Muchos científicos no se dedican únicamente a la investigación, también a la docencia y, en casos excepcionales, a la evaluación de los trabajos científicos que se publican en revistas. Es el caso de Gustavo Slafer (Buenos Aires, 1960), profesor asociado de Producción Vegetal y Ciencia Forestal de la Universidad de Lérida, investigador del Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA) y coordinador adjunto del área de agricultura de la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP). No son actividades independientes, evaluar la investigación de sus compañeros le permite también aprender.
¿Cómo realizas la evaluación de las investigaciones que se envían a las revistas?
Depende del caso particular y de lo que me pide el Editor en Jefe de la Revista. Muchas veces evalúo yo mismo los trabajos, otras veces coordino la evaluación por pares, y otras hago ambas cosas a la vez. Los pares son colegas de los investigadores que evalúan críticamente si lo que se propone publicar es genuinamente novedoso, valioso, razonable, bien hecho. Si la revista tiene mucha oferta de trabajos para ser publicados aun siendo positivo el juicio a todo lo anterior, el artículo puede rechazarse si no resulta mejor que otros trabajos que están siendo simultáneamente considerados para su publicación en esa revista. La principal razón de esta evaluación es que el espacio de una revista es muy limitado, y las mejores revistas tienen mucha oferta.
¿Las revistas rechazan muchos trabajos que no cumplan con esos requisitos?
Tienen un porcentaje de rechazo de los trabajos recibidos que varía con la propia calidad y prestigio de las revistas. Cuando una revista es muy prestigiosa en su campo disciplinario todos los investigadores queremos publicar en ella porque sabemos que los lectores privilegian leerlas. Como escribimos para que nos lean, queremos publicar en el lugar donde los lectores leen. Hay mucha presión para publicar en esas revistas. En algunas, como Field Crops Research, donde estoy en el comité editorial, el índice de rechazo es de aproximadamente el 80% de lo que recibe, y eso es un porcentaje común en las revistas más prestigiosas de cada campo disciplinario. En Science o Nature el índice de rechazo está entre el 95 y el 99%.
¿Estos porcentajes quieren decir que las investigaciones no se hacen bien?
No siempre significa que los artículos que los investigadores envían a las revistas estén mal; a lo mejor está mal un 20 o 30%. Mucho de lo que se rechaza en estas revistas es el trabajo cuya contribución a lo que ya se sabe es relativamente marginal o, por lo menos, no tan sustancial o no tan relevante como la de otros trabajos. Las revistas pugnan por publicar trabajos sustanciales porque los lectores, a su vez, sólo privilegian los trabajos que les dejen algo valioso, que no sea ‘más de lo mismo’.
¿Son los lectores quienes deciden entonces?
Sí. Las revistas pugnan por ser favorecidas por los lectores y solo publican lo que consideran que es mas apreciado por ellos. Así se genera un “círculo virtuoso” porque los investigadores como lectores no tenemos tiempo, leemos muchísimo menos de lo que se publica en nuestra área de conocimiento –seguramente no leemos ni siquiera el 10% de todo lo que se publica en nuestro campo especifico. Por este desequilibrio entre la cantidad de información que se publica y el tiempo que tenemos para leer información nueva, tenemos que ser muy selectivos en qué invertimos el tiempo de lectura, extremadamente escaso. Si hay un sistema virtuoso que nos dice que en algunas revistas sólo lo que fue evaluado muy rigurosamente es considerado a priori realmente sustancial, nos da un grado de confianza para saber que no estamos perdiendo el tiempo; privilegiamos leer esas revistas. Los autores también saben que los lectores privilegian esas revistas, por lo que les pugnan por publicar en ellas. Las mejores terminan siempre siendo, y cada vez más, las mejores, por encima de las demás.
Has realizado parte de tus estudios e investigaciones en Argentina y Australia, pero desarrollas tu carrera en España, ¿es el lugar dónde mejor se adaptan tus conocimientos?
La investigación es universal y los conocimientos son válidos en todas partes. Esté donde esté, pretendo que el conocimiento tenga alguna relevancia. Lo que estoy haciendo ahora, por ejemplo, sí es más relevante para las condiciones del Valle del río Ebro que en los grandes Lagos de Estados Unidos o las planicies pampeanas. Lo que hago es adaptarme al sitio y no al revés.
Respecto a sus estudios, ¿cómo se puede incrementar la productividad de las cosechas y a la vez la sostenibilidad agrícola?
No lo sé, por eso tratamos de investigar. Lo que sí creo es que es una discusión infantil y poco convincente el decir que ‘hay que ser muy productivos y no importa que el medio ambiente se degrade’ porque no tiene sentido no pensar en la probabilidad de que las futuras generaciones tengan algo que pueda ser productivo. Tampoco tiene sentido decir que para las futuras generaciones hay que conservar el medio ambiente aunque eso afecte seriamente a la productividad porque ahora mismo hay más de 6.000 millones de personas que tienen que comer y vivir. Es en mi opinión, también es infantil y ridícula la imagen de que hay que preservar el medio ambiente y no la vida de la gente. De alguna manera hay que buscar una solución que combine ambas cosas. Yo no conozco a ningún agricultor en ningún lugar del mundo que no esté preocupado por tener una mejor productividad de sus cultivos. Los productores agropecuarios, en cualquier lugar del mundo, deben ser las únicas personas que, siendo extremadamente ricas por las propiedades que tienen y el coste de las tierras, tienen una rentabilidad tan baja.
¿Buscas alternativas a la agricultura tradicional con técnicas de laboreo diferentes?
Las herramientas generan que los procesos fisiológicos de los cultivos sean más eficientes y que la productividad sea mejorada sin aumentar el uso de recursos o la contaminación. Las técnicas de laboreo pueden ser algunas de estas herramientas. Pero en mis investigaciones genuinas, trato de entender mejor cómo funcionan los cultivos y cómo los procesos fisiológicos que desencadenan la productividad de cultivos se pueden explotar con una mayor eficiencia. En el nivel de organización en el que más nos involucramos es la manipulación experimental de recursos, cómo la combinación de agua, nitrógeno, radiación y temperatura en un contexto de interacción con diferentes factores genéticos hacen que los procesos determinantes de crecimiento y productividad sean más eficientes.
¿En España se están aplicando los resultados de vuestras investigaciones?
Es difícil decirlo, porque los resultados directos de nuestras investigaciones se aplican en la zona de estudio. Los agricultores ven lo que hacemos y que algunas cosas nos salen mejor a nosotros que a ellos en el campo, entonces sí aplican ciertas cosas. Pero el impacto práctico es difícil de cuantificar. De todas maneras, el conocimiento que generamos requiere un paso adicional para su aplicación práctica.
Según la Web of Knowledge, España se sitúa en el tercer puesto en producción científica del área de ciencias agrarias. ¿Cómo se refleja esto en la realidad?
No me sorprende que las ciencias agrarias españolas estén tan bien en el ranking, aunque me sorprende que esté tercera. Las ciencias agrarias están mucho mejor de lo que está la agricultura. Me da la sensación de que esto tiene que ver con el sistema de subsidios de la Unión Europea, que hace que muchos agricultores hayan perdido una parte importante de la energía que mejora su sistema de producción para mejorar su sistema contable, de registros, o de control para tener acceso al subsidio. Cuando las ayudas estaban relacionadas con la producción, seguro que los agricultores eran mucho más eficientes, porque cuanto más eficientes eran y más producían, mayor era el subsidio. Esto tiene que ver con la imagen del mundo urbano europeo de que la comida está en el supermercado y que no hace falta agricultura. Pero ahora está cambiando un poco. La desconexión entre la posición que ocupa España en producción de conocimiento de ciencias agrarias y la que ocupa en eficiencia de manejo de agrosistemas en general (salvo ejemplos puntuales como el de la agricultura extensiva de Almería, que según me explicaron parece que es muy eficiente) tiene que ver con los incentivos que hay de cada lado.
Los investigadores prefieren publicar en revistas sobre la ciencia de las plantas más que en revistas agrícolas especializadas para tener más impacto, según su artículo recientemente publicado en European Journal of Agronomy…
Cuando preparé el material que me solicitaban para ser evaluado elaboré un análisis sobre mi productividad en términos de volumen de producción y de impacto. Haciendo este análisis, descubrí que la repercusión de mis trabajos en revistas de mayor factor de impacto, dentro del área genérica de “ciencias vegetales” no siempre era mayor que la repercusión lograda por los artículos publicados en buenas revistas agronómicas, normalmente de bastante menor factor de impacto que las buenas revistas de ciencias vegetales.
Esto no sólo pasa con la Ciencia de Cultivos, Agronomía y Ciencias Vegetales, sino también con todas las ramas del conocimiento. La forma en la que las revistas están categorizadas no es absoluta. Un principio básico es que cuanto mayor es el número de investigadores trabajando en un tema, más probabilidad tiene un trabajo de tener impacto. Por ejemplo, si yo soy el único investigador del mundo trabajando en un área, la probabilidad de que mi investigación impacte en el trabajo de otros investigadores es nula, mas allá de lo buena que sea mi investigación y de lo riguroso quesea el estándar de la revista en la que publique. Si trabajo en un área de conocimiento donde hay millones de investigadores, si lo que hago es malo, el impacto también es nulo pero si es muy bueno, la probabilidad de impactar está en millones de investigadores. Cuanto más grande es el cuerpo de investigadores en un área temática, más alto es el factor de impacto que la revista puede tener.
Daños previsibles del cambio climático
Gustavo Slafer y su equipo acaban de ganar un proyecto internacional donde coordinan la investigación en la que colaboran, además de su grupo de Ecofisiologia de Cultivos, el grupo de Agronomía de la UdL, el Centro Internacional de Mejora del Trigo y el Maíz (CIMMYT) y la Universidad de Buenos Aires (Argentina) para estudiar cuestiones que tienen que ver con la mitigación del efecto de cambio climático sobre la productividad del maíz. Este nuevo proyecto va a suponer para los investigadores y su laboratorio algo nuevo ya que, hasta ahora, trabajaban más sobre la interacción entre factores genéticos y ambientales sobre las economías del nitrógeno y del agua en los cultivos (los recursos más limitantes en la producción de cereales en el valle del Ebro y en la región Mediterránea en general). El nuevo proyecto tiene más que ver con los daños previsibles que el cambio climático pueda hacer sobre un cultivo crítico para muchos agricultores.