al actual escenario de rápidos cambios ambientales inducidos por el hombre”.
Referencia bibliográfica:
Lapiedra O, Sol D, Carranza S, Beaulieu JM. "Behavioural changes and the adaptive diversification of pigeons and doves". Proceedings of the Royal Society B. DOI: 10.1098/rspb.2012.2893.