La electrocución es la causa de muerte más probable para una águila perdicera (Aquila fasciata), una especie amenazada en Europa. Este es el caso de un ejemplar anillado en 2008 en la montaña de Montserrat, y muerto en 2014 en una zona con alta densidad de líneas eléctricas, en un municipio del Penedès donde se había instalado para criar y se encontraba incubando con su pareja. También sufrió el mismo destino otra águila anillada en las montañas del Vallès en 2013 y encontrada muerta en 2015 a los pies de una torre eléctrica en el Empordà (Girona).
Existe un tamaño óptimo para las redes eléctricas si se tiene en cuenta el riesgo de que se produzca un apagón. Eso concluye un estudio científico realizado por investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) que analiza la dinámica de estas infraestructuras complejas.
Organismos decisivos como la Comisión Nacional de la Energía (CNE) cuentan entre sus filas con profesores universitarios. Es el caso de Mariano Bacigalupo, profesor del departamento de Derecho Administrativo de la UNED. Tras más de seis años en el órgano regulador, Bacigalupo se reincorpora a la universidad, al tiempo que colabora en la consultoría de un despacho de abogados, compaginando así docencia, investigación y transferencia de conocimiento.
La electrocución de aves en líneas eléctricas tiene un impacto dramático en aves de todo el mundo, sobre todo en las más amenazadas, como las rapaces, que son las que se electrocutan más a menudo. Priorizar la corrección de los apoyos eléctricos de mayor riesgo y evitar las muertes de aves por electrocución son algunas de las directrices del estudio «Predicting and correcting electrocution of birds in mediterranean areas», publicado en la prestigiosa revista norteamericana Journal of Wildlife Management.