Los codirectores del proyecto Glackma (GLAciares, CrioKarst y Medio Ambiente), la profesora de Matemáticas de la Universidad de Salamanca Carmen Domínguez y el geólogo y químico de la Universidad Politécnica de Madrid Adolfo Eraso, han comprobado que el deshielo en la Antártida y en el Ártico se ha frenado a lo largo del pasado año.
Estos científicos españoles miden la descarga de agua de los glaciares tanto en el verano austral, en el caso del polo sur, como en el verano del hemisferio norte, en el caso del Ártico, y han visto cómo en sus últimas recogidas de datos se ha roto la tendencia creciente de los últimos años, aunque se trata tan sólo de un hecho puntual que se debe a circunstancias meteorológicas especiales, según su análisis.
"Este año ha sido anómalo tanto en la Antártida como en el Ártico, en el sentido de que todos los veranos anteriores hemos ido encontrando que aumentaba la descarga de agua de los glaciares y en el último año no ha sido así", explica Carmen Domínguez. Sin embargo, "sospechábamos que se trata solamente de este año, ya que la tendencia es a crecer exponencialmente", señala la experta, que prepara ya el viaje a la Antártida del próximo verano austral: dos o tres meses a partir de enero.
El equipo del proyecto Glackma estuvo en la Antártida a finales del pasado verano austral, entre febrero y abril de 2008. "El anterior invierno había nevado muchísimo, se registraron precipitaciones que no se habían dado en 140 años", apunta Domínguez. "Nosotros fuimos al final del verano porque queríamos que se hubiera retirado toda la nieve de los glaciares para estudiar bien el estado de la zona, puesto que en años anteriores se había producido un crecimiento muy acelerado del deshielo", recuerda.
De hecho, los científicos comprobaron in situ cómo se habían generado grandes grietas que no existían antes. "En el verano de 2006 surgieron de la nada grietas de 3 a 4 metros de anchura y gran profundidad, se perdió mucha masa de hielo y hubo partes que se deslizaron debido a que el aumento de las temperaturas genera ríos de agua en el interior de los glaciares, lo que provoca que se funda el hielo", comenta.
La clave está en las intensas nevadas
De hecho, ese año se produjeron accidentes entre la comunidad científica que habita la Antártida, ya que algunos vehículos cayeron en pleno invierno en las grietas, que no eran visibles al estar cubiertas de nieve. "En invierno, los científicos se mueven en vehículos para ir de unas bases a otras, hay caminos hechos para evitar las grietas, pero aún así hubo dos accidentes con víctimas mortales, uno de chilenos y otro de argentinos, que tuvieron lugar en una zona de caminos", señala.
Por ello, este último año, "queríamos explorar bien cuando no hubiese nieve, pero no pudimos hacer nada, porque había nevado tanto en el invierno anterior que a final de verano aún no se había retirado. Sin embargo, este año ya nos han dicho que apenas ha habido precipitaciones", añade Carmen Domínguez.
En concreto, lo que miden los científicos del proyecto Glackma es la onda de descarga, es decir, el tiempo que dura el deshielo de los glaciares y el volumen de agua que desalojan. Estas cifras van creciendo cada año, pero esta última vez el tiempo de descarga se acortó. Las mediciones en el Ártico siempre están correlacionadas con las de la Antártida y en esta ocasión no ha sido menos. "Hemos encontrado lo mismo, la onda de descarga había empezado más tarde, es decir, los glaciares comenzaron a descargar agua mucho más tarde y con mucha menos cantidad de agua", señala Carmen Domínguez.
Más humedad, pero no más frío
La explicación es meteorológica y, por lo tanto, coyuntural, de manera que los científicos no creen que la tendencia a un mayor deshielo observada durante años se vaya a romper ahora. "No se registró más frío, sino más humedad, de manera que en invierno nevó más", explica la científica. En general, con el cambio climático serán cada vez más frecuentes los fenómenos extraños en todo el planeta. "Cada vez nos tenemos que ir acostumbrando más a los cambios, en primavera ya no hay tiempo de primavera y en verano, ya no hay tiempo de verano, pero en los polos se notan más estas variaciones", comenta. De hecho, en la península de la Antártida, uno de los lugares donde más se está notando el deshielo, "ahora llueve en verano, cuando antes las precipitaciones eran de nieve".
Adolfo Eraso y Carmen Domínguez viajan cada año a la Antártida y al Ártico, coincidiendo con el verano de cada una de estas zonas. Eraso está especializado en Hidrogeología y se encarga de desarrollar la parte inductiva y los modelos conceptuales, mientras que Carmen Domínguez es matemática, especializada en interpretar los datos que obtienen de las mediciones. "Cada uno tenemos nuestro campo de conocimiento y tenemos que cambiar el chip para complementarnos, algo de lo que no todo el mundo es capaz, en la Ciencia falta la interacción en diferentes ramas", asegura la investigadora.
Nuevas estaciones
El proyecto Glackma cuenta con tres estaciones en el hemisferio Sur y otras tres en el Norte y "todas registran siempre la misma tendencia", asegura Carmen Domínguez. "La única diferencia son las dimensiones de la Antártida, mucho más grande que el Ártico, que tiene hielo marino y hielo en islas como Groenlandia o las islas Svalbard", explica.
Por el contrario, la Antártida es un continente y la cantidad de hielo que tiene sobre la superficie supera los dos kilómetros de altura de media, que llegan hasta los cuatro en algunas zonas. "Es como si tenemos dos cubitos de hielo, uno grande y otro pequeño, y le ponemos un foco de calor, de manera que el pequeño se deshace antes", ejemplifica, por eso, "la descarga es de tres a cuatro veces mayor en el Ártico".
La actual red de estaciones se localizan en la Antártida insular, Antártida peninsular y Patagonia, en el hemisferio sur; mientras que en el Ártico están situadas en las Islas Svalbard (Noruega), Islandia y el Ártico sur. Sin embargo, la idea es instalar más en los dos hemisferios y a diferentes latitudes a través de convenios con diferentes países. "Igual que hay estaciones meteorológicas, es importante hacer este tipo de registros para tener datos de muchos años sobre el deshielo", asegura Domínguez.
Para realizar las mediciones, hay un sensor fijo que registra el nivel por presión y que está colocado en el lecho de los ríos que se forman con el deshielo. Los científicos españoles han llegado a desarrollar un sistema de instalación que por mucha cantidad de agua que pueda arrastrar no se mueve.