Mario Molina (México, 1943) es asesor científico del presidente Barack Obama en materia ambiental y fue uno de los precursores para el descubrimiento del agujero de ozono en la Antártida. Sus investigaciones le valieron en 1995 el Premio Nobel de Química, el primero en esta disciplina para un mexicano. En el II Congreso ‘El ser creativo’, Molina ha lamentado que la política interna de EE UU pueda impedir un acuerdo internacional contra el cambio climático en la próxima Cumbre del Clima en Durban (Sudáfrica).
¿Estamos a tiempo de detener todos los efectos del cambio climático o hay algunos cambios que ya no son reversibles?
La cuestión es que el riesgo es cada vez mayor. Estamos a tiempo, aunque ya tenemos cambios preocupantes como, por ejemplo, un aumento en la frecuencia de inundaciones y de sequías. En los próximos años, es decir, en esta década, podemos reducir enormemente el riesgo y los costos de los posibles impactos. Lo más preocupante es que si no tomamos acciones inmediatas, sí hay un riesgo de cambios irreversibles, con repercusión a muy largo plazo.
A este respecto, ¿qué decisiones se debería tomar en la próxima Cumbre del Clima que se celebrará el próximo mes de diciembre en Durban?
En Durban desgraciadamente no hay puestas muchas esperanzas porque no se contempla la posibilidad de que el gobierno de EE UU, que es un país esencial en estas negociaciones, apruebe un acuerdo internacional como se debería hacer. A pesar de que la administración del presidente Obama, que yo asesoro, estará totalmente de acuerdo.
¿Cuál es el principal impedimento?
El Congreso de los Estados Unidos tendría que aprobar este acuerdo internacional, sin embargo, con la participación del Partido Republicano, está totalmente descartado. Tienen declaraciones muy claras con objeciones a la realidad del cambio climático.
Si los republicanos son negacionistas, ¿cuál es el camino para que EE UU llegue a formar parte de ese pacto internacional?
Empieza a haber cambios, divisiones dentro del mismo partido, y la comunidad científica está tomando un papel cada vez más activo. La expectativa es que la racionalidad sea la que domine. En Durban debemos asegurarnos de que no haya un retroceso en las negociaciones internacionales, pero en las próximas reuniones hay que marcar un camino muy claro sobre cómo llegar a este acuerdo que directa o indirectamente le ponga un precio a las emisiones de los gases que contaminan el planeta.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) defiende que el ser humano es el principal causante de este. ¿Qué es lo más urgente que debemos cambiar?
Lo que tenemos que hacer para reparar el problema es cambiar nuestra manera de funcionar, sobre todo respecto a la energía. Su uso tiene que ser mucho más eficiente y eso es factible, a pesar de la crisis económica.
¿Qué medidas se están tomando en este contexto de crisis?
Con la crisis económica esas medidas de eficiencia de energía son muy fructíferas porque muchas empresas las llevan a cabo precisamente para ahorrar recursos. Lo que tiene un mayor coste, por ejemplo, capturar y almacenar dióxido de carbono, es lo que resulta muy difícil implantar en un clima de crisis económica. Así y todo, hay que prepararse, seguir innovando y apostando por el desarrollo tecnológico y la investigación, para que el coste económico sea cada vez menor. Hay mucho que hacer y, además, está muy planificado lo que se puede conseguir con un costo moderado.
El objetivo es reducir el CO2, pero ¿qué otros factores influyen en el clima?
El CO2, efectivamente, no es el único compuesto que afecta al clima, pero es el de vida más larga. Una fracción de CO2 permanece literalmente milenios en el medio ambiente de acuerdo con los estudios recientes. Hay otros compuestos que tendrían un efecto mucho más rápido y que nos ayudarían a que la temperatura no subiera más de cierto número de grados.
¿Cuáles son estos compuestos?
Los más importantes son el metano, el hollín y el ozono troposférico. Estudios recientes nos indican que el hollín también afecta al clima y además, lo que ya se sabía es que tiene un efecto muy importante en la salud pública en las ciudades. Por su parte, el ozono troposférico, que se produce en las ciudades contaminadas, también se puede reducir muy rápidamente. Así, estos compuestos constituyen una oportunidad para acelerar los cambios que se necesitan.