Una investigación española ha probado diferentes combinaciones de soportes y plantas autóctonas para determinar cuáles son las óptimas para reducir el consumo energético dentro de los edificios. Este tipo de tejado es una solución arquitectónica “rurbana” y sostenible que permitirá reducir los niveles de contaminación ambiental y acústica en las ciudades, además de ofrecer una agradable sensación visual.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) han construido un tejado cubierto con vegetación y un sistema de riego que sirve para optimizar el consumo de los sistemas de calefacción y refrigeración de los edificios gracias a su aislamiento. Se trata de una cubierta ecológica de tercera generación, caracterizada por su sostenibilidad y por el uso de especies vegetales autóctonas.
“Lo importante de los tejados”, explica a SINC Francisco Javier Neila, profesor de la UPM y coautor del estudio, “es que cada lugar geográfico requiere las estructuras y especies vegetales que mejor funcionen”. En este caso, los investigadores dividieron la cubierta de un edificio experimental en Colmenar Viejo (Madrid) en 20 módulos, y probaron con distintos soportes y plantas regionales según tres factores: que la planta crezca a una buena velocidad, que la densidad de la biomasa tapice perfectamente el tejado y que el aspecto sea atractivo para la vista.
Las especies autóctonas funcionan mejor
En condiciones de invierno y verano, el modelo de cubierta con mejor comportamiento consta de un aljibe de ocho centímetros que recoge el agua de la lluvia y ofrece un sistema de regadío regular.
Plantas como el sedum (Sedum praealtum) o la aptenia (Aptenia cordifolia) aíslan más “porque tienen una hoja gruesa y aguantan bien las heladas y el calor”, indica Neila. Pero cada localidad donde se instale un tejado ecológico tendrá su propio catálogo de plantas, que empieza con las autóctonas “porque en su hábitat, la planta rinde más”.
Los investigadores también se plantearon tapizar con una planta eficaz y adornar con otra más bonita para cumplir con los dos requisitos, pero el resultado es difícil “ya que cuando un mismo espacio lo comparten dos especies, al final predomina la más fuerte”, matiza Neila.
Debajo del tapiz vegetal hay una serie de capas superpuestas. La primera es un sustrato especial muy ligero que ayuda a drenar rápidamente el agua de la lluvia para que la planta no se ahogue. En este caso, la mejor solución es la corteza de pino triturada y mezclada con lodos residuales de depuradora.
El sustrato descansa sobre hormigón poroso, que funciona como colador del agua en exceso y que acabará en el aljibe, cuya capacidad es regulada por sistemas de elevación del suelo similares a los que sostienen el suelo técnico de una oficina. El agua contenida sube hasta la cubierta por capilaridad, y permite un regadío regular. Justo antes del forjado del edificio la cubierta consta de una lámina impermeabilizante que evita las goteras.
Entre cada capa se inserta un aislante de poliestireno estruido que, según el modelo de cubierta, puede ubicarse debajo del hormigón poroso o debajo del aljibe. Además, cada capa lleva asociada un sensor que mide variables de temperatura y humedad, que se comparan con los datos que recoge una estación meteorológica anexa para comprobar la modificación que causa la cubierta durante las cuatro estaciones del año.
Los investigadores también han previsto dejar varios módulos sin tejado ecológico para demostrar definitivamente su eficacia. “Las zonas del tejado con vegetación optimizaron mejor la calefacción y refrigeración que una estructura corriente, por muy aislante que sea”, incide a SINC el experto.
‘Movimiento rurbano’
El diseño de tejados ecológicos responde al reto de fusionar la forma de vida urbana con la rural y que tiene desarrollo en países como Alemania, Suiza, EE UU o Sudáfrica. Los tejados ecológicos reducen la contaminación de las ciudades, absorben el plomo y otros componentes orgánicos. “Un bosque estaría menos contaminado con la misma intensidad de polución urbana”, apunta Neila.
Estos tejados ayudarán a disminuir la temperatura de las ciudades, que hoy son una especie de isla térmica. Asimismo, los científicos han estimado que contaminación acústica se reduciría hasta tres decibelios, gracias a la absorción de las plantas.
Las cubiertas vegetales se convierten de esta forma en un nuevo tipo de material constructivo pero las perspectivas de desarrollo no son positivas por su alto precio. Neila pone de ejemplo a Alemania, “donde se está resolviendo con beneficios fiscales, tasas de ayuntamiento, incremento de edificabilidad, que hace que a los promotores no les cueste tanto invertir en cubiertas verdes”.
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Referencia bibliográfica:
Francisco Javier Neila González, César Bedoya Frutos, Consuelo Acha Román. “Las cubiertas ecológicas de tercera generación: un nuevo material constructivo”. Informes de la Construcción 60 (511)15-24, 2008.
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