Pere Lluís Cabot Julià (Mataró, 1956), catedrático del Departamento de Química Física, es decano de la Facultad de Química desde el año 2008. Se licenció en Química en 1979 en la Universidad de Barcelona, donde también llevó a cabo el doctorado. Tras iniciar su actividad investigadora en el campo de la electroquímica del aluminio, actualmente trabaja en la caracterización y el desarrollo de catalizadores para pilas de combustible, y en el desarrollo de procesos electroquímicos de oxidación con aplicaciones medioambientales, principalmente para eliminación de contaminantes en medios acuáticos.
El profesor Cabot, que tiene una patente sobre un procedimiento para la reducción de clorofluorocarbonos, ha dirigido cuatro tesis doctorales y ha publicado 122 artículos en revistas especializadas, así como veinte capítulos de libro. En cuanto a la vertiente de la gestión académica, fue vicedecano entre 2004 y 2008 y, anteriormente, secretario del Departamento de Química Física.
En el suplemento 50 carreras publicado en mayo de 2010 por el diario El Mundo, se recomendaba la Facultad de Química de la UB como primera opción estatal para cursar el grado de Química. ¿Qué características cree que tiene esta Facultad en cuanto a la enseñanza?
Hay varias, pero quizás una de las características más destacables es que se trata de la Facultad de Química más grande de España, tanto por el número de alumnos como de docentes. Esto nos permite ofrecer estudios en todos los campos de la química, y para ello contamos con profesores especializados de un alto nivel, lo que permite asegurar una buena docencia. Por otra parte, el profesorado mantiene una gran dedicación a su tarea docente y eso se nota.
Otra característica, muy valorada en las carreras de ciencias, es la importancia que damos a las prácticas. Nuestros alumnos disponen de acceso directo al instrumental de laboratorio y hacen las prácticas individualmente, lo cual les ofrece unas competencias en técnicas de laboratorio muy valoradas más allá de la Facultad, cuando llegan al mundo de la empresa o se dedican a la investigación .
También tenemos un sistema de tutorías: cuando un estudiante entra a la Facultad, se le asigna un tutor para toda la carrera. Ésta es la persona de referencia para el estudiante, la que le puede asesorar en todo momento. Por otro lado, les ofrecemos muchas actividades orientadas a la proyección laboral, como las prácticas en empresas. Cada año firmamos unos 200 convenios con empresas, lo que ofrece a los estudiantes un bagaje formativo muy importante. Esto se complementa con unas jornadas de orientación profesional y una feria de empresas.
Además, celebramos un acto de bienvenida en el que les explicamos nuestra carrera, y los despedimos con un acto de graduación. Desde el punto de vista internacional, hay un buen número de estudiantes Erasmus que vienen de toda Europa —cerca de cuarenta cada año—, mientras que otros cuarenta alumnos de la UB se marchan fuera; también tenemos estudiantes con becas SICUE-Séneca, un programa de movilidad de las universidades españolas. La Facultad de Química organiza este año un máster Erasmus Mundus, para el que la Unión Europea proporciona becas a los mejores estudiantes de todo el mundo.
¿De qué manera cree que la implantación de los nuevos grados puede mejorar la formación de los estudiantes?
Con la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), considero que el aspecto en el que se ha trabajado más es en la introducción de las competencias transversales. Aparte de los conocimientos, también es importante que la formación del estudiante mejore en competencias como las habilidades prácticas, la comunicación y los idiomas. En el caso de las ciencias queda clarísimo que hay que tener un buen dominio del inglés.
En la nueva estructura del grado también se ha incorporado, en el primer curso, un bloque de química básica —de hecho son cuatro asignaturas, dos de química básica teórica y dos experimentales— que sirve de nivelación de los estudiantes, ya que proceden de diferentes centros y de esta manera se intenta igualar su base. El objetivo es que el nivel de conocimiento básico sea comparable o incluso superior al de la licenciatura. Por otra parte, se ha implantado el trabajo de fin de grado, que en la licenciatura no existía, en el que se pueden trabajar bastante las competencias transversales deseadas.
Otro punto importante es la incorporación de la asignatura Calidad y Prevención, que antes tampoco existía. Quiero destacar en este sentido que en los laboratorios de prácticas de la Facultad los temas de seguridad y recogida selectiva de residuos han sido prioritarios desde hace muchos años. Los residuos que se generan en las prácticas los recoge una empresa especializada encargada de recuperarlos y reciclarlos. De esta manera, logramos que el nivel de contaminación se reduzca al mínimo.
Su trayectoria está muy vinculada a la Facultad de Química de la UB, ya que estudió aquí y también hizo el doctorado. ¿Por qué decidió presentarse como decano? ¿Cuáles son sus objetivos de futuro?
He tenido cargos de gestión desde hace años y mi trayectoria se ha desarrollado dentro de la Facultad, que creo conocer. Por eso me propuse el reto de desarrollar nuestro plan estratégico, basado en cuatro ejes. Primero, potenciar la investigación puntera de la Facultad. Segundo, mejorar la internacionalización —con los mecanismos de intercambio de estudiantes y de docentes— y retener y captar talento. Tercero, adecuar las infraestructuras a las necesidades actuales de docencia y de investigación. Y cuarto, aumentar nuestra vinculación con la sociedad mediante la transferencia de conocimiento y tecnología.
¿Cómo cree usted que se puede potenciar la transferencia de conocimiento?
Muchos grupos de investigación tienen, desde hace años, relación con empresas por su capacidad de resolver los problemas que se les plantean. De hecho, se puede decir que tenemos tradición en la transferencia de conocimiento y tecnología. Sin embargo, pensamos que todavía se puede incidir más.
Durante muchos años, la universidad y la empresa han estado disociados, hasta que se vio que podíamos empezar a colaborar. De hecho, recientemente la Facultad se está potenciando cada vez más, gracias a que puede aportar un gran capital de recursos humanos —dispone de 270 miembros de personal docente e investigador, agrupados en 33 grupos de investigación consolidados— y de equipamientos. La clave está en que para potenciar la colaboración con las empresas, hay que potenciar el conocimiento mutuo. La Fundación Bosch i Gimpera, en colaboración con la Fundación FemCAT, está desarrollando actuaciones que permitan contactar y visitar las empresas y que las empresas vengan a la universidad.
Donde también destaca la Facultad en los rankings internacionales es en el ámbito de la investigación. El CHE-ExcellenceRanking, por ejemplo, remarca la excelencia de la UB en química, entre otras materias. ¿Cuáles son los puntos fuertes de la Facultad en investigación?
El hecho de que en la Facultad se investigue en todos los ámbitos de la química y que podamos contar con investigadores de talento, que considero muy comprometidos y con una gran dedicación a la investigación —en este sentido, creo que los recursos humanos son muy importantes—, nos ha permitido conseguir financiación para nuestros proyectos, y de esta manera poder llevar a cabo una investigación valorada y reconocida. Desde el año 1990, los grupos de investigación de la Facultad han publicado más de 8.200 trabajos científicos en revistas indexadas y ya tienen más de 122.000 citas externas. Esto, en cierto modo, demuestra que la investigación que hacemos es conocida y está reconocida internacionalmente. Pero quisiera insistir en el valor de los recursos humanos y de su implicación, porque frecuentemente los recursos económicos son escasos.
En este sentido, ¿cree que la empresa es una opción para conseguir recursos para la investigación?
Más que para conseguir recursos, si la tarea que llevamos a cabo se diera más a conocer, seguramente habría más empresas interesadas en nuestro potencial y en lo que podemos llegar a hacer por ellas. Sería positivo conseguir que hubieran más empresas que apostaran por hacer convenios y contratos con la universidad para que los investigadores pudieran aportar ese plus. En la universidad formamos doctores, que es personal especializado en investigación, capaz de dirigir y promover la innovación en el mundo empresarial. Desde el punto de vista económico, esto es muy importante para el crecimiento del país.
En la sociedad, la química suele tener una connotación negativa, asociada a lo artificial o poco natural. Pero por otro lado, es la base de todos los procesos de la naturaleza. ¿Cree que hay que cambiar esta visión tan extendida?
Esta sensación de que la química es una especie de «mala arte» para suplantar la naturaleza y que es la causa de muchos males es una idea sobre la que deberíamos reflexionar todos para cambiarla. La publicidad no ayuda mucho cuando destaca que tal producto tiene menos química y, por lo tanto, es más natural. Se está dando una visión equivocada de la realidad porque la química aúna un conjunto de conocimientos y procedimientos que deben permitir —y de hecho permiten— que estemos donde estamos actualmente desde el punto de vista de la tecnología. En casa tenemos muchos productos químicos: la sal, por ejemplo, es cloruro de sodio, y el agua también es un producto químico. ¿Son malos? Todo depende del uso que se haga, porque lo que es malo no es la química, sino el uso que se hace.
Por ejemplo, la quimioterapia o los fármacos son sustancias químicas que tienen una actuación positiva sobre el cuerpo humano, y de hecho la química también sirve para descontaminar. Se podría establecer una comparación con la cocina. Cuando hacemos una buena comida, podemos ensuciar la cocina, pero hay que procurar no ensuciarla demasiado, y luego limpiarla. En química, para hacer un producto de interés y beneficioso, debemos tener cuidado para no contaminar el ambiente. La contaminación se puede impedir e incluso eliminar mediante herramientas que aporta la química.