Los suelos constituyen la mayor reserva de carbono del planeta, por encima de la atmósfera y de la vegetación. Ante este escenario, cuantificar los stocks de carbono orgánico es imprescindible. Sin embargo, investigadores de la Universidad de Córdoba, que se han basado en cultivos de olivo, cuestionan la metodología del análisis de estas reservas y advierten de la necesidad de homogeneizar criterios con el fin de que puedan ser utilizados para fijar las cuotas de emisión.
Un estudio de la Universidad de Santiago de Compostela demuestra que las señales de contaminación por metales en el norte de la península ibérica se remontan al Calcolítico, y son los más antiguos detectados en dicho territorio.
Un equipo de investigación con participación española ha demostrado la capacidad de adaptación de las comunidades microbianas del suelo al cambio climático y ha puesto las bases para comenzar su clasificación ecológica. Estas comunidades tienen un papel clave en las emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono (CO2) ya que su respiración produce, aproximadamente, cinco veces más CO2 que todas las actividades humanas juntas.
Una tesis doctoral de la Universidad de Navarra ha analizado la contaminación atmosférica en Navarra en cuatro ambientes: dos exteriores (la Ribera de Navarra y Pamplona) y dos interiores en bares y autobuses urbanos. Los datos confirman que la concentración de contaminantes en locales es 20 veces superior a la del exterior.
Investigadores del Grupo de Edafología Ambiental( GEA) de la Universidad Miguel hernández trabajan con nuevas tecnologías para abordar con mayor rapidez los problemas de contaminación. Para ello, han investigado la radiación electromagnética en las regiones espectrales del visible y el infrarrojo. El objetivo es poder analizar las muestras in situ sin tener que trasladarlas al laboratorio.