Las elevadas sumas de dinero recibidas por los directivos, además de suponer un problema de equidad al compararlas con las de los empleados de base, pueden esconder posibles comportamientos oportunistas de los altos cargos, más preocupados por ganar dinero a corto plazo que por la supervivencia y competitividad de la empresa a largo plazo.
Cuanto más altos son los rasgos emocionales negativos de los directivos, menos riesgos asumen las entidades que gestionan.