Alejandro Simón Cabodevilla ha centardosu tesis doctoral en la ideación del suicidio. Su trabajo leído en la Universidad Pública de Navarra (UPNA), refuerza la relación directa entre depresión y suicidio, y concluye que un 5,4% de los adolescentes presenta en Navarra 'ideación suicida patológica'. De ellos, el 81,5% sufre trastorno depresivo.
El término “ideación suicida” -tal y como recoge el informe mundial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre violencia y salud- se usa a menudo en la bibliografía técnica y se refiere a pensamientos acerca de suicidarse, con diversos grados de intensidad y elaboración. Incluye también el sentimiento de estar cansado de la vida, la creencia de que no vale la pena vivir. Si bien estos sentimientos (o ideaciones) diferentes expresan distintos grados de gravedad, no existe necesariamente una continuidad entre ellos.
La tesis doctoral de Alejandro Simón se titula Ideación suicida en los adolescentes de la Comunidad Foral de Navarra y su correlación con el perfil personal para llegar a la prevención y ha estado dirigida por Emilio Garrido Landivar, del Departamento de Psicología y Pedagogía de la UPNA.
Según explica Simón, su trabajo tuvo como objetivo "especificar que el deseo de la propia muerte tiene un sentido para el adolescente, y que este deseo de morir puede correlacionarse con un determinado prototipo personal, además de coexistir con un trastorno depresivo". En la primera parte de la tesis se realiza el estudio y diagnóstico de situación, y la segunda parte ofrece una serie de medidas preventivas, tanto desde el punto de vista educativo como sanitario.
Este trabajo de investigación incluye un método estadístico basado en una muestra de 1.194 alumnos de la Comunidad Foral de Navarra, con edades comprendidas entre los 14 y 18 años; en su mayor parte, alumnado de 3º y 4º de la ESO y 1º de Bachiller, aunque también se incluyen primeros cursos de Grado Medio e Iniciación Profesional.
Todos ellos realizaron diferentes pruebas y test, como el SIQ de William M. Reynolds, un cuestionario que mide los pensamientos suicidas por su frecuencia en tiempo e intensidad; y el MACI, el Inventario Clínico Adolescentes de Millon, que se ha convertido en un importante referente en el campo de la Psicopatología y que estudia el perfil clínico del adolescente según prototipos de personalidad, preocupaciones expresadas y síndromes clínicos.
Resultados y retrato robot
La muestra que sirvió de base al método estadístico incluyó institutos de entornos urbanos y rurales. El 49,2% de la muestra estuvo formada por varones y el 50,8% por mujeres.
65 personas (el 5,4%) presentaron ideación suicida patológica; de ellas, 28 mujeres y 25 varones (81,5%) sufrían trastorno depresivo. A esas 65 personas habría que sumar otras 23 que "tienen ideación suicida, pero no es significativa ni patológica", aclara el autor. "Se sitúan en el umbral señalado por el test de medición. Es decir, tendríamos un 5,4% con ideación suicida patológica y significativa, pero podríamos hablar de un 7,3% (88 personas) con ideación suicida".
A la vista del estudio, el trastorno depresivo está también relacionado con la ideación suicida. En concreto, de esas 88 personas, 66 sufren trastorno depresivo, "lo que significa que hay una altísima correlación entre ideación y depresión". La presencia de depresión fue algo mayor en las zonas urbanas (54%) que en las rurales (46%).
En cuanto al perfil de personalidad, los resultados obtenidos han permitido a Alejandro Simón Cabodevilla establecer el siguiente retrato robot de los adolescentes que padecen ideación suicida: Son personas con tendencia a la introversión, tristeza interior, pesimistas y vulnerables, rebeldes, rudos, bruscos ante figuras de autoridad. Presentan conductas oposicionistas, no asumen normas.
El ambiente familiar que les rodea está falto de comunicación, puede haber discordancia o ser personas que han sufrido abusos psíquicos o físicos. Emocionalmente son poco estables, poco firmes en sus resoluciones; tienen inseguridad consigo mismos y con los iguales, se sienten confusos en su identidad y sienten desagrado por el propio cuerpo. Puede existir consumo de alcohol o drogas y también puede aparecer trastorno de la alimentación. Son impulsivos, aprensivos, y piensan en la muerte o en lesionarse a sí mismos como salida a situaciones de dolor.
En este sentido, mientras que la ideación suicida es algo más externalizado y se presenta en perfiles de adolescentes que rompen con las normas, actúan de manera antisocial y crean conflictividad con las figuras de autoridad, la depresión es un proceso más internalizado y responde a personas con tristeza por la posibilidad de ser rechazados, que sufren la incapacidad de ser aceptados y tienden al aislamiento. Sin embargo, como señala el autor de la tesis, «si la ideación suicida es significativa, ambas patologías pueden ir juntas, por la alta correlación que existe entre ideación y depresión».
Factores de protección
La segunda parte de la tesis doctoral está centrada en la prevención y ofrece instrumentos (para el tutor, los padres y el ámbito sanitario) para la detección temprana de adolescentes que pueden sufrir ideación suicida patológica.
En cuanto a la prevención de los comportamientos suicidas, el autor destaca cinco actuaciones importantes: modificar las distorsiones creadas por el adolescente, que determinan sus actitudes sobre la vida; modificar esas percepciones basándose en la formación, madurez e integración armoniosa de los conceptos de “vida” y “muerte”; ayuda para aceptar la situación personal de dolor y para conocer estrategias de enfrentamiento al mismo; desarrollar actitudes vitales hacia la plenitud y estilos de vida saludables (eliminación de consumos de alcohol y drogas, entre otros); y concienciar a quienes padecen ideación suicida de que detectar y modificar las distorsiones cognitivas que tienen sobre la vida y la muerte pueden fomentar procesos vitales diferentes y saludables.
En el campo educativo, Alejandro Simón Cabodevilla propone desarrollar habilidades como la tolerancia al fracaso, los procesos de toma de decisiones, la autoestima y las habilidades sociales; incluir en las enseñanzas disciplinas como ecuación para la salud y emocional, educación para la convivencia y para la ciudadanía; impulsar las actividades deportivas, los recursos de ocio y tiempo libre, así como medidas de prevención del abuso de alcohol y sustancias.
Finalmente, como principales factores protectores desde el campo de la salud, además de identificar los rasgos del perfil personal, se plantea realizar con los especialistas el análisis contextual de las ideas suicidas; el tratamiento desde los principales grupos de riesgo; y diseñar campañas institucionalizadas que promuevan hábitos y estilos de vida saludables, que faciliten el apoyo y la integración social y comunitaria.
Un problema grave de salud pública
La Organización Mundial de la Salud considera el suicidio como un gran problema de salud, pero también estima que podría evitarse en la medida en que se tenga mayor conocimiento de los factores de riesgo y de las causas determinantes del mismo.
Según este organismo, por término medio cada día 3.000 personas ponen fin a su vida y al menos 20 personas intentan suicidarse por cada una que lo consigue. Un millón de personas muere al año suicidándose (80.000 en Estados Unidos y 120.000 en Europa) y se estima que el índice pueda llegar al millón y medio en el año 2020. Los ratios más altos se sitúan en la Europa del este, mientras que los más bajos corresponden mayoritariamente a Latinoamérica, países musulmanes y países asiáticos. Con excepción de la China rural, son más los hombres que se suicidan que las mujeres, si bien en la mayor parte de los lugares son más las mujeres que realizan intentos de suicidio que los hombres.
Se estima que, después de los accidentes, el suicidio es la segunda causa de muerte en la adolescencia y, aunque los índices de suicidio tienden a incrementar con la edad, en los últimos años se ha producido un alarmante aumento de comportamientos suicidas entre personas jóvenes (15 a 25 años).