Investigadores de las universidades de Southampton, Liverpool y Calgary (Reino Unido) han utilizado dedos fosilizados como indicadores de los niveles de exposición de las especies a los andrógenos prenatales, el grupo de hormonas implicadas en el desarrollo de la agresión y la promiscuidad. Según el trabajo, nuestros ancestros podrían haber sido más agresivos y promiscuos.
Incluso cuando no estamos en compañía de otros, podemos sentirnos obligados a mantener ciertos estándares de conducta. Simplemente pensar en nuestros padres o en nuestra pareja, por ejemplo, es suficiente para recordar cómo debemos comportarnos. Éstas son las conclusiones de una tesis realizada por Janneke Joly, que se doctoró el pasado 27 de marzo en la Universidad de Groningen (Holanda).