A pesar de los evidentes signos de desgaste tras 10 años de periplo por el planeta rojo, el vehículo de la NASA está a punto de comenzar un nuevo y emocionante capítulo de su misión mientras escala una montaña marciana.
Hace diez años, el rover Curiosity de la NASA, el explorador del tamaño de un SUV descendió sobre el planeta rojo para recabar datos y probar que, hace miles de millones de años, Marte reunía las condiciones necesarias para albergar vida microscópica.
Desde entonces, el vehículo ha recorrido casi 29 kilómetros y ha ascendido 625 metros mientras explora el cráter Gale y las estribaciones del monte Sharp dentro de este. Ha analizado 41 muestras de rocas y material de la superficie utilizando un conjunto de instrumentos científicos para conocer lo que revelan del hermano rocoso de la Tierra.
También ha motivado a un equipo de ingenieros para idear formas de minimizar el desgaste y mantenerlo en funcionamiento. De hecho, la misión de Curiosity se ha prolongado recientemente otros tres años, lo que le permite continuar entre la flota de importantes misiones astrobiológicas de la NASA.
El vehículo ha estudiado los cielos marcianos, capturando imágenes de nubes brillantes y pequeñas lunas a la deriva. Su sensor de radiación permite a los científicos medir la cantidad de radiación de alta energía a la que estarán expuestos los futuros astronautas en la superficie marciana, lo que ayuda a descubrir cómo mantenerlos a salvo.
Según la NASA, lo más importante es que el rover ha determinado que el agua líquida, así como los componentes químicos y los nutrientes necesarios para sustentar la vida, estuvieron presentes durante al menos decenas de millones de años en el cráter Gale. Este tuvo un lago en el pasado, cuyo tamaño aumentó y disminuyó con el tiempo. Cada capa superior del Monte Sharp sirve como registro de una era más reciente del entorno de Marte.
Póster del décimo aniversario del rover Curiosity Mars de la agencia en el Planeta Rojo. / NASA/JPL-Caltech.
Ahora, el rover se está desplazando a través de un cañón que marca la transición a una nueva región, que se cree que se formó cuando el agua se estaba secando, dejando minerales salados llamados sulfatos.
“Estamos viendo evidencias de cambios drásticos en el antiguo clima marciano”, ha comentado Ashwin Vasavada, científico del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, “la pregunta ahora es si las condiciones de habitabilidad que Curiosity ha encontrado hasta ahora persistieron a través de estos cambios, ¿desaparecieron para nunca volver, o vinieron y se fueron durante millones de años?”
Curiosity ha progresado sorprendentemente en la montaña. En 2015, por ejemplo, el equipo capturó una imagen de “postal” de cerros distantes. Una mera mota dentro de esa fotografía es una roca del tamaño de Curiosity apodada Ilha Novo Destino y, casi siete años después, el vehículo ha pasado junto a ella en julio de camino a la región de los sulfatos.
El equipo planea pasar los próximos años explorando esta área, que comprende objetivos como el canal Gediz Vallis, que puede haberse formado durante una inundación al final de la historia del monte Sharp, y grandes fracturas cementadas que muestran los efectos del agua subterránea en una parte más alta de la montaña.
El equipo encargado de garantizar la supervivencia del rover cataloga todas y cada una de las grietas en las ruedas, prueba cada línea de código informático antes de que se transmita al espacio y perfora interminables muestras de rocas en el llamado Mars Yard del JPL, asegurando que Curiosity pueda hacer lo mismo de manera segura en el planeta rojo.
“Tan pronto como aterrizas en Marte, todo lo que haces se basa en el hecho de que no hay nadie alrededor para repararlo en 160 millones de kilómetros”, asegura Andy Mishkin, gerente interino de proyectos de Curiosity en el JPL, “se trata de hacer un uso inteligente de lo que está en el rover”.
El proceso de perforación del vehículo, por ejemplo, se ha reinventado varias veces desde su aterrizaje. En un momento, el taladro estuvo fuera de servicio durante más de un año, ya que los ingenieros rediseñaron su uso para asemejarse más a un taladro de mano.
El círculo indica la ubicación de una roca del tamaño de Curiosity por donde el rover pasó recientemente. A la izquierda está el “Paso Paraitepuy”, el lugar por el que Curiosity ahora está viajando. / NASA/JPL-Caltech
Más recientemente, un conjunto de mecanismos de frenado que permiten que el brazo robótico se mueva o permanezca en su lugar dejó de funcionar. Aunque el brazo ha estado operando como de costumbre con un juego de repuesto, el equipo también aprendió a perforar con más cuidado para preservar los nuevos frenos.
Asimismo, para minimizar el daño a las ruedas, los ingenieros están atentos a los lugares traicioneros, como un terreno afilado que descubrieron recientemente, y también desarrollaron un algoritmo de control de tracción para ayudar.
En cuanto a la energía, Curiosity cuenta con una batería de energía nuclear de larga duración en lugar de paneles solares. A medida que los átomos de plutonio de la batería se descomponen, generan calor que el rover convierte en energía. Debido a la descomposición gradual de los átomos, el vehículo no puede hacer la misma cantidad de actividad en un día como lo hacía durante su primer año.
Mishkin señala que siguen calculando cuánta energía usa el rover al día y ha descubierto qué actividades se pueden realizar en paralelo para optimizar la energía disponible. A través de la planificación y trucos de ingeniería, el equipo cree que este explorador aún tiene años de recorrido por delante.