Ellen Baker (EE UU, 1953) es una de las 60 mujeres en toda la historia que han contemplado la indescriptible belleza de la Tierra desde el espacio. Esta médica de profesión, una de las primeras en inscribirse en los programas de la NASA para mujeres, es historia viva de la incorporación femenina a todos los ámbitos de la sociedad. Tras retirarse del espacio, volvió a la medicina y trabaja para prevenir el cáncer de cuello de útero.
“Ser astronauta es un sueño hecho realidad. Me gustaría contar esa bonita historia, decir que eso fue lo que me sucedió, pero la verdad es que no fue así. Cuando yo era una niña, solo los hombres eran astronautas. Nunca soñé con serlo yo misma porque no existía esa posibilidad”, explica Ellen Baker, una de las 60 mujeres en la historia de la humanidad que han viajado al espacio y una de las primeras en unirse al programa para mujeres que a finales de los 70 abrió la agencia espacial estadounidense.
En su caso, tocar el sueño que han compartido miles de niños del mundo fue un reto tardío. “En mis últimos años de estudio de Medicina en la universidad, la NASA comenzó a incorporar mujeres en su programa espacial. Eso me hizo pensar. Yo había crecido con el programa espacial, era un orgullo para los estadounidenses, era emocionante y estaba comenzando”, explica Baker ante una audiencia apasionada durante la IV Conferencia de Cultura Científica organizada por la Universidad Andrés Bello, en Santiago de Chile.
Baker entró a trabajar en la NASA y tres años después, en 1984, se convirtió en astronauta. Viajó en tres misiones al espacio (1989,1992 y 1995) donde acumuló 686 horas de vuelo. “En los últimos treinta años, las mujeres sí han viajado al espacio y por eso las niñas de ahora pueden soñar con convertirse en astronautas. Tenemos más oportunidades”, explica a Sinc.
“Lo único que detiene a las mujeres hoy en día para convertirse en astronautas es que para ello deben estudiar ciencia o ingeniería. Hay muchos más hombres que mujeres en estas carreras”, señala.
Baker en 1992. NASA
Ella siempre voló con más compañeras, aunque no le da importancia: “No tenías que pensar si eras la única mujer porque formábamos un equipo donde eso no se tenía en cuenta”, relata.
En el espacio, todos hacen de todo
Baker recuerda que las tareas en el espacio se reparten con independencia de la formación de cada tripulante y todo el mundo debe ser capaz de hacer de todo. “Para ser piloto tienes que tener formación de piloto, pero salvo en ese caso, cualquiera puede hacer cualquier cosa. Todo el mundo entrena para hacer múltiples tareas, por lo que yo, siendo médica, realizaba experimentos de astronomía. Igualmente, todos los astronautas participan en experimentos médicos, y cualquiera con cualquier carrera puede ser comandante”, explica la astronauta, ya retirada, de la NASA.
Para quienes sueñen con ver a Tierra desde el espacio, no solo basta con poseer cualidades físicas y técnicas. Baker destaca la capacidad de llevarse bien con otra gente. “Si eres la persona más inteligente del mundo pero no te relacionas bien con los demás, no harás un buen trabajo en un vuelo espacial”. Además de tener un carácter flexible, ser inteligente, tener conocimientos técnicos y estar físicamente entrenado, es indispensable hablar bien varios idiomas.
“Les diría a los niños y niñas que quieran ser astronautas que trabajen duro. No tienes por qué ser un genio. Yo no era la mejor estudiante de mi clase, pero cuando quise algo lo perseguí. Con perseverancia puedes acabar en un lugar que nunca imaginaste”, asegura Baker.
El premio a este esfuerzo es difícil de describir: “Por la ventana del transbordador se pueden ver fenómenos naturales como volcanes, huracanes y tormentas que parecen estar vivas –explica–. El paisaje cambia de forma suave y una de las cosas llamativas es que desde el espacio no se pueden ver las fronteras entre la mayoría de los países”.
Cada día, 16 puestas y salidas de Sol
Los transbordadores y la Estación Espacial Internacional orbitan la Tierra cada 90 minutos. La mitad de ese tiempo es de noche y la otra mitad de día. “Se realizan 16 órbitas diarias, a 8 kilómetros por segundo. El Sol se pone y sale cada 45 minutos, hay 16 salidas y 16 puestas diarias”, algo que dificulta mucho el sueño, además del limitado espacio. “El velcro en el espacio es esencial. Hay que atarse con velcro a algún lugar o uno corre el riesgo de golpearse y despertar”, explica.
Los científicos se preocupan mucho por los efectos que la gravedad tiene en la salud física de los astronautas. “Sin la gravedad, los huesos y músculos se debilitan, por eso en misiones de seis meses hacer 90 minutos de ejercicio diario es fundamental. Después, además, podrás decir que estuviste corriendo alrededor del mundo”, explica bromeando.
Cuando Baker viajó al espacio lo hizo en los transbordadores, en misiones de apenas unas semanas. No disponía de mucho tiempo libre, “cada minuto estaba planificado”. En este sentido, las cosas han cambiado y ahora se cuida mucho la salud emocional de los astronautas de la Estación Espacial Internacional.
“Queremos asegurarnos de que tienen tiempo para detenerse, relajarse, leer un libro, practicar una afición, por lo que solemos darles los fines de semana libres. También disponen de un teléfono para llamar a quien deseen en la Tierra”, afirma, explicando que internet ha facilitado mucho las comunicaciones en esta era. “Es genial recibir una llamada de alguien desde el espacio, aunque te preguntes cuál será la tarifa de larga distancia”, bromea de nuevo.
Una belleza indescriptible
De las bromas, Baker pasa a la reflexión profunda sobre los efectos de esta experiencia. “Nada de lo que te han dicho nunca te prepara para la belleza de ver la Tierra desde el espacio –relata–. Es realmente magnífico”, un sentimiento que reconoce echar de menos de vez en cuando. “Yo desarrollé un profundo sentido de conexión con el resto de la humanidad, tenía el sentimiento de que no se trataba más de ‘ellos’ y ‘nosotros’, sino de ‘nosotros’ en conjunto”.
Según explica, desde allí le resultaba difícil entender los conflictos que separan a la humanidad. “Vivimos en un planeta único y frágil, afrontamos muchos desafios pero tenemos las herramientas y el conocimiento para marcar una diferencia y resolver los problemas, de una forma unida y colaborativa”, reflexiona.
Opina que en los próximos años se debería volver a la Luna, viajar a Marte y explorar otros lugares, pero esas son misiones destinadas a otros. “Echo de menos el espacio. Fui una privilegida y me considero muy afortunada por haber estado allí, pero también estoy feliz de hacer lo que hago ahora”. Ellen Baker volvió a la medicina tras retirarse, y ahora, en la Universidad de Texas, se dedica a luchar para que muchas mujeres no mueran de cáncer de cérvix, prevenible y evitable, en muchos países de Latinoamérica y África.