Desde hace cinco años los científicos hablan más que nunca del microbioma, un ecosistema microscópico formado por trillones de seres que nos habitan y controlan funciones esenciales para la salud. El ingeniero químico Bernat Ollé (Reus, 1979) se disponen a revolucionar la farmacología actual con la producción de fármacos que lo module. Una revista tan prestigiosa como Nature ha publicado su trabajo, pero Ollé es cauteloso: “Al final, es el cuerpo quien tendrá la respuesta”.
¿Por qué está de moda el microbioma?
Ha explotado en los últimos cinco años porque hasta hace poco no existían técnicas adecuadas para analizar la diversidad de microbios que viven en todas nuestras mucosas del cuerpo. La mayoría de los microbios no son patogénicos y en nuestro cuerpo viven trillones de ellos. Por cada célula humana tenemos 10 células de microbios y, por cada gen humano, 99 genes de microbios.
¿Son dañinos?
Muy pocos son dañinos. Se creía que eran inocuos, pero ahora sabemos que son esenciales para desarrollar el sistema inmune, metabolizar nutrientes, generar moléculas que actúan en nuestro sistema nervioso central, etc. Son funciones básicas para vivir que están afectadas, a veces incluso gobernadas, por la interacción de los microbios. Y se puede dañar por el uso de antibióticos, una dieta inadecuada o por los propios genes.
¿De dónde surgieron de repente las técnicas para estudiar el microbioma?
Del proyecto Genoma Humano. Muchos investigadores empezaron a utilizar los nuevos métodos de secuenciación y análisis de datos no solo para secuenciar células humanas sino también microbianas, de muestras fecales o biopsias. Y a partir de ahí, se preguntaron por la función de estos microbios.
¿Cómo logró poner en marcha su empresa dedicada al estudio del microbioma?
Hace tres años propuse a nuestro grupo inversión Puretech Ventures estudiar el campo del microbioma. Me dijeron que sí y me dieron libertad de movimientos. Conseguimos identificar dos tecnologías, patentamos ideas y formamos un equipo con inmunólogos muy reconocidos a nivel mundial, como Ruslan Medzhitov. A partir de ahí hemos progresando en el desarrollo de fármacos que actúan sobre el microbioma intestinal.
¿Serán tratamientos personalizados?
Sí, en función de los análisis, se personaliza el diseño de los ensayos clínicos. Gracias a las técnicas que explicaba, identificamos a pacientes que tienen alteraciones del microbioma –como los que padecen enfermedad de Crohn o diabetes de tipo 1– y podremos tratarles de manera específica con los microbios que les faltan hasta estabilizar el ecosistema intestinal del paciente.
¿Esta vuelta a la normalidad del ecosistema intestinal es una idea pionera?
Es una idea realmente importante. Decir ‘pionera’ es ir demasiado lejos, sobre todo antes de haberlo probado en personas; pero si se demostrara en la fase clínica, sería revolucionaria. Ahora estamos desarrollando una clase de fármacos que no tienen nada que ver con los que se usan hoy en día.
¿Y esos nuevos fármacos en qué consisten?
Actualmente, el 100% de los medicamentos o son moléculas sintéticas, o se basan en proteínas como anticuerpos o factores de crecimiento. Los nuevos medicamentos serían microbios vivos. Queremos que se tomen por vía oral y al llegar al intestino germinen, colonicen y hagan su labor: metabolizar nuestra dieta y convertirla en moléculas que actúen sobre dianas terapéuticas en el intestino.
¿Qué enfermedades curarán?
Nuestro primer producto es un medicamento para tratar la colitis y la enfermedad de Crohn. En estas dos dolencias hay especies de microbios que han desaparecido. Podemos personalizar el test clínico y tratar solo a este grupo.
¿Es un concepto nuevo en farmacología?
Es distinta a la farmacología de los medicamentos basados en moléculas pequeñas o proteínas. Tiene una vida media mucho más larga, porque los microbios, una vez que llegan a su destino, pueden estar allí semanas, meses o para siempre. Además, tienen efectos muy localizados en los órganos de interés.
¿Existen otros estudios a nivel mundial?
El campo del microbioma está creciendo a una velocidad supersónica. El número de artículos que se han publicado en revistas científicas de prestigio en los últimos años es más alto que en cualquier otro campo emergente en ciencias de la salud. Pero nosotros hacemos algo diferente, intentamos desarrollar fármacos para convertir esos descubrimientos académicos en productos reales.
El trabajo fue publicado el pasado mes de agosto en la revista Nature. ¿Qué impacto tuvo aquello?
Antes de que el artículo fuera aceptado en Nature, pasamos un proceso de revisión parecido a una tortura china; pero tras publicarse conseguimos financiación y colaboraciones con grandes farmacéuticas de inmediato. Cuando una empresa quiere invertir mira el calibre de tu investigación y la preparación del equipo. Ese artículo demostró que nuestra investigación es de primer nivel.
¿Cómo se presenta el futuro?
Somos optimistas pero también realistas. Ahora colaboramos la compañía Johnson and Johnson que entiende como nadie lo que hace falta para desarrollar un fármaco en el campo de la colitis ulcerosa, ya que gestiona la mayor franquicia en esta área. Eso nos da confianza. Al mismo tiempo hay que ser realistas, lo que hacemos tiene un riesgo muy elevado. Cuando lleguemos a ensayos clínicos puede que nuestra idea funcione o no. Esa respuesta solo la tiene el cuerpo humano. Pero debemos asegurarnos de haber hecho todo lo que había que hacer para tener éxito.
¿Qué significa haber sido uno de los ganadores de los premios Innovadores menores de 35 que otorga el MIT en España?
Es un gran reconocimiento al trabajo del equipo de Vedanta Biosciencies [empresa de la que es director de operaciones], pero la mejor parte es haber conocido a gente de otros campos que tienen en común el interés por la innovación, pero trabajan en áreas que no se solapan. Todos los ganadores son gente brillante.