El grupo de investigación de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) que dirige Basilio Sierra está desarrollando un robot que se mueve por sí mismo. Tartalo es capaz de identificar distintos lugares y pide permiso antes de cruzar una puerta.
Actualmente, ya nos hemos acostumbrado a ver trabajar a robots que han sido programados para una tarea concreta. Así lo hacen los brazos robóticos, tan conocidos en la industria. Lo que resulta sorprendente es ver cómo un robot camina sin ayuda, o toma decisiones por sí mismo. Eso es, precisamente, lo que hace el Grupo de Investigación de Robótica y Sistemas Autónomos de la UPV/EHU: aumentar la autonomía de los robots, para que cada vez sean capaces de hacer más cosas por su cuenta. Hace unos años desarrollaron Marisorgin, el robot que reparte el correo, y ahora han puesto en marcha a Tartalo.
A los que trabajan en la tercera planta de la Facultad de Informática de Donostia-San Sebastián les parece normal encontrarse con Tartalo cuando caminan por los pasillos. Encontrarse, que no chocar. Y es que esta máquina inteligente de un metro y medio de altura esquiva todos los obstáculos que se encuentra a su paso, gracias a los sensores que le han instalado alrededor del ‘cuerpo’: sónares que emiten y detectan ultrasonidos, sensores infrarrojos y rayos láser. Éstos últimos, por ejemplo, miden a qué distancia se encuentra cualquier objeto situado en un ángulo de 180 grados. El equipo de Basilio Sierra no ha construido el robot, ha sido adquirido por la Universidad, pero sí está desarrollando sus capacidades.
Con esos sensores y el ordenador que constituye el ‘cerebro’ del robot, Tartalo tendría suficiente para moverse de un lado a otro de forma segura, es decir, para hacer lo que en inglés se conoce como wandering. Pero lo que el grupo de investigación del Departamento de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial quiere conseguir es que el robot sea capaz de ir a cualquier punto que se le ordene.
Las máquinas más conocidas que nos pueden guiar de un punto de partida hasta una meta dada son los sistemas de navegación GPS. Sin embargo, éstos no funcionan en el interior de los edificios y tampoco sería práctico crear una base de datos que contenga los planos de todos los edificios del mundo. Por esa razón, los investigadores de la UPV/EHU se basan en sistemas biomiméticos para desarrollar el robot, lo que significa que Tartalo hace lo mismo que haría una persona o un animal al entrar en un sitio nuevo: explorar el terreno y tomar puntos de referencia. Pero para que una máquina haga lo mismo que los seres animados hacemos por puro instinto, los informáticos deben introducir en ella un sinfín de datos y programas de cálculo.
Los edificios son entornos semiestructurados; en todos ellos pueden encontrarse determinados espacios comunes, y a Tartalo le han enseñado a reconocer cuatro de ellos: habitación, pasillo, hall o entrada y cruce de caminos. Así, si lleváramos el robot a nuestra casa, primero tendría que realizar un proceso de autolocalización, dando una vuelta por el piso, para memorizar la situación de esos lugares. A través de ese proceso, la máquina crearía una especie de mapa topológico y nosotros sólo tendríamos que enseñarle cómo se llama cada uno de los espacios. Para que eso sea posible, los investigadores de la UPV/EHU están diseñando sistemas de interacción entre máquina y persona. Por ejemplo, para que el robot pueda entender las órdenes, están perfeccionando un sistema de reconocimiento de voz y una pantalla táctil.
Para poder identificar aquello que tiene ante sí, para distinguir entre una habitación y un pasillo, por ejemplo, Tartalo se sirve de ese ojo único que le da nombre: su cámara. Mide las imágenes que recibe a través de ella, las compara con su base de datos y se vale de la probabilidad para decidir a qué se parece más la imagen que tiene delante. Esto es, el robot sabe que si un espacio es largo y estrecho, se trata de un pasillo.
La capacidad más importante que le han enseñado a Tartalo es identificar puertas. De hecho, para llegar a la mayoría de los sitios que se le ordenan, el robot tendrá que atravesar primero una puerta. Por esta razón, la cámara está situada a la altura del pomo, ya que es ese pomo o manilla lo que le permitirá identificar la puerta. En estos momentos, el sistema está programado para que, cuando vaya por un pasillo, busque puertas y las franquee. Si la puerta está cerrada, como aún no le han instalado ningún brazo, Tartalo toca la puerta con sus ‘pies’, chocando dos o tres veces contra ella.
El objetivo de este equipo de investigación de la UPV/EHU es desarrollar el sistema de navegación del robot, y el reconocimiento de puertas es fundamental para lograrlo. De ahí en adelante, Tartalo tendrá que aprender a distinguir otras muchas cosas, como caras, voces o cualquier objeto que se le pida traer. Pero cada una de esas acciones requiere un programa específico, y eso, de momento, está fuera de la línea de investigación del Grupo de Robótica y Sistemas Autónomos. Aún así poco a poco irán incorporando a este robot las capacidades que desarrollen otros equipos.
Más información: www.basqueresearch.com