Los árboles más antiguos pueden ser un buen bioindicador de la presencia de animales vertebrados amenazados, según una investigación de la Universidad de Salamanca. Al cruzar datos sobre la distribución de árboles de gran tamaño, probablemente todos ellos centenarios, con datos sobre la presencia de animales vertebrados que viven en hábitats forestales en peligro de extinción y vulnerables, los investigadores han comprobado que coinciden en los mismos lugares.