Una investigación liderada por la Universidad del País Vasco ha demostrado que las mordeduras humanas de huesos tienen características distintivas que permiten diferenciarlas de las producidas por otros animales, y que el cocinado previo de la carne influye en la aparición de estas marcas. Este estudio aporta valiosas conclusiones para el análisis de restos de comida encontrados en yacimientos.
El verano pasado, un colgante encontrado en el yacimiento de Irikaitz en Zestoa (Gipuzkoa) dio mucho que hablar: podría tener 25.000 años, el más antiguo encontrado en unas excavaciones de la Península Ibérica al aire libre. Esta piedra tiene nueve centímetros de largo y un agujero para colgarla del cuello, aunque parece que, más que como adorno, se utilizaba para afilar herramientas. El descubrimiento tuvo una gran repercusión, pero no es, ni por asomo, lo único encontrado aquí últimamente por el equipo dirigido por Álvaro Arrizabalaga: “Casi todos los años aparece alguna pieza arqueológica de gran calidad. A veces, incluso unas 8 o 10. Es un lugar muy fructífero”.