Javier Ballesteros, investigador de la Facultad de Medicina y Odontología de la UPV/EHU

"Queremos desarrollar métodos de análisis para comparar los tratamientos para la depresión"

Un equipo de la UPV/EHU investiga en el campo de la psiquiatría basada en la evidencia. En dicho campo se valoran las pruebas científicas que existen sobre la eficacia de distintos tratamientos. Es decir, no sólo se estudia si los tratamientos funcionan o no, sino que se compara la eficacia de unos y otros.

"Queremos desarrollar métodos de análisis para comparar los tratamientos para la depresión"
Javier Ballesteros, investigador en el área de la psiquiatría basada en la evidencia. (Fotografía: Lucía Álvarez)

La medicina basada en la evidencia o en las pruebas científicas plantea, en general, la racionalización de los tratamientos que se ofertan, de tal manera que los profesionales de la salud puedan escoger los tratamientos en función de la mejor evidencia de la que dispongan, y no en función de otros criterios como la comodidad, la presión farmacéutica, etc. Y la salud mental no es una excepción.

El trabajo del grupo que dirige Javier Ballesteros, investigador del departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina y Odontología de la UPV/EHU, tiene por objetivo la valoración de la eficacia de distintos tratamientos para la depresión, para así ver la efectividad de cada uno de ellos en comparación con los demás. Dichos tratamientos pueden ser farmacológicos o no, aunque el punto de partida del estudio son los fármacos.

“Cuando se lanza un nuevo fármaco antidepresivo, su eficacia ya ha sido demostrada por los ensayos clínicos diseñados por la industria. Esos ensayos, básicamente, utilizan un placebo, y comparan los efectos del tratamiento en comparación con los del placebo. Los estudios muestran si el nuevo medicamento es más eficaz que el placebo, pero normalmente no suelen indicar nada sobre su eficacia comparada con la de otros fármacos que ya existen en el mercado”, explica Javier Ballesteros.

Métodos de análisis

Dicha comparación es la realmente importante para los clínicos, sin embargo no suele estar disponible hasta años después de la comercialización del nuevo fármaco, y, además, normalmente se basa en estudios independientes de la industria. “Nuestro objetivo es desarrollar y aplicar métodos de análisis que puedan darnos una orientación sobre la eficacia de uno u otro tratamiento comparándolos entre ellos”. Para ello utilizan métodos de comparación tanto indirectos —cuando los fármacos no se han comparado directamente entre ellos, pero sí cada uno de ellos frente a un placebo—, como directos —cuando hay información de comparaciones directas—.

“Lo que nos interesa es saber si los fármacos son mejores o peores que el placebo, y si hay diferencias entre los diferentes tratamientos farmacológicos. Tener información precisa sobre dicha eficacia comparativa puede ser una ventaja desde el punto de vista del coste y de la efectividad”, explica el investigador.

Para hacer el estudio, este equipo analiza de manera sistemática toda la información existente sobre tratamientos contra la depresión, así como los estudios que comparan los tratamientos entre sí. De esa manera, estudian las pruebas o evidencias que existen sobre la eficacia de un tratamiento, y establecen las comparaciones de la efectividad de los distintos tratamientos.

Fármacos y psicoterapia

También comparan la eficacia de los fármacos frente a las psicoterapias breves. Según Javier Ballesteros, “en pacientes no ingresados, de una gravedad moderada, los tratamientos con fármacos y las psicoterapias breves pueden tener el mismo resultado, de manera que podrían tratarse de una u otra manera. O, lo que sería más normal, mediante una combinación de los dos tipos de tratamiento”. El problema de la psicoterapia es que, aunque es efectiva, no hay suficientes profesionales para llevarla a cabo en todos los casos necesarios. “En nuestro estudio hemos visto que la eficacia de la psicoterapia y la de los fármacos son comparables. De hecho, en algunos casos el enfermo debería poder elegir qué tipo de tratamiento prefiere”, opina.

“Los pacientes tratados con un método con el que no están de acuerdo tienen, en principio, más problemas para solucionar su problema. Desde el punto de vista ético sería lógico que pudieran elegir entre alternativas de igual eficacia, y esta posibilidad se apoyaría en los resultados del estudio realizado hasta el momento. El problema es que para poder elegir, el paciente tiene que tener esas opciones; y, hoy por hoy, no las tiene”, concluye Javier Ballesteros.

Más informacion: www.basqueresearch.com

Fuente: UPV/EHU
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