Cada año en Euskadi se producen una media de 850 paradas cardiorrespiratorias extrahospitalarias, y más del 80% de los pacientes muere antes de llegar al hospital. Este porcentaje disminuiría si se generalizaran las técnicas de resucitación cardiopulmonar y se utilizaran desfibriladores. Sin embargo, son pobres los conocimientos sobre estas técnicas a pesar de que en el País Vasco cualquier persona puede, por ley, usar un desfibrilador externo automatizado.
Un estudio liderado por Sendoa Ballesteros, profesor del departamento de Enfermería de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), analiza los conocimientos y actitudes que tienen las personas residentes en la comunidad sobre resucitación cardiopulmonar y desfibriladores externos automatizados (DEA). Según los resultados, la mayoría de la población comparte la necesidad de recibir formación para realizar una correcta asistencia ante una parada cardiorrespiratoria.
A diferencia de otras comunidades autónomas, en el País Vasco cualquier persona está legalmente capacitada para acceder a un DEA, un elemento que puede ser fundamental para salvar una vida. De hecho, en la cadena de supervivencia (reconocer la situación, activar las emergencias médicas, realizar maniobras de resucitación, utilizar los desfibriladores e incorporar la atención médica sanitaria) la actuación de las personas que se encuentran junto a quien sufre una parada cardiorrespiratoria puede ser decisiva.
“Por ello, el mero hecho de aumentar el número de desfibriladores de acceso público no mejora los datos de supervivencia si las personas no se sienten capacitadas para utilizarlo”, asegura Ballesteros. En el País Vasco, la primera normativa reguladora del uso de desfibriladores para personal no médico es de 2005, y en 2011 se consideró a toda la ciudadanía directamente acreditada para el uso del DEA.
Además, por ley, tienen que contar en sus instalaciones con un desfibrilador externo automatizado los grandes establecimientos comerciales; las instalaciones de uso público con aforo superior a 700 personas; estaciones de autobuses y ferrocarril con poblaciones de más de 50.000 habitantes; estaciones de metro, tren o autobús con una afluencia media diaria igual o superior a 2.000 personas, y centros educativos con un aforo igual o superior a 2.000 personas.
“Ya que los pasos legales para implantar y autorizar el uso de los desfibriladores están dados, creemos que es necesario sensibilizar a la población general para que conozca qué hacer ante una persona que presenta un ataque cardiaco. Proponemos que la formación en primeros auxilios forme parte del currículum escolar ya que además se consolidarían las habilidades de actuación ante urgencias sanitarias”, indica el investigador.
Recuerda el autor que países como EE UU, Japón y Suecia han desarrollado programas que permiten el acceso público a los desfibriladores y que dan formación generalizada a la población en técnicas de resucitación. A través de estas dos medidas, han logrado aumentar la supervivencia de las personas que sufren una parada cardiorrespiratoria.
En este sentido, un 37% de las personas encuestadas en el País Vasco aseguran haber recibido formación, pero este dato queda lejos del de países como Eslovenia, donde casi un 70% de la población tiene conocimientos sobre la manera de actuar en una resucitación cardiorrespiratoria.
Junto con la formación, el reciclaje también es importante. La mayor parte de las personas que en Euskadi realizaron cursos de capacitación lo hizo cinco años atrás, “un tiempo excesivo ya que sabemos que este tipo de habilidades se olvidan con rapidez”, indica Ballesteros.
¿Capacitados para realizar una resucitación?
La investigación tiene como base las encuestas realizadas en los meses de mayo y junio de 2015 en las tres capitales vascas (52,9% en Bilbao, 32,1% en San Sebastián y 15% en Vitoria-Gasteiz) a 605 personas residentes (56,4% mujeres) con edades comprendidas entre los 15 y 64 años, distribuidos en tres franjas de edad (15-29; 30-49; 50-64).
El 61,8% de las personas encuestadas trabajaba y, en cuanto a la formación, un 18,8% poseía estudios elementales o ninguno. Las encuestas se realizaron en lugares con un desfibrilador de acceso público. El nivel de confianza de la muestra se sitúa en un 95% con un margen de error del ± 4%.
La mayoría de los encuestados consideraron muy importante que la población general fuera capaz de identificar a una persona en parada cardiorrespiratoria e iniciar maniobras de resucitación (94,7%), así como saber utilizar un DEA (88,6%).
Sin embargo, solo un 20,2% se consideraba capacitado para realizar una resucitación cardiorrespiratoria y un 8,3% para usar un DEA. Eso sí, en el caso de encontrarse en una situación de emergencia, más de la mitad de las personas encuestadas (58,1%) se mostró dispuesta a realizar compresiones torácicas siguiendo las instrucciones del DEA o con ayuda telefónica del servicio de emergencias; y un 44,75 ventilaciones boca a boca.
Referencia bibliográfica:
Ballesteros-Peña S, I. Fernández-Aedo, I. Pérez-Urdiales, Z. García-Azpiazu, S. Unanue-Arza, Conocimientos y actitudes de los ciudadanos del País Vasco sobre la resucitación cardiopulmonar y los desfibriladores externos automatizados. Medicina Intensiva. 2015. http://dx.doi.org/10.1016/j.medin.2015.10.004