Echeazarra ha conocido el sistema sanitario de los campamentos saharauis, gracias a lo cual ha descubierto su “medicina verde”.
Leire Echeazarra, investigadora de la Facultad de Farmacia de la UPV/EHU, llevaba tiempo con la idea de colaborar con el pueblo saharaui. Hasta que, en abril del año pasado, finalmente se animó a pasar diez días entre haimas, “para conocer la situación socio-política del pueblo saharaui y, en la medida de lo posible, para colaborar dentro de mi campo. Luego te das cuenta de que el mero hecho de ir allí y visitarles les supone un gran apoyo; así no se sienten olvidados”. Su vocación por la medicina y la farmacología la llevaron a interesarse por el sistema sanitario existente en los campamentos de refugiados, descubriendo así su medicina tradicional, la denominada “medicina verde”. A su regreso, esto le impulsó a seguir investigando sobre las plantas medicinales utilizadas por el pueblo saharaui, y a intentar establecer vínculos para colaborar con el Sahara Occidental, intentando dar a conocer la cultura y la realidad de los refugiados.
Afalayit, Ascaf, Eizen… Los nombres de estas plantas son bastante desconocidos para la mayoría, aunque Echeazarra afirma que no en la farmacología. De hecho, los saharauis les han encontrado decenas de aplicaciones: desde el asma a las enfermedades de la piel, pasando por el dolor de muelas. No hay un manual al uso para la medicina verde saharaui, aunque la investigadora tiene claro que ellos son expertos “a su manera”. Según explica, “tienen unas formas concretas de prepararlo: en emplastes, o con leche de camella, o junto al té… Y también de secar las hojas, de cortarlas y de conservarlas”.
El problema, según la farmacóloga, es la falta de precisión en su aplicación: “Sería interesante contrastar más las plantas medicinales y formar a la gente —a los saharauis— en su uso para que las utilizaran mejor, con mayor conocimiento. Un problema que tienen es que a veces sufren intoxicaciones, porque no controlan la dosis o porque confunden unas plantas con otras que, en ocasiones, resultan ser tóxicas”. En labores de formación como ésta, el apoyo de organizaciones voluntarias no está de más, pero Echeazarra recuerda que hay que actuar con respeto hacia sus tradiciones y “no pisar”, para ayudarles a preservar tesoros como la medicina verde.
Un laboratorio de producción de medicamentos
La medicina verde convive en los campamentos saharauis con la medicina occidental. Echeazarra comprobó que cada daira o pueblo tiene un ambulatorio, aunque no tienen ni electricidad ni agua corriente, y que se realizan servicios “a domicilio” —de tienda en tienda— con cierta asiduidad.
También tuvo la oportunidad de visitar el hospital central, en Rabuni, la capital administrativa. “Allí sí hay electricidad y agua corriente, por lo que la situación es algo mejor, pero el hospital está que se cae; es muy precario. De todas maneras, es sorprendente que en medio del desierto hayan edificado un hospital y salido adelante de esta manera”, explica. También existe un laboratorio de producción de medicamentos, el cual funciona “bastante bien. Medicus Mundi Cataluña está haciendo una gran labor de formación de personal, de control, de donación de materia prima. Y en ese sentido, me sorprendió que pudieran autoabastecerse con medicamentos básicos: analgésicos, aspirina, ibuprofeno, ciertos antibióticos, pomadas…”.
Lupas desde la UPV/EHU
La ayuda internacional es fundamental para el pueblo saharaui, pero Echeazarra subraya que “hay que ser sensatos y saber cómo hacerlo para que sea eficaz. No podemos mandar lo que nos sobra, sino lo que hace falta en el país de destino. No vamos, por ejemplo, a mandarles fármacos contra el colesterol, porque esto no es un problema allí. Sin embargo, tienen muchos problemas en la vista por la dureza del clima y la arena, y también problemas por la precaria alimentación”.
Por ejemplo, gracias a la intervención de Echeazarra, la Facultad de Farmacia de la UPV/EHU ha enviado unas lupas de laboratorio que tenían descatalogadas, las cuales van a tener diversos usos. Por una parte, se utilizarán en la huerta que la ONG con la que viajó la farmacóloga ha creado para cultivar tomate Raf mediante la técnica de la hidroponía —cultivar las plantas sin tierra, sólo con agua—, así como en la escuela de ganadería, agricultura y negocios que están construyendo al lado: “Allí las lupas tendrán un uso más botánico, y las utilizarán para ver qué parásitos pueden hacer enfermar las plantas”. Y, por otra parte, algunas de las lupas irán a parar al hospital central: “Las usarán para realizar diversos análisis”.