“Los mercados necesitan regulación para mantener la estabilidad. Llevamos 30 años de desregulación financiera. Ergo, ahora nos toca cargar con las consecuencias”. Éstas son las palabras de Nick Bingham, matemático del Imperial College de Londres, en un artículo publicado hoy en Significance, la revista de la Real Sociedad de Estadística (Royal Statistical Society) de Reino Unido.
No existe realmente “externalización” del riesgo cuando nadie quiere asegurarlo, dice Bingham. El matemático entiende que las entidades financieras, en su búsqueda de nuevos mercados y de mayores beneficios, han asumido un riesgo importantísimo al ampliar la concesión de hipotecas a muchas personas que, de hecho, no podían permitirse el coste de contraer esa deuda.
En un intento de cubrir el riesgo resultante mediante un proceso de titulización hipotecaria ha producido ingentes cantidades de activos de deuda “tóxicos”, explica el experto. Un paquete de préstamos hipotecarios, apunta, en el que se han combinado unos cuya devolución apenas entrañaba riesgo con otros muy arriesgados, y luego se ha vendido “a quienquiera que lo comprase”.
Con la quiebra de las instituciones de primera línea dentro del sector financiero, la verdadera escala del problema ha quedado clara. Los bancos dejaron de prestarse dinero entre ellos, según el profesor, porque “siendo incapaces de cuantificar su propia exposición a esos activos de deuda tóxicos (en su mayoría no contabilizados en el balance), no podían confiar en que otros bancos pudieran hacer lo propio”.
El resultado: una pérdida total de la confianza y, tras ella, una carestía del crédito. Un problema de un segmento especializado del mercado de derivados financieros convertido en toda una crisis económica con consecuencias mundiales. “Cuando el problema se ha hecho sistémico, los gobiernos se han visto forzados a intervenir para rescatar el sistema aportando enormes cantidades de dinero público”, apunta Birgham.
No volver a cometer los mismos errores
Bingham sugiere que, para aprender más y sacar conclusiones de cara al futuro, es preciso dirigir la mirada hacia el pasado. El matemático compara la actual crisis financiera con la tulipomanía (o burbuja de los tulipanes) ocurrida en los Países Bajos en 1636. Entonces llegaron a pagarse precios desorbitados por los derechos de compra de tulipanes, cuyo valor resultó ser luego comparable al de las actuales hipotecas de alto riesgo. Es decir, prácticamente nulo.
Incluso Alan Greenspan, quien presidió durante tantos años la Reserva Federal estadounidense, admite que se han cometido errores. Y para evitar repetirlos, advierte el matemático, hemos de aprender de ellos. “Se requiere un cambio de mentalidad, políticas inéditas y una regulación mucho más proactiva”, sugiere.
Los banqueros se quejan de que los modelos de riesgo con los que contaban no han sido suficientemente precisos. Según éstos, la probabilidad de que se diera una situación tan drástica como la actual era muy baja, de una cada varios siglos. Para Bingham, los banqueros se ocupan de los detalles de “cómo manejar el timón de una barca en un río, cuando lo realmente importante es saber si hay o no una cascada más adelante, de las dimensiones de las Cataratas del Niágara”.
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Referencia bibliográfica:
Bingham. N; "The crash of 2008: a mathematician’s view", Significance 5 (4): 173-175; DOI: 10.1111/j.1740-9713.2008.00324, 2008.