Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid, en colaboración con la Universidad de Ciencias Médicas de la Habana, han realizado un estudio en 200 mujeres españolas de edad mediana con el objetivo de identificar factores antropométricos y de composición corporal implicados en los riesgos de fracturas óseas.
En el ciclo vital humano se producen continuos cambios de ajuste y procesos de microadaptación a nuevas situaciones, tanto en el propio individuo como entre éste y su entorno. Esto es precisamente, o al menos en parte, envejecer: la pérdida progresiva de la capacidad de adaptación y de reposición ante el gasto metabólico y el desgaste funcional.
En el contexto del tejido óseo, con el paso de los años la acción de desgaste (debida a la acción de los osteoclastos) no se cubre con la producción de nuevo hueso (por acción de los osteoblastos). Este desequilibrio degenera en la aparición de enfermedades que se podrían denominar “silentes”, es decir: que solo son percibidas cuando se produce una fractura ó una merma de calidad de vida notoria (osteopenia avanzada y/o osteoporosis).
Las mujeres del mundo desarrollado presentan esperanzas de vida muy elevadas, lo que incide en que los procesos fisiológicos normales se conviertan en patológicos si se parte de situaciones biológicas alejadas de los estados óptimos en los adultos jóvenes. Una vez logrado el control de las enfermedades infectocontagiosas, el reto es dotar de herramientas de fácil aplicación y mínimo costo para detectar en fases previas el posible avance de la enfermedad ósea: conocer, alertar y prevenir.
Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (Manuel Díaz-Curiel y Consuelo Prado), con la colaboración de la Universidad de Ciencias Médicas de la Habana (¡Daysi Navarro), han realizado un estudio en 200 mujeres españolas de edad mediana, con el objetivo principalde identificar nuevos factores antropométricos y de composición corporal indicativos de riesgo de fracturas.
Para ello los investigadores evaluaron de modo transversal y con diferentes técnicas (DEXA y ultrasonido) la densidad mineral ósea, las características somáticas (antropometría y bioimpedancia) y, además, aspectos relativos a patrones de comportamiento tales como la alimentación, consumo de alcohol, tabaco o la práctica de actividad física. La consideración conjunta de todas estas evaluaciones permitió aplicar el Índice FRAX para la mujer española, obteniéndose correlaciones importantes entre las estimadas con y sin densitometría. Además, estas evaluaciones apuntan a que tanto la anchura de la epífisis distal de humero como la de fémur pueden ser un carácter a considerar en búsqueda de población diana.