El 25 de marzo de 1655 Christian Huygens descubría Titán, la más grande de las lunas de Saturno. Era el primer satélite que se descubría en el planeta de los anillos.
En su caso este descubrimiento científico tiene especial mérito ya que era diplomático de profesión pero su gran pasión era la astronomía, a la que se aficionó desde que era un niño. De hecho, con la ayuda de su hermano se especializó en la construcción de lentes para telescopios y descubrió que los objetivos de gran longitud focal le permitían obtener mejores imágenes. Esto le permitió alcanzar zonas nunca vistas por el ojo humano.
Uno de estos telescopios, de cinco centímetros de diámetro y más de tres metros de longitud le permitió detectar la existencia de Titán. Las lentes están conservadas en el Museo de la Universidad de Utrecht. En su borde todavía se pueden leer unos versos del poeta romano Ovidio: "Admovere oculis distantia sidera nostris" (acercaron las lejanas estrellas a nuestros ojos).
Huygens mantuvo en secreto su descubrimiento durante casi un año, en el que se dedicó a observar la trayectoria del satélite. Finalmente, el 5 de marzo de 1656 revelaría su hallazgo, detallando que Titán tardaba 16 días y 4 horas en orbitar alrededor de Saturno.
Huygens llamaba al satélite Luna Saturni (la luna de Saturno). Cuando se descubrieron otras lunas, los astrónomos se referían a él como la luna de Huygens. Finalmente, en 1847, John Frederick William Herschel –que estaba otorgando nombres mitológicos a los satélites de Saturno– la bautizó como Titán.
Hace una década, la sonda Huygens de la Agencia Espacial Europea atravesó la densa atmósfera del satélite y se posó sobre su superficie. Sus observaciones permitieron confirmar la existencia de lagos y mares de hidrocarburos en las regiones polares. Gracias a este hallazgo, Titán está considerado, junto a Marte, como el mundo más similar a la Tierra en nuestro sistema planetario y uno de los más firmes candidatos a albergar vida.