“Vivir sobre una falla activa, y en España hay bastantes, debe ser considerado arriesgado”
Hace menos de un mes, el pasado 16 de abril, se producía un terremoto de magnitud 7,8 en Ecuador que dejó centenares de muertos. En ese caso, la causa fue la proximidad de dos placas tectónicas que, al chocar y subducir una debajo de la otra, provoca los seísmos más catastróficos que se conocen. Pero los temblores también tienen otro origen: la presencia de fallas activas que son trozos de corteza terrestre que se rompen y que al liberar energía producen sacudidas como la de Lorca en 2011 –y, también, las registradas la semana pasada- y la devastadora de San Francisco en 1906, entre otras muchas. Para explicarnos los diferentes tipos de sismos que existen, por qué se producen y las nuevas técnicas para estudiarlos y prevenirlos, el doctor en geología, Ramón Capote del Villar, impartirá una conferencia sobre Las grandes fallas de la corteza terrestre y los terremotos destructivos el próximo día 12 en la sede de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (RAC). En ella, además, expondrá la importancia de conocer la existencia y el comportamiento de las fallas con actividad a la hora de rediseñar una nueva norma de construcción antisísmica y de localizar proyectos de almacenamiento de gas y de fracking.
“Aunque no se puede hacer una predicción concreta de un terremoto, sí es posible pronosticar dónde se va a producir, su magnitud y si queda poco o mucho para el siguiente”, cuenta Capote. Las nuevas técnicas de paleosismicidad buscan grietas en capas profundas del suelo que delaten sucesivos terremotos prehistóricos y que permitan modelizar su ciclo sísmico: su frecuencia, la velocidad con que se mueve la falla, cuánta extensión se rompe –cuanto mayor sea, más grande es el terremoto que produce- y si estamos al principio o al final del ciclo. “En nuestro país, por lo general, las fallas son lentas y provocan terremotos moderados con una frecuencia de uno cada siglo”.
A lo largo de toda España, distintos grupos de geólogos, entre los que se encuentra Capote, están abriendo zanjas para recabar información y elaborar un mapa de fallas activas, de acceso libre. Esto puede tener consecuencias, pues “vivir cerca de una falla activa es arriesgado”, señala, lo que ya ha abierto un debate sobre si se deben revisar las normas de construcción sismorresistente para que contengan este aspecto. El hecho es que “pese a que en España los temblores son de magnitud moderada, los daños materiales que se producen son cuantiosos; por ejemplo, en el caso concreto de Lorca, el problema fue que el terremoto se produjo muy cerca de la ciudad y eso no está previsto en las normas de edificación”.
Fallas que se activan
Conocer la localización y características de una falla activa es también “esencial” a la hora de ubicar almacenes de gas y de CO2, así como de puntos de fracking. “Todas estas prácticas producen pequeños temblores sin importancia pero si estuvieran cerca de una falla activa podrían activarla, lo que provocaría seísmos de consideración”, explica Capote. Esto fue lo que pudo pasar con el proyecto Castor, por ejemplo. También, a raíz del desastre de Fukushima, se están revisando todos los estudios de las fallas que pudieran afectar a las centrales nucleares españolas; aspecto que ya se analizó profundamente a la hora establecer posibles lugares para el almacenamiento geológico profundo de los residuos radiactivos.
Sobre el ponente
Ramón Capote del Villar es doctor en Ciencias Geológicas, académico Correspondiente Nacional de la RAC y catedrático de Geodinámica Interna en la Universidad Complutense de Madrid. Sus campos de especialidad científica son la geología estructural y tectónica, la sismotectónica y la tectónica planetaria. Ha trabajado en la investigación de la estructura, evolución geodinámica y relación entre terremotos, neotectónica y sismotectonica en varias regiones de la Península Ibérica y en la última década en la tectónica activa y paleosismicidad en el Arco Volcánico de El Salvador. Ha colaborado en proyectos de peligrosidad sísmica en grandes instalaciones de almacenamiento subterráneo de CO2 y en el análisis sismotectónico y geomecánico de Almacenes Geológicos de gas.