Antonio Guillamón, catedrático de Psicología Fisiológica en la UNED, conoce bien los puntos fuertes y débiles de la actividad investigadora española. Fue coordinador general de la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI) entre 2001 y 2005, y lleva varias décadas analizando el papel de los científicos y, por extensión, de la universidad, en la producción científica. El próximo 25 de abril participará en UNI-CIENCIA 2013, en la mesa titulada 'Para un futuro mejor'.
En los últimos años se ha venido recortando el presupuesto en I+D desde la administración central. ¿Cree que ese es el principal problema al que se enfrentan los investigadores españoles?
No, no creo que sea el principal problema. Además, no se puede generalizar. En España hay 205 áreas y 11 campos de conocimiento. Para hablar de recortes hay que centrarse en cada campo concreto. No se pueden hacer afirmaciones generales sobre la investigación española, hay que analizar el tema por sectores. Esto también vale para las autoridades del Ministerio. Si hay recortes o retrasos en devengar el dinero de los proyectos, deberían hacerse teniendo en cuenta qué área es más sensible y no tomar medidas de recorte general.
¿Hacen falta más mecanismos de control para que esos fondos públicos lleguen a rentabilizarse?
Hace falta un mecanismo por el que se concedan prioritariamente aquellos proyectos cuyos investigadores hayan producido estudios a nivel internacional en el proyecto anterior. En este sentido tendríamos que diferenciar entre ciencias experimentales, ciencias sociales y humanidades. Hay que exigir absoluta internacionalización de las publicaciones a las ciencias experimentales y las ciencias sociales, y a algunas áreas de las humanidades
¿Qué papel tiene la universidad en este proceso?
El Estado debe ser quien controle que el dinero concedido se emplee adecuadamente. La universidad debe velar por esto y además, debe controlar que no se multipliquen los equipos y aparatos, la tecnología científica, en sus facultades. En la concesión de proyectos debería existir una especie de triángulo de control para saber qué aparatos se tienen que adquirir y cuáles no, porque ya existen en la universidad, aunque sea en otro grupo de investigación. Muchas veces se produce una duplicación de equipos, que no se utilizan al 100 % de su capacidad y que son muy caros. Otro papel importante de la universidad es evitar la atomización de grupos de investigación, es decir, favorecer la integración de grupos con gastos comunes.
Recién licenciados y jóvenes doctores se están marchando al extranjero a investigar. ¿Cómo valora esta ‘fuga de cerebros’?
Yo no puedo hablar de fuga de cerebros en un mundo globalizado. La ciencia es internacional y se mueve igual que las personas o los capitales. ¿Hablamos de fuga de actores porque se vayan a Hollywood? No. Tampoco hablamos de fuga de personas preparadas en cualquier ámbito. En la ciencia no existen fronteras. Hay momentos de bonanza o crisis económica, y los científicos se van recolocando. Los problemas son estructurales, como por ejemplo, la organización funcionarial de las universidades, del CSIC y de los demás organismos científicos. Hay que darle la vuelta a la afirmación y hablar de inhabilidad del sistema en España para atraer buenos científicos, sean estos españoles o no.
Fue coordinador general de la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI) entre 2001-2005. ¿Cómo es el nivel de los científicos españoles comparados con el resto de europeos?
No se puede contestar a esta pregunta porque España es el único país que hace esa evaluación a sus investigadores. En ningún país los científicos se presentan cada seis años a una evaluación [los conocidos como sexenios]. Esto indica la preocupación, tanto de los investigadores universitarios como del CSIC, por demostrar su valía. Desde mi punto de vista, esta ha sido la medida de política científica más importante que se ha llevado a cabo en las últimas décadas en España.
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