El equipo de investigadores que dirige el catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Valladolid Tomás Girbés ha desarrollado una terapia experimental contra el cáncer basada en inmunotoxinas (proteínas construidas con un anticuerpo monoclonal y una toxina). La terapia se basa en la nigrina b, con la que el grupo trabaja desde hace dos décadas, una proteína con actividad enzimática que se encuentra en el saúco y que tiene gran potencial tanto para el tratamiento del cáncer como para la obesidad o el estudio del envejecimiento.
La terapia basada en inmunotoxinas antitumorales, que ha sido patentada, forma parte del Catálogo de Conocimiento y Tecnología Transferible (CyTUVA) de la Fundación General de la Universidad de Valladolid, enmarcado en el Proyecto T-CUE. La principal ventaja es que estas inmunotoxinas, explicó a DiCYT Tomás Girbés, destruyen selectivamente y por tanto no dañan a las células sanas.
El equipo de científicos se ha centrado en los tumores intestinales. En este sentido, existen dos teorías para argumentar su desarrollo. Mientras una considera que el crecimiento indiscriminado de células madre puede provocar el acumulo de células indiferenciadas, por ejemplo, dentro de un villi (vellosidad intestinal); la otra teoría dice que, una vez que las células se diferencian, la acumulación de mutaciones hace que se desdiferencien.
De cualquiera de las dos maneras, que se acumulen a partir de células madre o que se desdiferencien de células ya diferenciadas, el resultado es que se acopian células tumorales y que la proteína con la que trabaja el grupo, “tiene la virtud de atacar o bien esta célula o bien a las células inmediatamente diferenciadas, que son también células madre pero menos pluripotentes que las otras”, asegura Girbés. De este modo, el anticuerpo monoclonal reconoce específicamente una proteína de las células tumorales y la toxina mata a la célula tumoral sin afectar a las células sanas. La ventaja es que el grupo de investigación construye inmunotoxinas utilizando anticuerpos antiendoglina, que reconocen las células de la vasculatura de los tumores, y una proteína no tóxica como es la nigrina b, aunque también trabajan con ebulina l.
Experimentación en ratones
Estas inmunotoxinas son eficaces tanto in vitro como in vivo. El grupo de investigadores ha realizado ensayos en ratones, a los que se ha inyectado cerca de 125.000 células de un melanoma muy agresivo, el B16. Tras conseguir un tumor palpable, se administra la inmunotoxina que, en cantidades por encima del umbral de eficacia terapéutica determinado, empieza a atacar al tumor y no mata al animal, si no que le permite recuperarse.
Girbés explica el funcionamiento de esta terapia antitumoral. Existe un marcador de una proteína que es el CD105, un cluster de diferenciación que se sobre expresa muy poco en los vasos normales pero muchísimo en los vasos de los tumores. “Se trata de enviarle un fármaco que tenga dos partes, un anticuerpo que reconozca este determinante y que vaya cargado con una proteína como ésta, que funciona como un misil biológico. Cuando entra destruye las células que sobre expresan CD105 y da como resultado una llaga”, concluye.
Así, detalla el experto, el tumor comienza a degradarse, A los ocho días, la llaga ya cubre todo el tumor y a los 12 origina una zona fibrosa, como la que se produce en una herida. “Al observar la evolución del tumor, vimos que se desarrolló rápidamente y que se degradó de la misma manera”, subraya. El investigador recuerda que el tumor no progresa cuando se emplea la inmunotoxina (la proteína nigrina b ligada al anticuerpo MJ7), mientras que si se administra sólo el anticuerpo o sólo la nigrina b, el tumor sigue en el mismo aumento.
En la actualidad, muchas personas están sometidas a quimioterapia para el tratamiento del cáncer. En el caso de los tumores intestinales, es conocido que los polifenoles del te verde reducen los efectos laterales inducidos por la quimioterapia en el intestino delgado. El producto antitumoral que se administra, a dosis bastante grandes, provoca una caída del tubo digestivo, entre otras cosas, y este efecto parece que lo previene el polifenol del té verde, sustancias antioxidantes y antiapoptóticas. Según el investigador el efecto antitumoral “se puede reproducir en vez de con un fármaco con la proteína desarrollada y de forma reversible, mientras que el fármaco termina produciendo la muerte”.