El investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Luis Martínez advierte, en un artículo que publica la revista Science en su último número, sobre la necesidad de investigar cómo se generan las resistencias a los antibióticos en la naturaleza. El autor recuerda que, debido al uso masivo de dichos fármacos tanto en medicina como en otros sectores, aumenta la posibilidad de que éstos contaminen entornos naturales y puedan tener un impacto posterior en la propia salud del ser humano.
Martínez, investigador del Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid, explica en el trabajo que la mayor parte de los estudios sobre resistencias a antibióticos se han centrado en el ambiente clínico. Sin embargo, añade, muchos de los antibióticos utilizados contra infecciones humanas son producidos por microorganismos medioambientales y los genes de resistencia, adquiridos por los patógenos como consecuencia de la presión selectiva de los antibióticos, tienen ese mismo origen.
¿Qué función tienen los antibióticos en la naturaleza? Según Martínez, uno de sus posibles papeles en el medio ambiente sería la eliminación de los microorganismos competidores. “Del mismo modo, los determinantes de resistencia podrían servir para evitar dicha eliminación siguiendo un modelo Darwiniano clásico de lucha por la supervivencia", explica. Además de estas funciones, el investigador del CSIC plantea que los antibióticos, a baja concentración, podrían también ser elementos implicados en la señalización intercelular. De igual manera, una proteína implicada en el metabolismo microbiano podría actuar como un elemento de resistencia si su sustrato es semejante a un antibiótico, aunque en el microorganismo original su función sea otra.
Con independencia de su función, Martínez apunta: “Dado que los antibióticos y los genes de resistencia se originan en los ambientes naturales, la comunidad científica debe analizar si los cambios producidos por la acción humana en el medio ambiente pueden incrementar la población de bacterias resistentes a los antibióticos y, al tiempo, facilitar que dichas bacterias transfieran esas resistencias a patógenos humanos”.
“El ejemplo más claro de este fenómeno es la contaminación del ambiente por los propios antibióticos. En la actualidad, estos fármacos se usan masivamente, no sólo para el tratamiento de infecciones humanas, sino también en agricultura, ganadería y acuicultura con la posibilidad de que grandes cantidades de dichos compuestos lleguen a los hábitats naturales y produzcan cambios en las poblaciones microbianas con influencia posterior en la salud humana”, aclara Martínez.
Es el caso de los genes de la familia qnr. Estos genes se encuentran en el cromosoma de algunas bacterias con hábitat acuático, aunque se desconoce por el momento cuál es su función.
Hace unos años, se describió que algunos patógenos humanos habían adquirido dicho gen porque éste se había integrado en unos elementos de ADN, llamados plásmidos, que son capaces de transferirse entre distintas bacterias. En los patógenos humanos, la proteína Qnr confiere resistencia de bajo nivel a las quinolonas, una familia de antibióticos de amplio espectro que se emplean en el tratamiento de diversas infecciones.
“Trabajos recientes han mostrado que la contaminación de ríos con quinolonas favorece el paso de los genes qnr de los cromosomas bacterianos a plásmidos, incrementando por tanto la población de elementos genéticos transferibles que contienen genes qnr. Este fenómeno podría favorecer el primer paso de la transferencia de dichos genes a los patógenos humanos”, afirma el investigador.
Aumento de la población
El incremento de la población en el planeta, acompañado de la falta de métodos eficientes para tratar las aguas residuales, también puede favorecer que las resistencias presentes en la naturaleza lleguen a los patógenos del ser humano. Martínez amplía esta idea: “Las bacterias resistentes tienen que convivir con los patógenos humanos para poder transferirles dichas resistencias. El vertido de aguas residuales, conteniendo bacterias humanas, a ecosistemas naturales podría favorecer dicha transferencia”.
Asimismo, expone el científico, “parece razonable pensar que el aumento de antibióticos en el ambiente, como consecuencia de la acción humana, no sólo podría tener influencia en las resistencias a antibióticos, sino que también llegaría a afectar a las dinámicas de otras poblaciones de microorganismos que viven en ecosistemas naturales”.
Bacterias oportunistas de los hospitales
Otro de los puntos que aborda Martínez en su artículo se refiere a aquellas bacterias que, de manera intrínseca, son poco sensibles a los antibióticos. Es el caso de algunas de las bacterias responsables de infecciones oportunistas en hospitales, como Pseudomonas aeruginosa o Acinetobacter baumannii.
“Los patógenos oportunistas con origen medioambiental presentan a menudo una gran versatilidad metabólica que les permite colonizar diferentes hábitats. Dicha versatilidad les permite degradar muchos compuestos y resistir la acción de tóxicos que puedan encontrar en los distintos ecosistemas. Estos elementos les sirven para resistir la acción de los antibióticos en la clínica”, explica Martínez.