Un proyecto internacional, el Programa de Geociencias IGCP 567 de la Unesco, trabaja desde 2009 en alargar el catálogo histórico sísmico para establecer el periodo de recurrencia y los tipos de terremotos, e incluso su magnitud aproximada, a través de la arqueosismología -el estudio de terremotos a través de sus evidencias en restos arqueológicos- y la paleosismología, el análisis del registro geológico de las fallas.
Pablo Silva, coordinador del grupo español del trabajo y geólogo de la Universidad de Salamanca , explica que el estudio de campo empezó en el Mediterráneo con la intención de “movernos a la zona de deformación alpina en Oriente Próximo, la India o Corea para hacer un registro de ruinas arqueológicas y saber qué tipos de terremotos son esperables”.
El proyecto, que tiene una duración de cuatro años y una coordinación internacional de equipos multidisciplinares, se ha iniciado por la parte española, con el punto de partida en el congreso internacional de Baelo Claudia del año pasado (Cádiz), donde se presentó la nueva metodología geológica para estudiar los efectos sísmicos en yacimientos arqueológicos.
Un problema es que el registro sísmico “tiene un sesgo porque se basa en documentos históricos” y en España, por ejemplo, “tenemos poca información sísmica anterior a la Reconquista porque se destruyó después”. El objetivo es hacer estudios de peligrosidad de un catálogo que “recoge de manera fiable prácticamente los últimos 500 años” y el periodo de recurrencia español puede estar entre 450 y más de 1.000 años, de ahí que “intentamos alargarlo” en el tiempo.
Dos aspectos que estudiar
El proyecto tiene dos patas. La arqueología de los terremotos, que consiste en el estudio de las ruinas sobre el terreno con herramientas que proporcionan las nuevas tecnologías, como el escáner láser para modelos 3D. “No sólo son fotografías, se cuantifica el volumen de material desprendido io los desplazamientos de los sectores.
Con eso damos un valor de intensidad sísmica, que no es la magnitud, sino la energía liberada”, detalla. Se trata de “recolectar los máximos datos del mayor número de ruinas para intentar parametrizar los terremotos, darles un tamaño, una fecha y determinar cómo se expande la energía sísmica en la zona”, señala.
Sobre la paleosismología, Pablo Silva explica que se buscan evidencias en las fallas, como los desplazamientos de algún elemento geomorfológico o geológico. “En el terreno hacemos trinchera, la partimos perpendicularmente y observamos y medimos los desplazamientos que ha causado la falla a unos metros de profundidad”, todo ello para “establecer el periodo de recurrencia de los terremotos, datando con carbono 14”. Si es desplazamiento centimétrico, “hay relaciones empíricas para saber más o menos un rango de magnitud”, apunta.