Debate en la revista 'Nature'

¿Deberían los científicos estudiar la relación entre raza y coeficiente intelectual?

Esta semana Nature acoge un debate candente: las controvertidas relaciones entre herencia genética y diferencias de grupo. La revista ha decidido lanzar una pregunta: ¿Tiene sentido que los científicos estudien los posibles vínculos entre inteligencia y 'raza' o género? Dos textos con visiones contrarias recogen el guante: el del neurocientífico Steven Rose, que argumenta en contra y señala que la cuestión en sí está mal planteada; y el de los profesores de desarrollo humano Stephen Ceci y Wendy M.Williams, que creen que la ciencia no debe tener límites en cuanto a las cuestiones que investiga.

¿Deberían los científicos estudiar la relación entre raza y coeficiente intelectual?
Imagen: Brocco Lee.

Para Steven Rose, neurocientífico de la Universidad Abierta del Reino Unido, la historia de los estudios sobre los vínculos entre inteligencia y raza o género es sospechosa: en la segunda mitad del siglo XX, éstos han resurgido precisamente con el auge del movimiento por los derechos civiles y el feminismo.

En cualquier caso, Rose considera que a la hora de plantearnos si tienen sentido este tipo de estudios, debemos tener en cuenta si se ajustan a los cánones de la investigación científica. Para ello deben cumplir tres criterios: que las preguntas que lanzan tengan una base sólida; que les podamos dar respuesta con las herramientas teóricas y técnicas con las que contamos; y, por último, que financiar determinadas investigaciones sea beneficioso socialmente.

En este sentido, Rose cree que “las categorías que se consideran relevantes para estudiar las diferencias de grupo son claramente inestables, y dependen del contexto social, cultural y político”.

Por ejemplo, existe una gran dificultad para medir eso que llamamos inteligencia. Desde hace unas décadas se utiliza el test del Coeficiente Intelectual (CI), una prueba que mide un tipo específico de razonamiento, pero no capta otras formas de comportamiento inteligente. Además, las comparaciones entre grupos resultan problemáticas: es difícil hacer un test de CI que valga para personas pertenecientes a sociedades muy diversas.

Raza y género, categorías poco claras

El concepto de raza también plantea problemas. Rose se pregunta si biológicamente (que no socialmente) es una categoría significativa. El neurocientífico señala que cada vez hay mayor consenso en que se trata de una categoría poco clara, que debería reemplazarse por la de ‘ascendencia biogeográfica’, puesto que los seres humanos tienen más en común genéticamente por esa ascendencia que por la raza a la que pertenecen.

También es muy problemático el concepto de género, por la dificultad de discernir si las diferencias biológicas entre hombres y mujeres condicionan su modo de actuar y de pensar. Así, “desde el momento en que nacen, niños y niñas son tratados de forma diferente, lo que da forma no sólo a cómo se espera que se comporten sino a sus cuerpos y cerebros. No es sólo que lo biológico se exprese a través de lo social y lo cultural, sino que éstos a cambio dan forma a lo biológico”. Por tanto, aunque existen algunas variaciones menores estructurales y bioquímicas, las especulaciones sobre su implicación en las diferencias entre hombres y mujeres carecen de toda base empírica.

Rose concluye que “las categorías de inteligencia, raza y género no se pueden definir en el marco necesario para la investigación”, por lo que no reúnen el requisito de tener una base científica sólida.

Además, carecemos de las herramientas teóricas o técnicas para estudiarlas. Por otro lado, ¿tendría algún sentido hacer esta investigación, para desarrollar luego políticas públicas? No parece algo muy aconsejable cuando, en la práctica, las afirmaciones de que existen diferencias entre grupos “se han utilizado para justificar una jerarquía social injusta en la que los hombres blancos siguen ocupando las mejores posiciones”.

Contra la censura científica

Por su parte, Stephen Ceci y Wendy Williams, que estudian el desarrollo de la inteligencia y la memoria, señalan que “el odio y la discriminación no son el resultado de permitir a los científicos publicar sus resultados”.

Aunque existe cada vez más consenso en que el género y la raza no determinan genéticamente la inteligencia, y la mayoría de científicos están de acuerdo en que los genes no explican las diferencias entre grupos, aun quedan varias cuestiones sin resolver. Por ejemplo, la identificación de los mecanismos que logran que cristalice el potencial genético. Para ellos, “censurar los debates que se apoyan en una explicación genética de las diferencias de inteligencia no ayuda a resolver estos misterios”.

Ceci y Williams denuncian que existe una tendencia a censurar toda investigación que cuestione los principios de lo “políticamente correcto” sin preocuparse de si el estudio en cuestión tiene base científica o no. Ponen como ejemplo las polémicas declaraciones del premio Nobel James Watson sobre la inferioridad de la inteligencia de las personas africanas respecto a las occidentales, basadas, según ellos, en resultados de pruebas de CI. Los ataques a Watson “acabaron con la discusión haciendo atribuciones morales sobre sus presuntos defectos de carácter en vez de debatir sobre los hechos”.

A pesar de que estos profesores creen que las diferencias raciales y de género que se observan en los tests de CI no son innatas sino ambientales, también consideran que los actos de censura hacen un flaco favor a la ciencia.

Muchas veces, los estudios que han disentido de la creencia generalizada han hecho avanzar a la ciencia, por lo que nadie tiene derecho a arrogarse la autoridad de decidir sobre qué se investiga y qué no.

Más aún, los problemas de intolerancia y discriminación no se derivan de la ciencia, sino de la aplicación política de algunas ideas. Cuando se silencia a los científicos “simplemente porque se preguntan algunas cuestiones que no parecen apropiadas, el proceso se empieza a parecer más a la religión que a la ciencia”.

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Referencia bibliográfica:

Steve Rose, Stephen Ceci y Wendy M. Williams, “Should scientists study race and IQ?”, Nature, Vol.457, 12 de febrero 2009, pp. 786-789.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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